La Hechura de un Verdadero Adorador

David Wilkerson (1931-2011)

Un verdadero adorador es aquel que ha aprendido a confiar en Dios sin importar su situación en la vida. El gozo de esta persona no está solo en sus palabras, sino en toda su forma de vida. Su mundo siempre está en reposo porque su confianza en la fidelidad de Dios es inquebrantable. No le teme al futuro porque ya no le teme a morir.

Gwen y yo vimos este tipo de fe inquebrantable en Tiffany, nuestra nieta de doce años. Sentados junto a su lecho en sus últimos días, contemplamos en ella una paz que superaba todo nuestro entendimiento. Ella me dijo: “Abuelo, quiero irme a casa. He visto a Jesús, y él me dijo que quiere que yo esté allí. Ya no quiero estar aquí”. Tiffany había perdido todo miedo a la muerte y a las privaciones.

Ese es el reposo que Dios quiere para su pueblo. Es una confianza que dice, como Pablo y como Tiffany: “Viva o muera, yo soy del Señor”. Esto es lo que hace a un seguidor de Dios completamente entregado. Dios quiere que su pueblo tenga una fe que declare: “El que comenzó por nosotros este milagro, lo terminará. Él ya nos ha demostrado que es fiel”.

Un verdadero adorador no es alguien que danza después de ganar la victoria. No es la persona que canta alabanzas a Dios una vez que el enemigo ha sido vencido. Eso es lo que hicieron los israelitas. Cuando Dios partió el Mar Rojo y llegaron al otro lado, cantaron y danzaron, alabaron a Dios y exaltaron su grandeza. Sin embargo, tres días después, estas mismas personas murmuraron amargamente contra Dios en Mara. Estos no eran adoradores; ¡Eran “gritadores” superficiales!

Yo oro para que todos los que lean este mensaje puedan decir en medio de sus dificultades o preocupaciones: “Sí, la economía puede colapsar. Sí, es posible que aún esté enfrentando una enfermedad o una relación fallida, pero Dios ha demostrado ser fiel a mí. Pase lo que pase, descansaré en su amor por mí”.

Al mirar hacia atrás, veremos que todos nuestros temores son innecesarios. Veremos que Dios sólo desea hacernos bien. Hemos visto su poder y gloria a nuestro favor. Ahora debemos estar decididos a no vivir más con temor. Vivamos o muramos, somos del Señor.