La Brecha Entre los Sueños y la Realidad

Gary Wilkerson

A veces nuestras aspiraciones son extremadamente altas. Un seguidor de Jesús debe tener metas muy altas, un sentido muy alto de que las promesas se hagan realidad. Sin embargo, a menudo nuestras realidades están en un lugar bajo, donde nuestras aspiraciones parecen imposibles de alcanzar. ¿Qué sucede si hay esta gran brecha entre los dos?

Tal vez tus aspiraciones sean similares a las mías. Yo quiero estar comprometido en una relación profunda con mi esposa. Quiero que mis cuatro hijos sean brillantes, amorosos, sigan a Jesús, tengan éxito en la vida y amen a su prójimo como a sí mismos. Yo quiero despertar cada mañana temprano para buscar al Señor. Estas son mis grandes aspiraciones.

Mi realidad, sin embargo, a veces es “Hombre, acabo de decepcionar a mi esposa. Me puse de mal humor con mi vecino. Acabo de comer en exceso. Dormí hasta las 10:00 a. m. porque pulsé el botón de posponer 100 veces”. Yo creo que la mayoría de las personas quieren una vida diferente a la que están viviendo, pero se desaniman porque nunca logran sus sueños.

Después de una larga temporada de dificultades, comienzas a ver un gran avance. Tienes la esperanza de que las cosas cambien para mejor; luego, de repente, estás de vuelta en tus viejos patrones. Empiezas a ver alguna victoria, luego la victoria parece perdida. O tal vez pareces estar venciendo, pero luego estás siendo abrumado y arrastrado por la corriente de la vida. Sientes que estás en esta montaña rusa de altibajos porque estás decepcionado y, en última instancia, no logras las cosas que Dios tiene para ti.

Hay un gran abismo entre el sueño que has esperado y la realidad de dónde se encuentra tu vida actualmente. Ahora, cuando estamos decepcionados o desanimados, simplemente podemos bajar nuestras aspiraciones. Podríamos dejar de soñar o de orar por ciertas cosas porque nos han lastimado muchas veces.

Sin embargo, debemos tener altas expectativas sobre las cosas que Dios nos ha prometido o dicho. Si hemos sido heridos en el pasado y estamos luchando para seguir los llamados de Dios, recuerda que estamos sanando continuamente. Este es un viaje en el que estamos toda la vida. Debemos esforzarnos por tener claridad sobre a qué nos ha llamado Dios; debemos examinar nuestras expectativas y ver si son egoístas o algo a lo que Dios nos está llamando o colocando en nuestros corazones. Donde él guía, él provee.