La Batalla de Jacob con el Señor

David Wilkerson (1931-2011)

Una de las mayores lecciones que podemos aprender en la vida es que nuestra batalla nunca es con la gente. No es con compañeros de trabajo, vecinos o nuestros seres queridos. Es con Dios.

Si arreglas las cosas con Dios, todo lo demás tiene que alinearse. Cuando estás delante de él, rociado con la sangre de Cristo, sin pecado en tu vida, prevaleciendo en la oración, entonces todos los demonios en el infierno no pueden hacer mella en lo que Dios quiere hacer. Él quiere que tengas ese tipo de fuerza santa.

Oseas dijo: “Pleito tiene Jehová con Judá [su pueblo]” (Oseas 12:2). La controversia que Dios tiene con su iglesia es la pereza espiritual. Queremos milagros, bendiciones, liberación, pero sin costo y sin esfuerzo.

¿Quién entre el pueblo de Dios hoy ora toda la noche, luchando, peleando, llorando, clamando a Dios como lo hizo Jacob? ¿Quién desea tanto la santidad, la pureza y la semejanza de Cristo que está dispuesto a encerrarse con Dios hasta tener victoria? ¿Quién está tan consumido por agradar a Dios que está desesperado por ser liberado de sus hábitos y concupiscencias, y clama y lucha con Dios hasta que él rompe todas las cadenas?

¡Escuchen las palabras de los patriarcas de la fe! Oseas le dijo a Israel: “Lo único que quieres es prosperidad y seguridad. No estás dispuesto a tomar una posición. No quieres vivir para el placer de Jehová, sino para el tuyo propio” (ver Oseas 12). Jacob fue un luchador desde el día que nació. Prevaleció “por su fuerza” (ver Génesis 25:26). Pablo exhortó a los colosenses a ser “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad” (Colosenses 1:11). También alentó a la iglesia en Éfeso a que Dios está ansioso por fortalecernos. “Os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3:16).

La iglesia de Jesucristo nunca verá lo que Dios tiene para su cuerpo hasta que nos vea buscándolo seriamente. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). Dios quiere que te aferres a él porque te ama. Él dice: “Aquí está. ¡Si lo quieres, ven a buscarlo! Él quiere hacer de ti un soldado fuerte, apto para su ejército.