Inundados por una Tormenta

David Wilkerson (1931-2011)

¿Tienes problemas en tu negocio o carrera? Al leer los siguientes versículos, recuerda que aquí las personas profesionales son comparadas con marineros en barcos. Las grandes aguas representan el gran mundo de la competencia, un océano de actividad.

“Los que descienden al mar en naves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto las obras de Jehová, y sus maravillas en las profundidades. Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus ondas. . . Sus almas se derriten con el mal. Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil” (Salmos 107:23-27).

Estas personas son los santos amados de Dios. Están asombrados por su grandeza y poder, pero estalla una tormenta que escapa a su control. No es un juicio por el pecado, pero de repente las olas los inundan y se tragan su barca. Están asombrados por los problemas de todos lados y parece que su barco se está hundiendo. De pronto se sienten confundidos y perplejos: “Sus almas se derriten con el mal” (Salmos 107:26).

Hablando de sus carreras, mucha gente me ha dicho: “Tiene mala pinta. No sé qué pasó, pero de un momento a otro estoy en un lío”. Pudieron resolver sus propios problemas en el pasado y escapar de una crisis tras otra. Sin embargo, con este juicio parece no haber escapatoria. Están mental y físicamente agotados.

Con qué facilidad olvidamos que nuestro amoroso padre celestial es nuestro compañero en nuestro trabajo, independientemente de nuestra carrera o llamado. De hecho, nada nos sucede sin su participación. Él tiene poder sobre todas nuestras dificultades y tiene una razón y un propósito detrás de todas ellas.

¿Qué puedes hacer cuando tu socio comercial no tiene asesoramiento y los consultores no pueden ayudarle? ¿A dónde acudes cuando tu cónyuge, tu pastor o tu mejor amigo no tienen nada que decirte? No soy un hombre de negocios, pero puedo llevarte a los marineros en el Salmo 107: “Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban” (Salmos 107:28-30).