La Genuina Limpieza Espiritual Profunda

John Bailey

Poco después de casarme con mi esposa, Crista, intenté sorprenderla limpiando la casa mientras ella estaba de compras. Tiendo a ser excelente en visión, incluso en la organización. Sin embargo, mi atención a los pequeños detalles es… deficiente.

Crista llegó a casa, miró a su alrededor y luego cortésmente dijo: “Gracias por arreglar la casa. Tomémonos un poco de tiempo y te mostraré qué es la limpieza”. Mi nueva novia sacó guantes de goma, limpiador Clorox, Windex, baldes, trapeadores y cepillos para fregar. Digamos que tuve una revelación sobre la diferencia entre una limpieza superficial y una limpieza “profunda”. Lamentablemente, como creyentes también gastamos demasiada energía en limpiar superficies cuando necesitamos una limpieza profunda.

No debería haber mayor revolución cultural que cuando un hombre o una mujer llega a la fe en Cristo. Vivir en el reino de Dios debe implicar un cambio completo de valores, estilos de vida y prioridades. No perdemos la individualidad que Dios nos ha dado en el proceso, pero el cambio en nuestro pensamiento y carácter será increíble. El Espíritu inicia una limpieza profunda y los sofás se mueven; se vacían los armarios; sobreviene una fregadera dolorosa. Los objetivos para los que vivimos cambian. Lo que valoramos cambia.

Como Pablo escribió a los primeros creyentes: “El cual [Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:13-14).

Con demasiada frecuencia, como cristianos, nos contentamos con leer un breve devocional cada mañana, traer gente a nuestras iglesias y dejar algo de dinero en la canasta. Sin embargo, el mandato final de Jesús es ir a las naciones y hacer discípulos (ver Mateo 28:19). El mandato no es tener muchos seguidores en las redes sociales ni ser respetados en nuestros lugares de trabajo. Estoy agradecido si estas cosas suceden, pero nuestro deber como creyentes es alejarnos de nuestro pecado y volvernos a Jesús, hacer discípulos y enseñar todo lo que Cristo ha dicho.

La cultura cristiana occidental está hambrienta de autenticidad bíblica producida por discípulos vivos y el camino hacia ese tipo de vida es el arrepentimiento bíblico. Ese tipo de crecimiento y vida genuinos sólo ocurre cuando los creyentes son transformados por el evangelio, lo que significa experimentar un nuevo nacimiento y ser conformados al carácter de Cristo. Entonces, y sólo entonces, realmente impactaremos a nuestras comunidades y al mundo de una manera poderosa para el reino de Dios.