Fuerza y Confianza Espirituales

David Wilkerson (1931-2011)

El Espíritu Santo nos da fuerza cuando dejamos todas nuestras necesidades en las manos de Dios y confiamos en su poder. Rut es un ejemplo de este tipo de confianza. Después de la muerte de su esposo, Rut vivió con su suegra, Noemí. Noemí estaba preocupada por el bienestar y el futuro de Rut, así que le aconsejó acostarse a los pies del rico Booz y pedirle que cumpliera su obligación con ella como pariente suyo.

Esa noche, después de terminar de aventar el trigo, Booz se acostó “a un lado del montón” (Rut 3:7) y se cubrió con una manta. A la mañana siguiente, se despertó sobresaltado y encontró a una mujer acostada a sus pies.

Rut le dijo: “Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano” (Rut 3:9). Ella estaba diciendo, en esencia, “¿Asumirás tu obligación de pariente por mí? ¿Me proveerás?” Este no era un esquema de manipulación. Rut y Noemí habían hecho todo en el orden divino. Podemos estar seguros de esto porque el linaje de Cristo vino a través de Rut. Cuando Rut regresó a casa, Noemí le preguntó: “¿Qué hay, hija mía?" (Rut 3:16). Estaba preguntando, en otras palabras, “¿Debería llamarte ‘la prometida Rut’? ¿o sigues siendo 'la viuda Rut'?

Rut le contó a Noemí todo lo que había sucedido. Escucha el consejo piadoso de Noemí: “Espérate, hija mía, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy” (Rut 3:18). Noemí sin duda había orado sobre el asunto, buscando la dirección de Dios y Dios le había dado consejo. Debe haberle recordado acerca de la ley del pariente-redentor, que era un tipo y un sombra de Cristo. Noemí estaba segura de que ella y Rut habían hecho su parte. Ahora era el momento de quedarse quietos y confiar en que Dios cumpliría lo que había prometido. Ella estaba diciendo: “Todo está en las manos del Señor ahora, Rut. Solo relájate y mantén la calma”.

Una calma y paz se apoderó de la casa de Noemí. Nadie estaba frenético, mordiéndose las uñas y preguntándose: “¿Lo hará Dios? ¿Cuándo sucederá? Estas dos mujeres fieles pudieron relajarse, cantar y alabar al Señor por su bondad.

¿Has orado? ¿Has confiado? ¿Estás listo para quedarte quieto y “ver la salvación del Señor”? ¡Él tiene todo bajo control!