Expresando la Plenitud de Cristo

David Wilkerson (1931-2011)

Romanos 11:17-19 dice que somos injertados como ramas de olivo silvestre en Cristo, el árbol santo y la raíz santa. El mismo espíritu y poder que había en él nos capacita y nos da vida. Nos sentamos como Cristo a la diestra de Dios por la fe. ¿Cómo sabemos que nuestros pecados son perdonados? Solo por fe. Aceptamos la palabra de Dios y, a su vez, somos bendecidos con paz en la mente.

Así es con el poder de Dios. Debemos creer en su palabra de que su poder está obrando ahora en nosotros, causando en nosotros el querer y el hacer por su buena voluntad. Él nos da poder para enfrentar nuestra debilidad con fe en que él nos ayudará a caminar en obediencia.

El hombre paralítico que se puso de pie, caminó y cargó su cama, es un tipo del creyente que tiene dominio sobre el pecado. ¡Qué expresión del poder de Cristo era él! Solo piensa en la esperanza que su fe y sanidad deben haber dado a todos los que estaban indefensos y necesitados. ¿No es esto lo que Dios busca hoy? ¿No está buscando creyentes triunfantes que le muestren al mundo cómo Cristo nos libera completamente de las garras del pecado?

Los que nos rodean deberían ver a los creyentes viviendo por encima de los deseos y placeres de este mundo. Nuestra sociedad necesita desesperadamente más hombres y mujeres que amen a sus cónyuges y sean fieles, padres que alimenten y enseñen a sus hijos en los caminos del Señor, y jóvenes que practiquen la pureza y la separación de todo lo que contamina.

Tenemos suficientes recursos cristianos. De lo que no tenemos suficiente es de cristianos que realmente muestren quién es Jesús. Faltan aquellos de quienes se pueda decir: “¡Ahí va un cristiano que realmente expresa quién es Jesucristo! Alguien que no tiene nada que promover y nada que demostrar sino Cristo, resucitado y glorificado. Ahí está una persona que brilla con la belleza y la sencillez del Señor. Aquel tiene lo que a mí me gustaría tener, una realidad que no se puede negar”.

Este debe convertirse en el único objetivo de nuestra vida: cumplir el propósito de Dios, ser un testigo que expresa la plenitud de Cristo.