Esposados a Jesús

David Wilkerson (1931-2011)

Pablo a menudo se refiere a sí mismo como “el prisionero de Cristo Jesús”. En Efesios 4:1, dice que ser un prisionero del Señor es en realidad su vocación, ¡su llamado! Él lo consideró como el regalo de la gracia de Dios para él (ver Efesios 4:7).

Pablo le escribió a Timoteo: “Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2 Timoteo 1:8) . Incluso en su vejez, el apóstol se regocijó de haber sido apresado por el Señor y llevado cautivo a su voluntad. “Más bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo” (Filemón 1:9).

Pablo podría decirte la hora exacta en que el Señor lo esposó y lo llevó cautivo. Él iba de camino a Damasco con cartas en mano del sumo sacerdote, atado y decidido a traer de vuelta a los cristianos a Jerusalén. Estaba “respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (ver Hechos 9:1), lleno de odio, amargura e ira en su celo equivocado por Dios.

Cuando se acercaba a la ciudad de Damasco, “Repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo” (Hechos 9:3). Quedó completamente ciego por esa luz, que era Cristo. Pablo testificó una y otra vez cómo tuvo que ser tomado de la mano y llevado a Damasco, un prisionero indefenso. Pasó tres días en una habitación aislada sin ver ni comer nada. Había sido llevado cautivo en espíritu, alma, mente y cuerpo.

¿Qué pasó en esa habitación durante tres días? ¡El Señor estaba esposando a Saulo y transformándolo en Pablo, el prisionero de Jesucristo!

En esta vívida escena, Pablo abandona su independencia y se somete al yugo de Cristo. Extiende sus manos hacia Jesús para ser esposado de por vida. Casi puedes escuchar su oración agonizante: “Oh, Señor, pensé que estaba haciendo tu voluntad. ¿Cómo pude haber sido tan ciego? He estado siguiendo mi camino, haciendo lo que creía correcto. No puedo confiar en mis propios pensamientos”.

Mi oración es: “Jesús, toma mis manos y ponme tus esposas. Llévame prisionero de tu voluntad y llévame a donde tú quieras que vaya. ¡Mantenme esposado a tu poderoso brazo derecho!”