El Tesoro de Dios en Vasos de Barro

David Wilkerson

Una de las escrituras más alentadoras de la Biblia es: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Pablo continúa describiendo esos vasos de barro que son hombres moribundos, atribulados por todos lados, perplejos, perseguidos, abatidos. Aunque nunca desamparados o desesperados, esos hombres que son usados ​​por Dios están constantemente bajo la carga de sus cuerpos, esperando ansiosamente ser revestidos con otros nuevos.

Dios se burla del poder del hombre. Se ríe de nuestros esfuerzos egoístas por ser buenos. La Escritura dice: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26-29).

Débil, tonto, despreciado, no muy noble, no muy inteligente: ¿eso me describe justamente a mí? A pesar de esto, Dios nos llama en nuestra debilidad. Él pone su tesoro invaluable en estas vasijas de barro nuestras porque se deleita en hacer lo imposible con la nada.

Yo vi a Israel Narváez, exlíder de la pandilla Mau Mau, arrodillarse y recibir a Cristo como Señor. No fue solo una experiencia superficial emocional; lo decía en serio, pero Israel volvió a la pandilla y terminó en prisión, cómplice de asesinato. ¿Se rindió Dios con él? Ni por un momento. Hoy Israel es un ministro del evangelio, habiendo aceptado el amor y el perdón de un Salvador paciente.

¿Has fallado? ¿Hay algún pecado que te acosa tan fácilmente? ¿Te sientes como un cobarde debilitado? Con esa debilidad en ti, ¿hay también hambre de Dios? El hambre y la sed es la clave de tu victoria. Eso te hace diferente de todos los demás que han sido culpables de fallarle a Dios. Eso te diferencia. Debes mantener viva esa hambre. Sigue con sed de justicia. Nunca justifiques tu debilidad. Nunca te rindas y nunca lo aceptes como parte de tu vida.