El Precioso Nombre de Jesús

David Wilkerson (1931-2011)

La siguiente palabra es para aquellos que necesitan una respuesta a la oración, que necesitan ayuda en un momento de dificultad y que están listos y dispuestos a mover el corazón de Dios de acuerdo con su Palabra.

Aférrate a la promesa del pacto en Salmos 46:1: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. La palabra “pronto” significa siempre disponible, inmediatamente accesible. La fe debe descansar en la seguridad de que el Espíritu de Dios mora en ti todas las horas del día y de la noche. Porque él mora en ti, él oye cada uno de tus pensamientos y clamores de oración.

Sabemos que si él nos oye, concederá nuestras peticiones. De hecho, el Espíritu Santo moverá cielo y tierra para cualquier hijo de Dios que se tome el tiempo para derramar su corazón al Padre sin apuros ni prisas en su presencia.

En Salmos 62:5-7, David ofreció una oración que tocó el corazón de Dios. Él dijo, en esencia, “Espera solo en Dios. No esperes ayuda de ninguna otra fuente. Sólo él debe ser tu provisión, tu única esperanza y defensa. Solo él puede darte la fuerza para seguir adelante hasta que llegue tu respuesta”. Cuando te vuelvas totalmente dependiente solo del Señor, cuando dejes de buscar ayuda en el hombre y confíes en que Dios hará lo sobrenatural, nada podrá sacudirte. David declaró: “Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré” (Salmos 62:6).

Este es el corazón de todo, el secreto de la oración prevaleciente que todo santo a lo largo de la historia ha aprendido: el derramamiento del corazón ante el Señor. “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah” (Salmos 62:8). Ana es nuestro ejemplo. Desesperada por tener un hijo, ella “derramó” su alma al Señor; y las Escrituras dicen: “No estuvo más triste” (1 Samuel 1:18).

Dios te oirá y te responderá cuando vea que estás dispuesto a callar todas las voces mundanas por un tiempo. Clama el contenido de tu corazón; derrama tu alma delante de él, y confía en que él responderá. Ha llegado el momento del quebrantamiento ante el Señor y de una fe nacida de la intercesión contrita.