El Poder de una Vida Irreprensible

David Wilkerson (1931-2011)

“Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:10).

Esta es una poderosa declaración que hacer. ¡Invoca a Dios como testigo de tu santidad! Sin embargo, sin inmutarse, Pablo se jactó ante los creyentes de Tesalónica: “Mis colaboradores y yo vivimos irreprensiblemente delante de vosotros y delante de Dios. Nuestra conducta fue justa y pura. Dios es testigo de nuestro santo comportamiento y vosotros también sois testigos. Ustedes vieron que nosotros andábamos santos y sin mancha delante de Dios y de los hombres”.

Pablo era un predicador eficaz y conocía el secreto para acercar a la gente a Dios. Podría presentarse con valentía ante cada alma viviente y testificar: “Yo vivo diariamente bajo la mirada de un Dios santo. ¡Camino siempre como si sus santos ojos estuvieran sobre mí, y todos ustedes son testigos de mi vida intachable!

El apóstol tenía un deseo apasionado de que cada creyente tuviera este mismo poder. Él oró noche y día para que todos los hijos de Dios vivieran sus vidas santas e inmaculadas ante Dios. “para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3:13).

El joven rico que vino a Jesús había sido bueno desde su juventud, y esa bondad le ganó el amor y el respeto de Jesús (ver Mateo 19:16-20). Sin embargo, faltaba algo y eso marca la diferencia. Amigo, si no tienes este mismo propósito alimentando todo lo que dices y haces, nunca podrás ser irreprensible ante Dios y el hombre, “para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros” (2 Tesalonicenses 1:12). La bondad por sí sola no nos dará vida eterna ni atraerá a otros a Cristo. ¡Debemos tener el Espíritu Santo obrando en nosotros y a través de nosotros, dirigiendo toda la gloria a Dios!

Esto es lo que motivó a Pablo a vivir una vida irreprochable: ¡él era celoso de la gloria y el nombre de Jesús! Sabía que todo tenía que construirse sobre esa base porque toda la bondad humana es como trapos de inmundicia. Lo que distingue al andar irreprochable es un deseo consumidor de honrar el nombre de Jesús delante de todas las personas.