El Gozo de Compartir Tu Fe

Gary Wilkerson

Muchos cristianos en el mundo occidental se sienten incómodos compartiendo su fe. Algunos no evangelizan porque sienten que todos saben más o menos acerca de Jesús. Otros dicen que viven su fe sin necesidad de predicarla.

Sin embargo, Jesús les dijo a sus seguidores: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Los discípulos de Jesús predicaban activamente el evangelio. Guiados por el Espíritu Santo, oraban por los extraños, realizaban milagros y compartían a Jesús con todos en todas las circunstancias. Eran radicales e implacables.

¿Cómo podemos seguir el ejemplo de los discípulos en el mundo de hoy?

Los que vivimos en Cristo andamos como él anduvo. Los Hechos de los Apóstoles no son solo historias inspiradoras y registros históricos. Tampoco son una plantilla seca para el evangelismo. Ellos son solo el comienzo de la historia, y ahora es nuestro turno de escribir nuestro capítulo. Jesús sabía esto cuando dijo: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). ¡Nuestro mundo desesperado y ansioso quiere oír lo que Jesús ha hecho por nosotros! Quieren saber que hoy, dos mil años después de que vivieran los apóstoles, ellos también pueden conocer el amor gozoso y transformador de Jesús.

Hay algo contagioso en estar rodeado de personas que aman tanto a Jesús que su amor simplemente fluye de ellos. Yo lo llamo un bautismo de amor. No se sienten obligados a compartir las buenas noticias. Han estado pasando tiempo en la presencia de Dios y no pueden evitar compartir el gozo de su salvación.

Las personas con este amor contagioso han decidido: “Ya no voy a simplemente leer mi Biblia. Quiero vivirla”. Se dan cuenta de que el Libro de los Hechos nunca terminó realmente; está destinado a continuar hoy. Han tenido un momento literal de “venir a Jesús” en el que terminaron con los enfoques clínicos y académicos del evangelismo. No más instrucciones y fórmulas prácticas, no más palmas sudorosas y conversaciones forzadas, y no más apegarse a los resultados. Solo somos tú, mi vecino, compañero de trabajo, conductor de Uber, amigo, y yo, alguien que se despertó emocionado de compartir contigo la alegría de conocer a Jesús. “Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:15).