El Dios de los Milagros

David Wilkerson (1931-2011)

¡Yo creo en los milagros!

Hay una madre en el coro de nuestra iglesia que ha estado orando por su hijo durante años. Él había caído profundamente en el pecado cuando era adolescente. Ella oraba: “Dios, cueste lo que cueste, sálvalo”. En lugar de volverse a Cristo, él se hizo musulmán. Durante los siguientes siete años, él se enterró en esa doctrina diabólica, pero su madre siguió orando. El Islam envió al niño a una profunda depresión. En su terrible desesperación, saltó de un edificio de seis pisos con la esperanza de suicidarse. En cambio, aterrizó de pie, quebrándose varios huesos, pero sobrevivió. El domingo pasado subió cojeando a nuestro escenario y contó cómo Jesucristo lo salvó milagrosamente. Su madre se sentó en el coro, alabando a Dios y recordando sus muchas lágrimas y horas en oración. Dios oyó su clamor.

¡Gracias a Dios por los milagros de hoy!

Un adolescente de nuestra iglesia habló de orar para que Dios lo usara en su escuela secundaria, que está ubicada cerca de la Zona Cero y las Torres Gemelas demolidas. Él y un amigo comenzaron a pararse afuera de la escuela todos los días, orando en voz alta. Algunos se burlaban de ellos, pero otros comenzaron a unirse a ellos. Esto hizo que la escuela les permitiera impartir clases de Biblia en la escuela. El joven está muy feliz y ahora asisten algunos maestros. Él dijo: “¿Puedes imaginarte a Dios usando a un pequeño don nadie asustado como yo? Dios todavía hace milagros”.

Un joven en prisión nos escribió una carta que me conmovió profundamente. Esto es lo que escribió, palabra por palabra: “David, recibo tus sermones por correo. Soy uno de los que disparó en la escuela. Yo soy a quien culpan por empezar todo. El 1 de octubre de 1997, entré en Pearl High School y maté a dos estudiantes y herí a siete. También maté a mi madre antes de esto. Después de que llegué a la cárcel, fui salvo. Si hay alguna manera en que pueda ayudar a su ministerio, me encantaría. Tal vez podría darte mi testimonio. Haré cualquier cosa para ayudar. Espero sus sermones cada mes…”

¡Sí, yo creo en los milagros!