El Clamor Interno al Señor

David Wilkerson (1931-2011)

De los 150 salmos, el Salmo 34 es mi favorito absoluto. Se trata de la fidelidad de nuestro Señor para librar a sus hijos de grandes pruebas y crisis. En él, el rey David declara: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores… El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende… Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias… Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:4, 7,17,19).

¿Cuándo hizo David este clamor? Probablemente fue cuando estaba fingiendo locura en Gat y no podía orar en voz alta en presencia de los filisteos. Esto nos lleva a una gran verdad con respecto a la liberación de Dios. A veces, el clamor más fuerte se hace sin una voz audible.

Yo sé cómo es este tipo de 'clamor' interno. Muchos de mis clamores más importantes, desgarradores y profundos los he hecho en total silencio.

A veces, he estado tan adormecido por las circunstancias, que no podía hablar, abrumado por situaciones muy fuertes, tanto que no podía pensar con suficiente claridad para orar. En ocasiones, me he sentado solo en mi estudio desconcertado porque no pude decirle nada al Señor. Sin embargo, todo el tiempo mi corazón estaba clamando: “¡Dios, ayúdame! No sé cómo orar en este momento, así que oye el clamor de mi corazón. Líbrame de esta situación”.

¿Alguna vez has estado allí? ¿Alguna vez has pensado: “No sé de qué se trata todo esto. Estoy tan abrumado por mi circunstancia e inundado por un dolor profundo que no puedo explicarlo. Señor, no sé ni qué decirte. ¿Qué está pasando?”

Yo creo que esto es exactamente lo que pasó David cuando vivía entre los filisteos. Cuando escribió el Salmo 34, estaba admitiendo: “Estaba en una situación tan abrumadora que hice el papel de tonto. Por dentro me preguntaba, '¿Qué está pasando conmigo? ¿Cómo ha sucedido esto? ¡Señor, ayuda!’” Parece que David estaba diciendo, “Este pobre hombre clamaba desde dentro, sin saber qué ni cómo orar. El Señor me escuchó y me libró”. Fue un clamor profundo del corazón, y el Señor es fiel en oír cada gemido, por débil que sea.