Dios No es Lento en Responder

Carter Conlon

Era diciembre de 2002. Mi padre tenía ochenta y un años, estaba luchando contra el cáncer de colon y se sometió a una colostomía. Las enfermeras que acudieron a cambiar la bolsa llevaban mascarillas y guantes de plástico. Durante mi visita anterior, era necesario vaciar la bolsa y, en lugar de esperar a que viniera una enfermera, yo lo hice. Aunque no era necesariamente mi lugar hacer tal cosa, era solo una forma de ayudar a mi padre a vivir de una manera un poco más digna y demostrarle a él y a mi familia que el amor no duda en ensuciarse las manos.

Había habido un ablandamiento notable en mi padre para un hombre que había estado enojado conmigo durante muchos años, desde que me convertí en cristiano y renuncié a la fuerza policial. Unas semanas antes de mi último viaje para ver a mi padre, mi pastor principal en la iglesia de Times Square, David Wilkerson, me dijo: “Dios te dará una ventana con tu padre”.

Cuando llegué al hospital, mi padre estaba sentado en una silla junto a la puerta de su habitación. “Hola papá”, le dije. “¿Estás listo para orar conmigo?”

“Me gustaría hacer eso”, dijo. Él sabía lo que estaba aceptando. Habíamos recorrido ese territorio en mis visitas anteriores. Oramos con gran detalle. Yo no quería que él hiciera los movimientos para apaciguarme, y no quería que se confundiera en lo más mínimo. Conocer a mi padre era conocer a un hombre que no habría orado esa oración si no lo hubiera dicho en serio. Su palabra siempre fue su compromiso.

Una vez que se acomodó en la cama, toqué suavemente el brazo de mi padre. "Te amo, papá."

"Carter, te amo".

“Será maravilloso cuando llegue al cielo para verte allí, papá”.

"Voy a estar allí".

Dios hizo volver en sí a mi papá, y un viaje de veinticuatro años llegó a un final maravilloso. Las Escrituras dicen: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Esperar pacientemente la respuesta de Dios no siempre es algo que nos guste hacer. Sin embargo, lo que debemos entender es que cuando Dios se demora en responder la oración, podemos estar seguros de que está obrando en los corazones de todas las personas afectadas por la situación.