Cuando Tu Dolor Perdura

David Wilkerson (1931-2011)

De una forma u otra, todos estamos sufriendo. Cada persona en la tierra lleva su propia carga de dolor. Cuando estás profundamente herido, ninguna persona en la tierra puede apagar los miedos internos y las agonías más profundas. Ni los mejores amigos pueden entender la batalla por la que estás pasando o las heridas que te infligen.

Esto es con lo que el salmista estaba luchando en el Salmos 6:6-7, “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores”.

¿Existe un bálsamo para el corazón roto? ¿Existe sanidad para esas heridas profundas e internas? ¿Se pueden volver a juntar las piezas y fortalecer aún más el corazón?

¡Sí! Absolutamente sí. Si no, entonces la Palabra de Dios sería un engaño y Dios mismo sería un mentiroso. Dios no te prometió una forma de vida indolora. Te prometió "una vía de escape". Él prometió ayudarte a soportar tu dolor, fuerza para ponerte de pie cuando la debilidad te haga tambalear.

Nuestro Padre amoroso dijo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

Tu Padre celestial te cuida con ojo inquebrantable. Cada movimiento está monitoreado. Cada lágrima está embotellada. Él se identifica con todos tus dolores. Siente cada dolor. Él nunca permitirá que te ahogues en tus lágrimas. Él no permitirá que tu dolor deteriore tu mente. Él promete venir, justo a tiempo, para enjugarte las lágrimas y darte gozo en lugar de duelo.

Pablo animó a la iglesia: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4).

Tienes la capacidad de hacer que tu corazón se regocije y se alegre en el Señor. El ojo de Dios está sobre ti y él nos ordena que nos levantemos y nos deshagamos de todos esos temores que causan dudas.