Escogiendo el Mejor Fruto

Claude Houde

En el libro de Gálatas, el apóstol Pablo elabora una lista sin filtros, precisa y realista de numerosas emociones y pensamientos negativos con los que luchamos a diario: impureza, ira, celos, envidia, rencores, lástima, vergüenza, inseguridad, orgullo, egocentrismo, engaño, pereza, desesperación, odio, maldad, hipocresía, etc. Vemos claramente cómo nuestra naturaleza se manifiesta en la inmoralidad y la idolatría.

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).

Comprendeque las palabras del apóstol Pablo eran radicalypolíticamente incorrectas a los ojos y oídos de los legalistas religiosos de su época, quienes hipócritamente afirmaban vivir por encima de todo pecado.

Es como si les estuviera diciendo a ellos, pero también a nosotros hoy: “No sean hipócritas. Estas emociones, pensamientos y malas acciones están presentes en todos nosotros. Son tentaciones muy reales en nuestra puerta todos los días. No neguemos su existencia ni su impacto en la dinámica de nuestra relación. Al contrario, reconozcámoslos, identifiquémoslos y resistámoslos, poniéndolos a diario en las manos de Dios”.

En el resto de su carta, Pablo descubre las emociones y pensamientos que Dios quiere y puede crear o restaurar en nosotros por su Espíritu: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). El fruto de una relación con Dios produce una obra evidente en nosotros, que resulta en una amplia gama de emociones fuertes pero saludables.

Dios no nos dio un espíritu de maldad, temor, resentimiento o ira. Él nos dio un espíritu de amor, paz, perdón, esperanza y consuelo. El fruto del espíritu de Dios en nosotros es un don que desea reavivar cada día. Con ese fin, Pablo ordenó a los creyentes que pusieran por obra ciertas prácticas para ayudar a que estos frutos espirituales crezcan: “Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;” (Romanos 12:12).

Nuestras vidas pueden ser una ofrenda agradable a Dios a través de la renovación constante de nuestros corazones y pensamientos.

Claude Houde es el pastor principal de Eglise Nouvelle Vie (Iglesia Vida Nueva) en Montreal, Canadá. Bajo su liderazgo, la Iglesia Nueva Vida ha crecido de unos cuantos asistentes a más de 3500, en una parte de Canadá en la que hay muy pocas iglesias protestantes exitosas.