Abrumado por lo Imposible

Gary Wilkerson

Domingo tras domingo, escuchas la Palabra predicada, y tal vez sales pensando, “Una cosa más para borrar de la lista; ahora tengo que hacer esto". Ahora bien, si tú vienes a la iglesia los 52 domingos del año, ¿obtendrás 52 cosas nuevas cada año que tienes que hacer?

Algunos de ustedes han venido a la iglesia durante 10 años o más. Esto es, más de 500 cosas que más vale que hagas, ¡y debes hacerlas bien! Más vale que las estés haciendo bien, o el pastor volverá a predicar lo mismo. La próxima vez, él predicará más duro y se enojará más contigo también. ¿Quién quiere ir a una iglesia así? ¿Quién quiere vivir una fe así?

Es suficiente hacer que alguien piense: "¿No hay algo más allá de que un pastor o un amigo diga constantemente: No hagas eso y empieza a hacer esto. Haz un poco menos de eso. Empieza a hacer un poco más de aquello. Estas son las reglas. Aquí hay más regulaciones”?.

Cuando leemos las Escrituras, no es la ley del Antiguo Testamento, sino el evangelio del Nuevo Testamento, como muchos de nosotros pensamos. Dentro de las Escrituras desde el Génesis hasta el Apocalipsis hay tanto la ley como el evangelio. El llamado de la vida de un cristiano, al leer la Palabra del Señor, es que le pidamos al Espíritu Santo que nos dé discernimiento. ¿Lo que estamos leyendo es la ley o es el evangelio?

La ley es buena. ¿Lo sabías? La Biblia dice que la ley es buena. Hay un lugar en el Pacto del Nuevo Testamento con Dios para que la ley funcione en nuestra vida.

Entonces, ¿qué es la ley? Es el mandato de Dios: ‘Debes hacer esto’.

Es fácil sentirse abrumado con esta sensación de "Es imposible, es imposible, es imposible", y luego Jesús llega y dice: “¡Bien!, finalmente estás llegando a una revelación de tu propia incapacidad, tu propio quebrantamiento, tu propia falta de habilidad propia, tu propia falta de justicia que podría lograr cualquiera de estas cosas buenas que la ley nos llama a hacer!

La paz y la autoridad en nuestro caminar cristiano no vendrán al comprometernos a obedecer y guardar la ley; sino al comprometernos con Jesucristo; y ese compromiso hace que su poder obre justicia en nuestros corazones.