Desviándonos hacia el Peligro

David Wilkerson (1931-2011)

“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1).

El pecado de desviarse de Cristo es el pecado más trágico y peligroso de todos; y ningún creyente es inmune. Incluso el creyente más devoto puede comenzar a perder el rumbo volviéndose perezoso y pasivo acerca de las cosas del Señor. Una vez que eso comienza a suceder, se vuelve cada vez más difícil volver a la comunión íntima con Cristo. Es posible que conozcas a ciertas personas que alguna vez fueron cristianos tiernos y amorosos, pero hoy en día parecen personas diferentes. La mayoría de los apartados no reconocen que están en peligro.

La historia del pueblo de Dios ha sido una de retroceso, descuido y olvido de Dios. Moisés y los profetas parecían incrédulos ante la tendencia del pueblo de Dios de olvidarse rápidamente del Señor y apartarse a sus caminos pasados.

Justo antes de morir, Moisés revisó la historia de los hijos de Dios en el desierto. Casi toda una generación de personas quejándose, murmurando e incrédulas habían sido aniquiladas por el juicio de Dios, consumidas en el cálido desierto. Pero un remanente fiel, probado, separado, permaneció fiel al Señor. Moisés les dijo: “Vuestros ojos vieron lo que hizo Jehová con motivo de Baal-peor; que a todo hombre que fue en pos de Baal-peor destruyó Jehová tu Dios de en medio de ti. Mas vosotros que seguisteis a Jehová vuestro Dios, todos estáis vivos hoy… Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Deuteronomio 4:3-4, 7).

Moisés estaba, esencialmente, diciendo: “¡Se mantuvieron fieles en un momento de gran apostasía! Nunca se entregaron a la adoración de ídolos, como aquellos que fueron destruidos. Y nadie ha tenido a Dios más cerca que ustedes”. Estos fueron los que entraron en la Tierra Prometida, en la plenitud del Señor.

¿Recuerdas algún momento en el que te sentías más cerca de él que ahora? ¿Cuándo sentiste su presencia más fácilmente y escuchaste su voz más claramente? Tal vez sea hora de examinar tu corazón para asegurarte de que continúas perseverando con Jesús.