DESDE EL SENO DEL SEOL

David Wilkerson

"Desde el seno del Seol clamé" (Jonás 2:2). ¿Por qué el Señor llevó a Jonás tan bajo? Estaba en el vientre de un infierno viviente, suspendido en la oscuridad, pendiendo entre la vida y la muerte. ¿Por qué un Dios misericordioso haría que un siervo atraviese esto? Creo que la historia de Jonás nos muestra cómo Dios trata con siervos desobedientes.

Jonás estuvo en este infierno durante tres días y noches. Pero en todo ese tiempo, él nunca oró. La tormenta no lo había puesto de rodillas, tampoco lo hizo su roce con la muerte en el vientre del gran pez. Sólo después de tres días y noches, es que leemos: "Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez” (2:1).

¿Por qué no oró Jonás antes de esto? Fue porque él estaba convencido de que: "Desechado soy delante de tus ojos” (2:4). Describió a Dios como alguien que tiene misericordia para Nínive, pero Jonás no podía creer en la misma misericordia para él mismo. Él pensó: "Soy hombre muerto. No puedo caer más bajo. Dios me ha dado la espalda. Me odia por lo que hice".

Nada podía estar más lejos de la verdad. Cuando la Escritura dice: "Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás", la palabra para “preparado” significa designado, escogido. Dios había escogido un gran pez y puso una urgencia en dicha criatura. Así que, cuando Jonás fue lanzado al mar, el pez ya estaba allí, preparado para tragárselo. El Señor todavía estaba obrando.

La verdad era que Dios estaba llevando a Jonás a toda prisa hacia Nínive. Pronto el profeta estaría caminando de nuevo a la luz del sol. Él predicaría con denuedo en las calles como un mensajero escogido.

¿Qué intentó Dios a través de la experiencia de Jonás en el vientre del infierno? Por una temporada Jonás supo lo que era sentirse muerto. No podía orar. Dios había escondido Su rostro, y el profeta no tenía a nadie a quién volverse. El infierno para Jonás no era el alga marina que tuvo que limpiarse de encima, o el ser golpeado de un lado a otro. Era la sensación de que Dios había apartado Su mano de su vida.

Todo esto fue para probar a Jonás en su desobediencia. Dios no estaba exigiendo: "¿Ahora me obedecerás, Jonás?" Más bien, estaba preguntando: "¿Cuál palabra creerás en este horrendo infierno, Jonás: la mía o la del diablo?" Finalmente leemos: "Entonces oró Jonás" (2:1). "Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti" (2:7). Jonás se apresuró a los brazos amorosos de Dios. Entonces testificó: "Desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste" (2:2).