Dejando que Dios Sane Tu Quebranto

Gary Wilkerson

Jerusalén es un símbolo de la ciudad de Dios, o la morada de Dios. Reconstruir los muros era importante porque servía como una señal para los enemigos de Israel, mostraba que Dios estaba con su pueblo y revelaba su bendición.

Cuando Nehemías oyó que los muros de Jerusalén todavía estaban derrumbados más de medio siglo después de la culminación de la reconstrucción del templo, “me senté y lloré, e hice duelo por algunos días” (Nehemías 1:4). Luego ayunó y oró mientras formulaba un plan para remediar la situación.

Una vez que se reconstruyeron los muros, se restauraron los símbolos de la presencia de Dios entre su pueblo y se renovaron los corazones del pueblo en fidelidad y gratitud. Un gozo abrumador inundó sus corazones cuando se completó la gloriosa reconstrucción. Fue un momento importante en la historia de Israel, un motivo de gran celebración y sincera acción de gracias.

En la vida de un individuo, reconstruir los muros es una figura de restablecimiento de la fuerza. Todos hemos conocido personas cuyas defensas se han desmoronado. Incluso pueden haber sido abandonados, completamente indefensos y sin esperanza. Pero en su gracia, Dios se inclina y los lleva a un lugar donde pueda reconstruir sus vidas. Son transformados y restaurados para ocupar un lugar de fuerza, poder y propósito.

De una cosa puedes estar seguro: cuando tu comiences a reconstruir la fuerza de tu vida, te enfremtarás a fuerzas que se levantarán inmediatamente contra ti, tanto de adentro como de afuera. La resistencia a la obra de Dios en tu vida será rápida, pero cuando Dios está en movimiento, él hará que sucedan cosas gloriosas. Y a él no le toma mucho tiempo lograr la restauración de tu espíritu. Él sólo te pide que quites tus ojos de tus circunstancias, porque Jesús ya ha ganado tu victoria.

Dios te invita a traerle la fuente de tu quebrantamiento: tu dolor, tu ira, tu decepción, porque quiere abordarlo y sanarlo, a través de una comunión íntima con él. Pídele al Espíritu Santo: “Señor, sé la voz de Nehemías para mí en mi condición. Confronta los pecados que yo tolero y restaura mis muros espirituales. Luego sana la fuente de todo: mi soledad, mi depresión, mi dolor. Confío en que me mantendrás dentro de mis muros seguros, Señor. ¡Eres mi victoria en todo y te alabo!”