Deja la Batalla en las Manos de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

“Hace cesar las guerras” (Salmos 46:9). ¡Qué buena noticia para aquel hijo de Dios que está destrozado y desgarrado por la guerra! La batalla en nuestra alma es su batalla; y sólo él puede terminarla. Nuestro Padre amoroso no permitirá que la carne o el diablo nos intimiden a la derrota.

La palabra hebrea para guerra, usada por David en el Salmo 46:9 es milchamah, que significa “alimentarse, consumir, devorar, comer, vencer”. Es de una palabra raíz que sugiere comida o pan para una bestia. Su uso aquí es simplemente maravilloso, una causa de gran regocijo. Significa que Dios va a impedir que el enemigo nos consuma, que nos devore.

La buena noticia del evangelio es que servimos a un Dios de amor absoluto, un Dios de misericordia que desea llevar a sus seres queridos a un lugar por encima de toda confusión. El objetivo final de Dios para todos sus hijos es una vida abundante. Él nunca tuvo la intención de que nosotros pasemos por la vida enfocados en nuestros pecados y fracasos. Sin inventario, no podemos tomar nuestro lugar, sentados con Cristo en los lugares celestiales, hasta que estemos completamente identificados con su muerte y resurrección.

El Espíritu Santo ha puesto en nosotros un conocimiento que nunca podremos vivir verdaderamente hasta que muramos. Tenemos una cita con la muerte, un destino relacionado con la cruz de Cristo. Echa un vistazo a dónde estás, con todos tus miedos, vacío, soledad, fracasos y compromisos. Te has quedado muy lejos del lugar en el que crees que debería estar un cristiano vencedor. Sin embargo, tú sabes que la Palabra de Dios habla claramente de la victoria, del descanso y de la paz, de ser libres del dominio del pecado.

Después de que la Palabra nos dice que es Dios quien hace cesar las guerras, vemos esto agregado: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:10). ¡Cuán perfectamente consistente es la Palabra de Dios! Él hace cesar las guerras y, hasta que acabe su obra, nosotros debemos hacer cesar nuestros propios esfuerzos y dejarlo en sus manos.

¡Qué asombroso es saber que podemos confiar nuestro futuro y restauración en las manos de Cristo, nuestro Señor y Salvador! “Estad quietos” hoy y deja que esta verdad traiga paz a tu alma.