Declarando la Victoria Total

Gary Wilkerson

Cuando el profeta Eliseo estaba en su lecho de muerte, Joás, el rey de Israel, lloró en alta voz y declaró que la gran luz profética de Israel estaba a punto de apagarse. Él recordó las grandes obras de fe de Eliseo y lloró: “¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” (2 Reyes 13:14). Eliseo se recuperó brevemente, trayendo esperanza al corazón de Joás. Entonces el profeta le dio al rey algunas instrucciones: “Consigue un arco y varias flechas” (13:15, NVI).

Eliseo le dijo al rey que disparara flechas al aire, lo cual hizo Joás, y luego Eliseo le dijo que tomara las flechas y golpeara el suelo con ellas. Joás cumplió golpeando el suelo tres veces. Luego, para sorpresa del rey, Eliseo se enojó y estalló: “Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria” (13:19).

Esto puede parecer una escena bastante extraña de la vida de Eliseo, pero él estaba edificando la fe de los demás hasta el final. Le estaba diciendo al rey Joás: “¿Cómo te atreves a esperar tan poco de Dios? Habrías derrotado a Siria cinco o seis veces, pero te conformarás con sólo tres".

Las palabras de Eliseo se aplican a todos los cristianos de hoy. Nuestro Señor quiere que vayamos más allá de las victorias limitadas. A través de las historias de Dios en la Palabra, debemos edificar fe sobre fe, victoria sobre victoria; y estar continuamente hambrientos de que él actúe. No debemos conformarnos. Básicamente, Eliseo nos dice: “Dios te dará tantas victorias como desees. ¡Sigue golpeando el suelo de la fe!”

Esto puede parecer una demanda despiadada, pero en realidad es profundamente compasivo. Hay una historia de Dios para cada matrimonio en dificultades, cada crisis financiera, cada situación laboral estresante, cada padre e hijo en conflicto. ¡Recuerda, Dios no da victorias parciales sino triunfos totales!

Dios te ha rodeado; y todas las fuerzas del cielo están a su disposición para protegerte y proveerte. Que Dios agite tu fe para que sigas golpeando el suelo con convicción y confianza. Y, recuerda, cada prueba que soportas es una oportunidad para que el mundo sea transformado con tu historia de Dios. 

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