De Cara Frente a Puertas Cerradas

David Wilkerson (1931-2011)

Les escribo hoy acerca de Dios abriendo puertas cerradas. Alguien que lea este mensaje se identificará inmediatamente con esto, porque se enfrenta a una o más puertas cerradas. Ahí está, justo en tu cara, una puerta que parece estar continuamente cerrada. Podría ser una situación financiera grave y has orado para que se abra la puerta de alguna oportunidad. Sin embargo, todo lo que intentas parece fallar; las puertas simplemente no se abren.

No sé cuál puede ser tu puerta cerrada, pero para muchos parece que tanto las ventanas como las puertas del cielo están cerradas con llave. Los cielos parecen de bronce y parece que no puedes pasar. Estoy hablando de algún problema, alguna situación, alguna necesidad por la que has estado orando mucho. Puede ser una crisis que requiera nada menos que un milagro; y aún no has recibido una respuesta a tus fervientes oraciones y peticiones al Señor.

Cristo se refiere a sí mismo como "El que abre y ninguno cierra" (Apocalipsis 3:7). Esto fue en una carta enviada a los creyentes en la antigua Filadelfia, una iglesia a la que el Señor felicitó por haber mantenido la palabra de su paciencia y nunca haber negado su nombre. En pocas palabras, en sus momentos más difíciles, estas personas se mantuvieron fieles a la Palabra de Dios. No acusaron al Señor de descuidarlos ni de hacer oídos sordos a su clamor.

Esto es lo que el Señor les prometió; y también es nuestra promesa: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).

Esta hora de tentación está ahora sobre nosotros. Contiene pruebas increíbles de fe tan grandes y tan ardientes que muchos caerán en una incredulidad mortal. De hecho, un gran alejamiento de la fe persistente está ahora por todo el mundo.

Pero debido a que todavía confías en sus promesas y estás dispuesto a morir en la fe, incluso si no ves cumplidas las promesas, serás guardado de esta tentación mundial de caer en la incredulidad. Dios ha oído tu clamor y conoce el momento, la hora misma, de abrir todas las puertas. Entonces, nunca te rindas. Nunca dudes. Manténte en sus promesas. Él no te fallará.