CUANDO JESÚS ENTRA EN ESCENA

David Wilkerson (1931-2011)

Leemos en el libro de Marcos que un padre angustiado llevó a su hijo endemoniado a los discípulos de Jesús en busca de liberación. El muchacho no estaba simplemente turbado o rebelde, sino que estaba lleno de espíritus malignos que controlaban cada una de sus acciones. Su situación era bien conocida en toda la región y se lo consideraba absolutamente imposible. Sordo y mudo, él sólo emitía sonidos guturales. Físicamente estaba demacrado; y su padre tenía que agarrarlo continuamente porque los demonios trataban de arrojarlo al río, al lago o al fuego más cercano. ¡Qué situación tan horrible!

Me pregunto cuántas veces este padre tuvo que saltar a un estanque y sacar a su hijo para resucitarlo. Probablemente era un trabajo de tiempo completo el solo evitar que el muchacho se matara a sí mismo. El corazón de sus padres debe haber estado quebrantado al ver a su amado hijo en una condición tan terrible, sin nadie capaz de ayudar.

Cuando el hombre llevó a su hijo a los discípulos, Satanás hizo que echara espuma de su boca, crujiera sus dientes y girara salvajemente. Los discípulos oraron por el niño, pero no pasó nada. Pronto, los dudosos escribas comenzaron a preguntar: “¿Por qué no sanan al niño? ¿Es el diablo más poderoso en este tipo de situación?”

¡Entonces Jesús entró en escena! Cuando el padre del niño le dijo a Jesús que los discípulos no pudieron sanar a su hijo, Jesús respondió simplemente: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23). Entonces Jesús hizo lo imposible en realidad: “Reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él” (9:25). El niño luego cayó al suelo, “pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó” (9:27).

¡Imagina la felicidad en esa familia! Estoy seguro de que el padre abrazó al niño limpio y liberado con un corazón desbordante de júbilo. Como padres, podemos estar seguros de que podemos confiarle nuestros hijos a Dios.