CRISTIANISMO “CAPITALISTA”

David Wilkerson

Estados Unidos es testigo de un “cristianismo capitalista”. La meta ya no es el crecimiento espiritual, sino la expansión en números, propiedades y finanzas. El juicio de Jesús a la iglesia en Laodicea se aplica a muchas iglesias hoy: “No te das cuenta lo que te ha pasado. Tu ceguera te ha vuelto tibio y ni siquiera lo ves. Aun crees que estás ardiendo por Mí” (ver Apocalipsis 3:15-17).

En Éfeso, el pecado de la iglesia era la pérdida de intimidad con Jesús. En Tiatira, era la pérdida de discernimiento y el coqueteo con la fornicación espiritual. Ahora, en Laodicea, vemos el peor de todos los pecados: La pérdida de toda necesidad por Cristo.

Todo termina en desnudez. Jesús acusó a los laodicenses de su condición desnuda: “Que no se descubra la vergüenza de tu desnudez” (3:18). La palabra griega para desnudez aquí, significa “despojado de recursos”. Como ves, Dios reserva Sus recursos para aquellos que confían en Él, que dependen de Él en su necesidad. ¿Cuáles son Sus recursos? Son verdaderas riquezas espirituales: Su fortaleza, Su poder para obrar milagros, Su dirección divina, Su presencia manifiesta.

Imagínate a una congregación que se sienta cómodamente en un servicio de una hora. Estos cristianos escuchan un sermón corto acerca de cómo encarar las presiones de la vida, luego, salen rápidamente por la puerta. Ellos no sienten ninguna necesidad de quebrantarse ni de estar contrito ante Jesús. Ellos no sienten la necesidad de ser agitados o convencidos por un mensaje penetrante. No hay un clamor como: “Señor, derríteme, quebrántame. Sólo Tú puedes saciar mi hambre”.

¿Dónde está el celo que tuvieron antes? Estos creyentes, alguna vez estuvieron ansiosos por llegar a la iglesia, estuvieron absortos en la Palabra de Dios, dispuestos a poner su corazón desnudo ante la luz escudriñadora del Espíritu. Pero ahora creen que han sobrepasado todo eso. Así que han restringido su cristianismo a los domingos por la mañana, a una religión de tibieza.

Jesús amó tanto a este pastor laodicense y a su congregación, que les hizo saber que crearía en ellos una necesidad por Sus recursos: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (3:19). Su mano de amor venía para castigarlos y Él lo haría al crear una necesidad en ellos, que los hiciera clamar por Su poder y Su ayuda.

Cristo nos está hablando a nosotros las mismas palabras hoy. Él nos está diciendo, tal como les dijo a los laodicenses: “Esto es acerca de cenar conmigo. Se trata de contestar la puerta cuando llamo. Y estoy llamándote ahora, para que vengas y tengas comunión conmigo. Yo tengo todo lo que necesitas. Tu comunión conmigo te da lo que necesitas para continuar en el ministerio. Todo tiene que salir de nuestro tiempo juntos”.