CREE EN LA PROMESA DE VICTORIA DE DIOS

David Wilkerson (1931-2011)

Dios ha determinado cumplir sus metas aquí en la tierra a través de simples hombres. Una de las escrituras más alentadoras de la Biblia es 2 Corintios 4:7: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Luego, Pablo continúa describiendo a aquellos vasos terrenales: hombres moribundos, atribulados, en apuros, perseguidos, derribados.

Dios nunca usa a los grandes y poderosos, sino que, en lugar de ello, él usa lo débil de este mundo para confundir a los sabios. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte… a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26-29).

La debilidad de la que Dios habla es nuestra incapacidad humana para obedecer sus mandamientos en nuestra propia fuerza. La Palabra registra una larga lista de hombres que amaron a Dios y que fueron grandemente usados por él, pero que fueron casi derribados por sus debilidades:

  • Isaías, el gran guerrero de oración, era un hombre como el resto de nosotros, débil y herido.
  • David, el hombre conforme al corazón de Dios, fue un adúltero asesino que no tenía derecho moral de recibir alguna de las bendiciones de Dios.
  • Pedro negó al mismísimo Señor Dios del cielo, maldiciendo a quien más lo amaba
  • Abraham, el padre de las naciones, vivió una mentira, usando a su esposa como un peón para salvar su propio pellejo.
  • José se burló de sus hermanos perdidos con una alegría inmadura, hasta que casi le salió el tiro por la culata

¿Has fallado? Deja que tu corazón acepte todas las promesas de victoria en Jesús. Luego, deja que tu fe le diga a tu corazón: “Puede que no sea lo que quiero ser todavía, pero Dios está obrando en mí y saldré como oro puro. Me comprometo por completo con aquel que es poderoso para guardarme sin caída y presentarme sin mancha ante el trono de Dios, ¡con gran alegría!”