Buscando a los Perdidos

David Wilkerson (1931-2011)

Jesús vino a este mundo por una sola razón: alcanzar y salvar almas perdidas. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). E hizo de ésta, también nuestra misión cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

Cuando Jesús pronunció estas palabras, él estaba hablando con hombres y mujeres insignificantes y sin educación. Estaba colocando el futuro mismo de su iglesia sobre sus hombros, lo que debe haber sido bastante abrumador para ese pequeño grupo de creyentes. Trata de imaginar las conversaciones que tuvieron lugar después de que su maestro ascendió al cielo.

“¿Lo escuché bien? Somos personas sin dinero, ordinarias. ¿Cómo vamos a poder iniciar una revolución mundial para Cristo? La gente nos trata con total desdén y los romanos nos están golpeando y matando. Si nos tratan así en Jerusalén, imagínate cómo nos tratarán cuando lleguemos a Roma y comencemos a testificar y predicar”.

En aquellos tiempos, la sociedad no tenía todas las tentaciones exóticas que enfrenta nuestra generación. No había televisión impía, cine sucio, acceso a través de la computadora a todo lo imaginable. Hoy nuestro gobierno esencialmente ha tratado de prohibir a Dios, nuestros medios son liberales hasta el punto de la impiedad y la bolsa de valores se vuelve cada vez más codiciosa por más dinero. Lo peor de todo es que estamos viendo el surgimiento de una generación que maldice al Cristo que servimos.

Como seguidores de Cristo, ¡debemos mirar a nuestro alrededor! Mira las multitudes sin un Salvador y pídele a Dios que te dé un corazón para alcanzarlos. Jesús sabía que el poder dado a los discípulos cuando los enviaba, sería más que suficiente para satisfacer todas las necesidades y vencer todas las oposiciones. Del mismo modo, el Espíritu Santo nos da dirección y poder para alcanzar a los que nos rodean con el evangelio. No tienes que ir a un país extranjero para ganar almas. Los miembros de tu familia, tus compañeros de trabajo, aquellos con quienes te encuentras en tus actividades diarias, todos necesitan al Salvador. Mantente sensible a la voz del Espíritu Santo y él te guiará en tu testimonio del Maestro.