Avivando la Chispa

Gary Wilkerson

Cuando se trata de nuestro caminar con Cristo, la Biblia nos muestra que hay una diferencia crucial entre una chispa y una antorcha, que podemos ver cuando examinamos las vidas de Saúl y David. Saúl tuvo experiencias asombrosas con Dios, momentos que encendieron en él un gran celo y lo provocaron a la acción. “Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera. Y tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel” (1 Samuel 11:6-7).

Después de cada uno de los muchos momentos de unción en la vida de Saúl, él se desvió de su pasión por el Señor. Un ejemplo bien conocido de desobediencia es cuando Dios le ordenó a Saúl que matara a Agag, el rey enemigo que había capturado; y que destruyera todo el botín de la batalla. Pero Saúl salvó a Agag y guardó parte del botín y, al hacerlo, apagó la obra del Espíritu Santo en su vida (véase 1 Samuel 15:8-10).

Por otro lado, vemos a David, siendo criado para ser el próximo rey de Israel. A medida que crecía su reputación de osada obediencia, también crecía el fruto de su obediencia, lo que ponía celoso a Saúl. En un momento, Saúl intentó matar a David y lo atrapó en una cueva. Sin embargo, el Señor fue bueno, al detener a Saúl antes de que pudiera ejecutar su plan. En pocas palabras, Saúl estaba empeñado en alejarse del Señor, pero la misericordia del Señor lo traía de vuelta al Señor repetidamente.

David tuvo las mismas experiencias espirituales que Saúl, pero la chispa que recibió David fue avivada hasta convertirse en llama. “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (16:13). La frase “desde aquel día en adelante” muestra la diferencia en las vidas de David y Saúl. Una vez que David recibió una chispa de Dios, la guardó, la avivó y la alimentó. Él determinó: “Quiero que esta chispa se convierta en una llama ardiente para el Señor”.

Ora conmigo hoy: “Dios, gracias por tocarme con el Espíritu Santo. Úngeme con poder para alcanzar a los que me rodean y dame la gracia para mostrar el convincente amor de Jesús”.