ANDAD EN LA LUZ

David Wilkerson

Se nos que Cristo es la luz del mundo: “…a fin que todos creyesen por él” (Juan 1:7). Pero, después leemos: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella…A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (1:5, 11).

La incredulidad siempre ha entristecido el corazón de Jesús. Cuando nuestro Señor vino al mundo en carne, Él trajo una luz increíble al mundo. Y el propósito de esa luz era abrir los ojos de los hombres. Sin embargo, a pesar de la asombrosa muestra de luz de Jesús, la Escritura declara ejemplos increíbles de incredulidad en el mismo rostro de tal luz.

Quizás ningún otro capítulo en la Biblia contenga tanta prueba de la deidad de Jesús como vemos en Juan 12. Vemos a un hombre que fue levantado de los muertos por mandato de Jesús. Vemos el cumplimiento visual de una profecía conocida por siglos por cada israelita. Y escuchamos literalmente una voz hablando desde el cielo.

Aun después de ser testigos de estas maravillas, la gente tuvo la osadía de cuestionar a Jesús. “Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado?” (12:34). Ellos estaban diciendo: “Tú dices que vas a ser crucificado. Pero nosotros sabemos que el verdadero Mesías vivirá para siempre”.

Luego la gente hizo una pregunta que dejó absolutamente atónito a Jesús: “¿Quién es este Hijo del Hombre?” (12:34). Cristo debió haber quedado incrédulo ante tal ceguera. De hecho, Él ni siquiera trató de contestar la pregunta. En lugar de ello, les advirtió: “Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas…Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz” (12:35-36).

La luz había alumbrado en su oscuridad, pero sus mentes oscurecidas no la comprendieron (ver 1:12). La palabra griega “comprender” significa “agarrar, echar mano, poseer la verdad que produce vida y poder”. A esta gente se le había dado una verdad transformadora pero ellos no la agarraron ni echaron mano de ella. Ellos no comprendieron la verdad de Cristo, porque no procuraron poseerla.

“Estas cosas hablo Jesús, y se fue y se ocultó de ellos” (12:36). En este solo versículo, encontramos la actitud de Dios hacia la incredulidad. De cierto, de tapa a tapa en la Biblia, Dios nunca se compadece ni tiene lástima por la incredulidad. Y lo mismo es verdad en esta escena. Jesús simplemente se alejó de las multitudes incrédulas. Como resultado de ello, esas personas saldrían de Jerusalén en tinieblas porque no caminaron en la luz que le fue dada.