Alistándose para el Fin de Todas las Cosas

En su primera carta a la iglesia, Pedro habla de los últimos días. El declara tajantemente: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; por que el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:7-8).

Pedro también hace mención de los últimos días en su segunda epístola. Además, en esa carta él se refiere a su propio tiempo limitado aquí en la tierra. El le dice a la iglesia, “Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo” (2 Pedro 1:14). El está diciendo en otras palabras, “Dios me ha mostrado que me queda poco tiempo de vida en la tierra.”

Pedro sabía que el Señor pronto lo llevaría a casa, Pero antes de que eso sucediera, el Espíritu Santo le dio a este discípulo una palabra para la iglesia acerca de los últimos días. Y es así que en la segunda epístola de Pedro leemos las últimas palabras de un pastor que está por morir, a los creyentes que están bajo su cuidado.

Este hombre devoto estaba completamente consiente de que el mundo nunca creería su mensaje acerca del fin de los tiempos. Claramente, el mensaje de Pedro fue dirigido a la iglesia del Nuevo Testamento, tanto para los de aquél tiempo, como también para las generaciones sucesivas de creyentes. Es un mensaje de advertencia, donde Pedro profetiza lo siguiente:
“Habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…y muchos seguirán sus disoluciones…y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas…

“En los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Por que desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación…aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío [las leyes del país]. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores…

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.

“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 2:1-3, 10; 3:3-4, 10-12).

Como Cristianos que somos, creemos la Palabra de Dios sobre los tiempos venideros. Y recibimos las advertencias dirigidas por el Espíritu a través de hombres devotos vigilantes de Dios. Verdaderamente, vemos los avisos de lo que viene.

Aún, una pregunta importante surge para cada Cristiano de hoy día, al igual que debió de haber surgido para los creyentes de los días de Pedro.

La pregunta que surge para muchos Cristianos es, “¿Cómo nos preparamos para los eventos tumultuosos que vienen?”

Yo creo que es normal querer conocer cómo sobreviviremos a los tiempos aterradores que vienen. Cuando la tormenta llega, destruyendo todas las raíces de recuperación, ¿qué haremos para conseguir trabajo, casas, comida, vestidos? Como abuelo que soy, me concierne el futuro de mis hijos y nietos, y pienso, “¿Cómo estarán durante los tiempos que vienen?” Yo creo que es una preocupación legítima para cualquier seguidor de Jesús.

Sorprendentemente, Pedro no da consejos sobre ninguna preparación física ni financiera. El no dice nada sobre dónde poner nuestro dinero para guardarlo, nada sobre cómo afrontar una crisis de vivienda, nada sobre cómo sobrevivir un calentamiento global o inflación. Pedro simplemente no toca esos temas. ¿Por qué?

Yo creo que es por que Pedro ya había experimentado pobreza, y a través de todo él había experimentado la fidelidad de Dios. Mientras Pedro literalmente seguía las pisadas de Cristo, él vivía sin dinero. Para poder comer, los discípulos tenían que cosechar maíz de los campos de los agricultores. En una ocasión, cuando necesitaban dinero, Jesús le instruyó a Pedro que mirara dentro de la boca de un pescado, donde encontró una moneda.

Pedro sabía lo que era dormir bajo las estrellas, sin cama ni almohada. El siguió a Jesús sin tener trabajo ni ninguna manera de manutención. Sus pertenencias eran la ropa que tenía puesta y sus sandalias. En resumen, Pedro tenía que depender de la provisión de Dios cada día para sus necesidades. Y día tras día, Pedro vio que esas necesidades eran suplidas fielmente.

Ahora, en su mensaje sobre el fin de los tiempos, Pedro no se enfoca en tener nuestras necesidades suplidas sino en la importancia de preparar nuestros corazones. El dice, “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…!” (2Pedro 3:11).

Al mirar todo lo que viene, Pedro se concentra en los asuntos del carácter.

El apóstol nos está preguntando, en esencia, “¿Qué es lo que hay en tu corazón en estos últimos días? ¿En qué te estás convirtiendo mientras el fin se acerca? Tú ya sabes que Dios se encargará de tus necesidades físicas. Pero ¿te estás preparando espiritualmente?

Si esto le parece a usted raro, considere lo que Jesús dijo acerca de prepararse para los últimos días. El también nos dejó muy escasos consejos sobre preparaciones físicas para los trastornos del fin de los tiempos. Al igual que Pedro, Jesús advirtió sobre los tiempos tumultuosos que vendrán: guerras, rumores de guerras, conflictos raciales y entre tribus, hambre, terremotos, persecución, avalanchas de iniquidades que harán que se enfríe el amor de muchos. El también predijo que ejércitos marcharían sobre Jerusalén trayendo terrible destrucción, arrasando el templo y destruyéndolo.

Pero al mirar todo ese terrible trastorno, Jesús dice muy poco acerca de cómo sobrevivir esos tiempos. El no habla sobre cómo prepararse para la pérdida de una casa o un trabajo o que se derrumbe la economía. En lugar de eso, él nos instruye, “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? (Por que los gentiles buscan todas esas cosas;) pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:31-32).

Pedro hace eco de las palabras de Jesús cuando dice, “Mas el fin de todas las cosas se acerca: sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro 4:7). En resumen, él dice, “Aquí está una instrucción básica para prepararse para el fin de los tiempos: Tengan una mente sobria. Y permanezcan en calma, no importa lo que acontezca. No hay necesidad de entrar en pánico. En lugar de eso, lleven todo en oración.”

Ahora mismo, muchos Cristianos están en un tren de pánico. Personas que han testificado todas sus vidas que Dios es su guardador, están ahora corriendo con miedo mientras las nubes de tormenta se avecinan. Pedro les está diciendo a ellos, simplemente, “Sujeten todos sus sentimientos naturales bajo el control de la fe.”

Luego, Pedro nos dice que llevemos todo a Dios en oración: “Velad en oración” (4:7). Solamente buscando al Señor podremos controlar nuestras ansiedades acerca de los tiempos. Según Pedro, mientras las cosas se pongan más oscuras, nosotros debemos de caminar en la paz y el descanso del Espíritu Santo.

Ahora mismo el mundo secular está desesperado por encontrar calma en el caos. De acuerdo al periódico Wall Street Journal, los líderes de las corporaciones y otros con trabajos altamente estresante están practicando Yoga, Mantras, cánticos Chinos. Como Cristianos, nosotros tenemos un Dios quien promete mantenernos en calma perfecta, si nosotros fijamos nuestras mentes en Cristo, por encima de las otras cosas que están sucediendo en el mundo.

Pedro nos dice que deberíamos ocuparnos en una cosa sobre todas las otras en estos tiempos.

¿En qué deberíamos de estar enfocados? Encontramos la respuesta en el próximo verso, la exhortación final de este apóstol que está por morir. Pedro escribe: “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

El resumen de Pedro es, “Si quieren saber de qué se trata el sobrevivir – ver cómo Dios está guiando a sus hijos a través de estos tiempos – entonces muestren amor incondicional a vuestros hermanos y hermanas. Eso tiene que ver absolutamente con el futuro de la iglesia de Cristo.”

Aquí Pedro nos dice lo que debería de ser nuestra mayor preocupación. A la luz de la gran misericordia que Dios nos ha mostrado a cada uno de nosotros – a la luz de su perdón incondicional de nuestros pecados pasados, su paciencia compasiva hacia nosotros – nosotros debemos extender nuestra misericordia a aquellos que han pecado contra nosotros. Y debemos de perdonarlos como si nunca hubiesen cometido esos pecados.

Usted puede estar preguntándose, “¿Qué tiene que ver el perdón con el fin de los tiempos?”

Tal vez usted está decepcionado por lo que prometía el título de este mensaje, “Alistándose para el Fin de todas las Cosas.”

Puede ser que mientras usted leía el título usted pensó, “¡Qué bien, el Pastor David nos va a mostrar específicamente cómo sobrevivir en los tiempos difíciles!” Ya estoy por la mitad de mi mensaje, y tal vez usted sienta que no ha recibido nada específico de mí.

Ese era el sentir del Cristiano el cual escribió a nuestro ministerio recientemente. El dijo, “Usted nos ha advertido fielmente sobre el holocausto económico que usted ve venir. Yo creo que usted es un hombre justo. Pero seguramente que el mismo Espíritu de Dios que le mostró a usted estas cosas que vendrán, también le mostrará cómo sobrevivir. Un Dios bueno no nos advertiría para luego no decirnos lo que necesitamos para pasar la tormenta. Por favor, denos una palabra.”

Otro Cristiano escribió, “Me siento engañado. Le pedí a usted que me diera consejo financiero sobre dónde invertir mi dinero y cómo salvar a mi familia cuando la economía entre en depresión. Usted me dijo que yo ore y le pida dirección al Espíritu Santo. Esa es la misma vieja excusa teológica de siempre. Yo necesito respuestas específicas.”

Amados, lo que yo estoy compartiendo aquí es la palabra específica sobre este tema. Pedro seguro que era un hombre devoto, y a través de él, el Espíritu Santo nos muestra exactamente lo que Dios dice acerca de cómo enfrentar estos últimos días. Pedro nos está diciendo muy claramente, “Este es el tema principal, vuestra preparación más importante. Alisten vuestros corazones. Si no tratan con este asunto, todas las otras preparaciones serán en vano. Al final de todas las cosas, manténganse calmos. Y permanezcan de rodillas. Sobre todas las cosas, practiquen misericordia sin fin y amor hacia vuestros hermanos y hermanas. Perdonen y cubran los pecados de ellos.” “El amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

En este último verso, se nos ordena “cubrir” aquellos pecados cometidos contra nosotros – lo que significa que no debemos de exponer los pecados de otros. “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (4:10). ¿Quién lo ha herido o maltratado a usted? ¿Quién ha esparcido chismes contra usted? Según Jesús, si usted no perdona y cubre ese pecado, usted es como el hombre al cual se le perdonó una gran deuda pero más tarde le apretó el cuello a un hombre que le debía unos cuantos dólares.

Permítame mostrarle brevemente por qué este tema del perdón es tan importante en estos tiempos.

Tenemos unos 100 grupos étnicos que asisten a nuestra Iglesia Times Square. Cristo ha unificado las muchas razas y grupos étnicos aquí en amor fraternal. El cartel sobre nuestra puerta de entrada dice, “La Iglesia Que El Amor Está Construyendo” y ese amor es Jesús.

Yo entiendo que la unidad de las razas hace que nuestra iglesia sea un blanco marcado por el infierno. En un mundo de odio racial y peleas entre tribus, Dios nos ha bendecido con un testimonio poderoso. Para decirlo simplemente, Jesús es la fuente que rompe cada barrera, incluyendo la de razas.

Varias veces en la historia de nuestra iglesia, hemos sentido la furia de las fuerzas demoniacas que han venido contra nuestro amor unido en Cristo. Y no hay arma del infierno que sea más grande que la falta de perdón entre los creyentes.

Usted puede decir, “Pero yo no estoy guardando rencores. Yo no tengo ninguna amargura hacia nadie. Yo solo tengo amor puro por mis hermanos y hermanas. Cuando alguien peca contra mí, yo nunca expongo sus iniquidades. Así que yo no veo cómo la amonestación de Pedro se pueda aplicar a mí. ¿Qué me diría él a mí acerca de prepararme para el fin de los tiempos?”

La verdad es que el mensaje de Pedro aquí tiene todo que ver con el futuro de la iglesia de Jesucristo. Vea usted, Dios está preparando a su iglesia para un derramamiento de su Espíritu en los últimos días. De acuerdo a los profetas, el Espíritu Santo vendrá en una ola grande sobre la tierra, llenando a los Hijos de Dios con gozo cuando el mundo está en trastorno. Esto no sucederá, sin embargo, en una iglesia donde las personas tienen resentimientos y heridas que no han sido resueltas.

Pedro nos está preguntando, “¿Quieren estar listos para su retorno? ¿Quieren estar completamente listos cuando las cosas empiecen a temblar? Entonces asegúrense que no tienen nada en sus corazones que impida el fluir del Espíritu de Dios. Algo maravilloso está viniendo. Asegúrense que no se lo pierdan.”

¿De qué se trata este derramamiento del Espíritu Santo?

Los profetas – desde Isaías, Jeremías, y Ezequiel hasta los profetas menores – revelan que en los últimos días el Espíritu de Dios caerá una vez más sobre las personas que estén preparadas. Este evento se conoce como “la lluvia de la cosecha”. Promete ser más grande que la “lluvia temprana” la cual fue el gran derramamiento del Espíritu en Pentecostés.

Esta profecía de la última lluvia se refiere a las dos lluvias que caen anualmente in Israel. Las estaciones de Israel fueron lo opuesto de lo que son nuestras estaciones en hoy día. La lluvia temprana (o primera) venía en el otoño, y regaba el cultivo recién plantado. Esto tipifica lo que sucedió en Pentecostés, cuando la “primera lluvia” cayó en un gran derramamiento del Espíritu de Dios. Esa lluvia regó la semilla de la Palabra de Dios, y creció y se expandió para llegar a ser la iglesia mundial que vemos hoy.

La “ultima lluvia” de Israel venía en la primavera, madurando los cultivos justo antes de la cosecha. Zacarías se refiere a esta ultima lluvia, un derramamiento del Espíritu Santo en los últimos días: “Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía, Jehová hará relámpagos y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno” (Zacarías 10:1).

Moisés dijo que simplemente no podría haber cosecha sin la otra lluvia. El Señor le dijo a Israel a través de él, “Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos…yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite” (Deuteronomio 11:13-14).

Finalmente, Joel nos da un cuadro vibrante de cómo es cuando esta lluvia de la cosecha llega:

“Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, por que los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; por que os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio.

“Y las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado” (Joel 2:21-27).

Joel está diciendo, en efecto, “¡Despierta, iglesia! Mira a tu alrededor. Lo que ves que está sucediendo ha sido profetizado. Está comenzando a llover, y el Señor ha hecho las nubes brillantes y llenas de agua. El Espíritu está preparando todas las cosas para la gran cosecha.”

Satanás sabe sobre esta lluvia final que viene, y la cosecha gloriosa que le sigue.

El diablo conoce lo que está escrito en la Palabra de Dios. Y él está empeñado en estorbar la gran cosecha que él sabe que está viniendo. El ha desatado un ataque furioso contra la iglesia, usando cada arma que él puede para quitar la paz de los hijos de Dios. Verdaderamente, muchos Cristianos han sido abrumados por las tinieblas que ahora cubren la tierra, y todo esto ha sido puesto en marcha por la furia de la actividad de Satanás.

La penumbra y miedo que se mantiene sobre cada nación ha hecho que las personas se sientan impotentes. En América, las Cortes han hecho leyes que glorifican las perversiones, yendo en contra de los deseos de las personas. Y afecta a las almas justas. El resultado es el estrés y desesperación, que debilitan al espíritu y aun causa enfermedad física.

En la casa de Dios, el pecado ha sido bajado de categoría y han desechado el infierno. La Iglesia Episcopal se está dividiendo a causa de los matrimonios gays. Mientras tanto, los evangélicos – aquellos que se supone que sean los que llevan la antorcha de la Palabra de Dios – están volviéndose más enfocados en la tierra que en el cielo, poniendo sus esfuerzos en movimientos que no están centrados en Cristo.

Yo escucho a personas devotas decir, “¿Habremos pecado tanto hasta apartarnos de la gracia? ¿Será que nuestra generación será conocida solamente por las familias deshechas y por sus iglesias secas y muertas? ¿Nos atrofiaremos como le sucedió a Israel en el Antiguo Testamento?”

¡No será así, de acuerdo a los profetas! Dios se levantará en medio de las tinieblas y empezará a derramar su Espíritu sobre esta su casa postrera.

En los días de Hageo, el pueblo de Dios fue abatido por que ellos se enfocaron completamente en el pasado.

Los Israelitas en los días de Hageo estaban desanimados sobre el nuevo templo que estaban construyendo. Ese trabajo parecía tan insignificante comparado con la magnificencia del antiguo templo. Mientras ellos reflexionaban en todas las glorias de Dios en el pasado, ellos lloraban en desánimo al ver la casa modesta delante de ellos. Hageo le preguntó a las personas, “¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos? (Hageo 3:2).

Amados, la misma pregunta se aplica a hoy día. Usted podrá recordar grandes avivamientos en el pasado, donde el Espíritu cayó poderosamente y multitudes se salvaron. Dígame, ¿ve usted la vida de la iglesia como nada comparada con esos tiempos pasados? Tal vez usted está descorazonado sobre cuánto se ha marchitado la casa de Dios en poder y en testimonio durante el tiempo que usted ha vivido.

Yo le digo, la palabra que Dios le dio a Hageo para su iglesia, también fue dada para nosotros hoy día: “Mi espíritu estará con vosotros…La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar” (2:5, 9).

Pedro había estado presente cuando la “lluvia temprana” cayó en Pentecostés.

En Pentecostés, El Espíritu Santo cayó sobre personas que se habían preparado, las cuales “estaban todos unánimes (una misma mente) juntos” (Hechos 2:1). Así que, ¿qué quiere decir que las personas estaban “unánimes”, con una misma mente? Para explicarlo simplemente, la misericordia estaba fluyendo a través de ellos. Déjeme explicar.

Considere a aquellos que estaban en la escena de Pentecostés, aquellos que ahora reverenciamos como los padres de la iglesia. Algunos de ellos habían pecado gravemente contra el Señor y contra sus hermanos. Todos ellos tenían que haber sido perdonados, sus pecados cubiertos, o si no, la iglesia no podría seguir hacia delante con el trabajo que el Espíritu Santo iba a hacer.

Considere a Pedro. El había blasfemado horriblemente, hiriendo a Jesús, al igual que a los otros discípulos. El cuerpo de la iglesia perdonó a Pedro, y lo cubrieron para que su pasado no pueda ser usado contra él. Considere a Jacobo y a Juan los “hijos del trueno”. Ellos también habían pecado gravemente ofendiendo a sus hermanos discípulos cuando dijeron ser más grandes que el resto de los discípulos. Ellos también fueron perdonados y cubiertos.

En toda verdad, cualquiera de las personas presentes pudo haber dicho, “Espera un momento, Pedro. ¿Quién te ha hecho líder aquí? Tú negaste a Cristo.” Pero ninguno hizo eso por que sus corazones fueron preparados por la misericordia. Y ellos estaban listos para recibir al Espíritu Santo cuando él vino en el gran derramamiento de Pentecostés.

Amados, es por esto que el enfoque de las epístolas de Pedro es en las cosas del corazón. El sabía personalmente que estas cosas tenían que ser removidas y perdonadas, para que el trabajo del Espíritu no sea impedido por ninguna carne. Lo mismo es verdad para la iglesia de Cristo de hoy día, nosotros los que vamos a recibir la poderosa lluvia para la cosecha. ¿Impediremos ese trabajo del Espíritu Santo, al no poder perdonar? ¿O estaremos preparados al permitir que la misericordia fluya a través de nosotros hacia otros?

Mientras la hora se acerca, yo no quiero tener nada en mi corazón que impida el trabajo de Dios. El está preparando a su pueblo para que reciban la lluvia postrera. Y yo he determinado continuar haciendo así como Pedro instruye que hagamos: “Sean sobrios. Lleven todo en oración. Sean misericordiosos con todos.” Yo le insto a que usted haga lo mismo. ¡Ore por la lluvia para este tiempo de la postrera casa de Dios!

Lo dejo con la imagen de este poderoso mensaje final: “Y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz y siega; por que la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura” (Apocalipsis 14:14-15). ¡Y así es!