Acceso Sin Obstáculos al Padre

David Wilkerson (1931-2011)

“Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre” (Juan 8:28). Cuando Cristo ministró en la tierra, él disfrutó de acceso pleno al Padre. Él dijo: “No puedo hacer nada por mi cuenta. Hago sólo lo que el Padre me dice y me muestra” (ver también Juan 5:19, 30). Además, Jesús no tuvo que escabullirse a la oración para obtener la mente del Padre. Por supuesto, él oraba con frecuencia e intensamente, pero ello era para tener comunión con el Padre.

Era un asunto diferente en sus actividades diarias, ya fuera enseñando, sanando o echando fuera demonios. Jesús sabía en todo momento que él estaba en el Padre y que el Padre estaba en él. Él no tenía que “subir” al Padre para saber qué hacer. El Padre ya habitaba en él, dándose a conocer. Y Jesús siempre oía una palabra detrás de él, diciendo: “Este es el camino… esto es lo que hay que hacer”.

Hoy, se nos ha dado el mismo grado de acceso al Padre que tuvo Cristo. Tú estarás pensando: “Espera un minuto, eso es alucinante. ¿Tengo el mismo acceso al Padre que tuvo Jesús, el Creador y Señor del universo?”

No te equivoques: Así como Jesús, nosotros debemos orar a menudo y con fervor. Debemos ser buscadores de Dios, esperando en el Señor. Pero en nuestro caminar diario, nuestras idas y venidas, nuestras relaciones, nuestra vida familiar, nuestro ministerio; no tenemos que escabullirnos para rogarle a Dios por una palabra de fuerza o dirección. Tenemos el mismo Espíritu de Dios viviendo en nosotros. Y el Espíritu Santo nos revela la mente y la voluntad del Padre. Su voz siempre está detrás de nosotros, diciendo: “Este es el camino, camina por él”. La verdad sobre nuestra unión con Cristo era un misterio oculto para la iglesia hasta que Pablo entró en escena. El Espíritu Santo usó a Pablo para abrir este misterio, que es Cristo en ti, la esperanza de gloria (ver Colosenses 1:27).

Amado, este no es un asunto complicado. Simplemente pregúntate si has recibido a Jesús no sólo como tu Salvador, sino como el Señor entronado en el cielo. ¿Y has aceptado que el Señor entronado vive en ti? Se nos ha dado el cielo aquí en nuestras almas. Nuestro Salvador Jesucristo vino para darnos mucho más que redención. Él vino para que tengamos plenitud de vida todos los días.