​ABORRECIDO SIN CAUSA

David Wilkerson (1931-2011)

Jesús dijo que él vino a buscar y salvar a los perdidos. Este era el mismo que tenía poder para dominar los vientos y las olas, sin embargo, vino como un siervo humilde. Los evangelios nos dicen que oía pacientemente los desgarradores gritos del pueblo. Multitudes le rogaban a Cristo que los librara de sus aflicciones y él satisfacía sus necesidades. Él sanaba a los enfermos, abría los ojos a los ciegos, abría los oídos a los sordos, soltaba las lenguas atadas y hacía andar a los cojos. Jesús liberaba a los cautivos de toda forma de esclavitud, incluso resucitaba a los muertos.

Nunca, alguien amó a la humanidad más que Jesús; él se afligía por las multitudes que tenía ante él, viéndolas como ovejas perdidas que necesitaban un pastor. La verdad es que nadie en la historia debería ser más venerado, respetado y amado que Jesucristo. Él llevó a cabo obras de compasión por las personas que encontraba; lloró por la ceguera espiritual del mundo y derramó su vida por todos. Pero a pesar de las cosas buenas que hizo Jesús, el mundo lo aborreció sin causa.

¿Qué hizo Jesús para ser tan despreciado, tanto en sus propios días como en el presente? En pocas palabras, el mundo lo aborreció porque él vino como una luz para liberar a todos de las tinieblas. Él declaró: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Jesús también nos dijo: “Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:20).

Jesús prometió liberar a las personas de sus cadenas de oscuridad y se comprometió a liberar a los hombres de todo poder satánico en todas partes. Sin embargo, lo que los cristianos vemos como una dádiva santa de liberación y libertad es visto por el mundo como una forma de esclavitud. Tales personas aman sus pecados y no desean ser libres de estos.

La Luz del mundo ha venido y habita dentro de ti. Al abrazar esta verdad y caminar en el Espíritu, tú podrás hacer brillar su luz sobre aquellos que te rodean.