Únete al Pueblo de Oración de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando el profeta piadoso Daniel alcanzó los ochenta años de edad, había sobrevivido a dos reyes de Babilonia, Nabucodonosor y su hijo Belsasar, y luego sirvió bajo el mando del rey Darío. Daniel siempre había sido un hombre de oración y no pensaba bajar el ritmo en su vejez.

El Rey Darío había promovido a Daniel al cargo más alto en la tierra, poniéndolo a cargo de formar la política del gobierno y enseñar a todos los magistrados e intelectuales de la corte: “Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino” (Daniel 6:3).

Obviamente, Daniel era un profeta ocupado. Pero nada podría apartar a este hombre de Dios de sus tiempos de oración. Tres veces al día, se escapaba de todas sus obligaciones, cargas y demandas como líder para pasar tiempo con el Señor.

Daniel es un ejemplo para nosotros de lo importante que es tener líderes de oración. Recuerda, él había sido nombrado sobre cualquier otro líder en la tierra. Considera el inmenso esfuerzo que le tomaba a Daniel dedicarse a la oración. Después de todo, él vivía en la ciudad de Nueva York de su tiempo: la gran, majestuosa y rica Babilonia. Y vivía en una época de apatía espiritual, de borrachera, búsqueda de placer y codicia entre el pueblo de Dios.

La oración no es algo natural para nadie, incluido Daniel. Un tiempo de oración disciplinado es fácil de comenzar pero difícil de mantener, tanto nuestra carne como el demonio conspiran contra él. La oración que es efectiva proviene del siervo fiel y diligente que ve a su nación y a la iglesia caer más profundamente en el pecado y cae de rodillas y clama a Dios en favor de ellos. Dios desea fuertemente bendecir a su pueblo, pero si nuestras mentes están contaminadas con el espíritu de este mundo, no estamos en posición de recibir sus bendiciones.

¿Serás parte del pueblo de oración de Dios hoy? Si es así, clama a él: “Oh, Señor, lo que sea necesario, mantenme de rodillas. ¡Deseo ver tu Espíritu moviéndose en los corazones de hombres y mujeres!”

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