Él Sigue Siendo Fiel para Librar

David Wilkerson (1931-2011)

¿Es posible que los cristianos justos, piadosos y llenos del Espíritu se desanimen tanto y se sientan tan abatidos que sientan que no pueden continuar? ¿Llegar al borde de rendirse? Estos son creyentes que están cerca de Jesús, que conocen su corazón y su mente, que han luchado en oración y han experimentado sus milagros.

¿Cómo podría ser posible que tales cristianos se sientan presionados y atribulados, desesperados y abatidos? Para algunos, parece que una vez que dieron su vida al Señor, todo lo que obtuvieron a cambio fue sufrimiento. Nadie, dentro o fuera de la iglesia, ha entendido cómo un Dios amoroso puede permitir que aquellos que lo han dado todo a él pasen por tiempos de gran tribulación y desesperación.

Considera al hombre Job que sufrió y volvió a una vida victoriosa. O Jeremías, el profeta llorón; También, otro profeta, Elías. Todos sufrieron depresión y sentimientos de derrota durante sus pruebas, pero Dios los trajo de vuelta.

En el Nuevo Testamento, vemos a Pablo, el apóstol. Realmente era un hombre piadoso y precioso que había renunciado al mundo entero para ganar a Cristo. Gastaba todo su aliento en la causa del Maestro. Tuvo una revelación de Cristo como ninguna otra persona en la tierra y, además, sus epístolas han instruido al pueblo de Dios a lo largo de los siglos.

Sin embargo, Pablo enfrentó extrema presión y pruebas. Cuando fue a Asia a predicar el evangelio, sólo encontró tribulaciones: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8).

¿Cómo podría pasarle esto a un hombre tan poderosamente usado por Dios? Bueno, nuestro Padre permite que su pueblo atraviese muchas dificultades para que su fe pueda construirse a partir de ahí. Entonces, ¿cómo llegas a la victoria? El secreto, claro y simple, es confiar en el Espíritu Santo, quien permanece en ti. Y luego oras y lees la Palabra de Dios fielmente. Aférrate a tus promesas especiales y descubrirás que incluso cuando estés a punto de rendirte, él será fiel para librarte. ¡Aleluya!