“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16-17).
Pablo comienza esta parte de esta carta preguntando: “¿No lo saben?”. Es una pregunta un poco alarmante, porque los cristianos de Corinto probablemente tenían casi ocho años en la fe, pero les está haciendo una de las preguntas más elementales. “¿No saben que son el templo de Dios?” Tal vez no habían sido capaces de darse cuenta de ese hecho a pesar de que Pablo había enseñado al respecto anteriormente.
Quiero hacerte esa pregunta a ti. ¿De verdad sabes que eres el templo de Dios? ¿Estás seguro de ello? ¿Está establecido en tu corazón? Este Dios que habita en nosotros en una luz inaccesible, tan glorioso, maravilloso, asombroso, precioso, amoroso, puro y santo, seleccionó un lugar para vivir y es en aquellos cuyos corazones son humildes y contritos.
¿Cómo te afecta saber que este Dios de toda la creación vive en ti? ¿Qué significa eso para todos los problemas y crisis que enfrentas en la vida? ¿Las pruebas y tribulaciones que atraviesas? ¿Las tristezas de tu vida? ¿El dolor?
Cristo vive en ti, la presencia manifiesta de Dios. El fuego de Dios que condujo y dirigió a los hijos de Israel ha decidido no sólo estar delante de ti, sino que dijo: “¡Espera un momento! Alcánzame o vendré a ti y habitaré en ti”. La columna de fuego, la nube, el humo, vive dentro de ti ahora. La dirección, el liderazgo, el potencial, el poder, la gloria, el amor, el fruto del Espíritu.
Necesitamos pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a mostrar a Dios en nuestro estilo de vida, en nuestra experiencia de adoración, en nuestra caminar diario con él.