¿Estás Caminando en Arrepentimiento?

David Wilkerson (1931-2011)

La iglesia de Jesús es un lugar donde los pecadores se arrepienten de sus pecados, con su corazón y su boca. De hecho, el apóstol Pablo atestigua: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:8-10).

En pocas palabras, somos llevados a la salvación a través de nuestra abierta confesión de arrepentimiento. Jesús declara: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13). Y, él dice, el arrepentimiento es cómo somos sanados y restaurados: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32).

¡Amados, estas son buenas noticias! Jesús nos está diciendo: “En mi iglesia, todos son sanados mediante el arrepentimiento. No importa quién seas: los quebrantados físicamente, los enfermos mentales, los enfermos espirituales. Todos deben venir a mí de la misma manera y todos hallarán sanidad”.

El arrepentimiento estaba en el corazón del primer sermón después de la resurrección de Cristo cuando Pedro le dijo a las multitudes reunidas en Pentecostés: “Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros… prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:22-23). Cuando la gente oyó esto, cayeron bajo una poderosa convicción. La Palabra predicada atravesó sus corazones, porque el Espíritu Santo había venido con todo su poder. Y según Jesús, esa es precisamente la obra del Espíritu. Él dijo que el Espíritu Santo “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).

Las multitudes se conmovieron tanto cuando oyeron esto, que no podían moverse. De pronto, ante ellos estaban los mismos asuntos de la vida y la muerte. Cuando clamaron a Pedro y le preguntaron qué debían hacer, él respondió: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados… Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:38, 40).

Como cristianos, debemos estar inmensamente agradecidos por la presencia del Espíritu Santo y debemos permitirle que haga su obra verdadera en nosotros. Jesús quiere que camines en su paz mientras vives el arrepentimiento.

Tags