¡HAZ ESTO Y VIVIRÁS!

Gary Wilkerson

Muchas personas se sienten frustradas porque, aunque tienen un gran conocimiento de la Palabra de Dios, tienen poca experiencia en practicarla.  Dios quiere que haya un matrimonio entre lo sabemos y el modo en que vivimos.

En el Antiguo Testamento e incluso en los tiempos de Jesús, el estudio intenso de la Palabra de Dios era una parte integral de la vida judía.  El niño hebreo comenzaba la escuela cuando tenía seis años y su educación iniciaba con este versículo: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4).  Luego, de los seis a los nueve años, estudiaría la Torá, los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.  Algunos historiadores nos dicen que los niños más brillantes memorizaban toda la Torá.  ¡Increíble!

“Gustad, y ved que es bueno Jehová” (Salmo 34:8).  El rabino en realidad echaba miel en el pizarrón de la clase, mojaba su dedo en la miel y dejaba que los niños la probaran.  A medida que se consumía la miel de la pizarra, aparecían las letras de la lección.  ¡Qué forma tan encantadora de comenzar tu educación!  A medida que los niños avanzaban en su aprendizaje, desarrollaban la maravillosa característica judía de debatir unos con otros: aprender a discutir.

En los días de Jesús, “un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Lucas 10:25).  El brillante joven erudito probablemente estaba emocionado de participar en el debate con el Maestro, cuando Jesús respondió: “¿Qué está escrito en la ley?” (10:26).  El joven respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (10:27).  Jesús le dijo en el versículo 28, “Haz esto, y vivirás”, ¡haciendo un llamado a la acción!

Luego, Jesús contó la parábola del Buen Samaritano, lanzó un desafío al joven abogado y puso su mundo al revés.  Dejó en claro que no era suficiente con el solo hecho de memorizar o debatir la Palabra, sino que debía actuar en base a ella.

El llamado de Jesús va más allá de sólo escuchar y memorizar sus palabras;  debemos ponerlas en práctica.