Acercándose al Señor

En el Antiguo Testamento, la fiesta de Jerusalén era un evento increíble. Tres veces al año, los Israelitas venían desde todos los rincones del país al templo en Sión para participar de los días de fiesta. Este era el acto más religioso que la persona podía hacer. Los sacerdotes lo comparaban con "venir cerca del rostro de Dios" o "acercarse al Señor".

Israelitas de todas las clases sociales hacían largas y sinuosas filas en el patio del templo, para que los sacerdotes examinaran los animales que ellos habían traído para el sacrificio. Luego llegaba el momento del sacrificio. El sumo sacerdote mataba al animal y con su sangre rociaba varios lugares alrededor del altar. Entonces, mientras el sacrificio era quemado sobre el altar, el incienso llenaba el aire con un dulce aroma.

Esta es una escena de un día en la iglesia moderna de Jesucristo. El pueblo de Dios viene a la iglesia para acercarse a él, trayendo sacrificios de alabanza y dulce incienso a través de sus oraciones. Como los israelitas, ellos entran en la santa presencia de Dios, obedenciendo sus mandamientos para acercarse a él.

Por décadas, el profeta Isaías fue testigo de estos sacrificios ofrecidos en Israel. En un momento él dijo que los sacerdotes se habían corrompido y que la casa de Dios se había contaminado. El pueblo vivía a su antojo, con sacrificios a medias que dejan ver un estilo de vida pecaminoso. Su actitud era: "He hecho lo que se espera de mi. Me he acercado a Dios".

Finalmente, Dios envió a Isaías al templo durante los días de la gran fiesta para entregar un duro mensaje: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra" (Isaías 1:10). Imagina al pueblo en shock a escuchar estas palabras. El profeta continuó: "¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos" (1:11).

Dios estaba diciendo: "Hacen una fila de sacrificios y lo llaman culto, pero todo esto es una abominación para mí. Tu corazón no está en esos sacrificios. Tu vienes para acercarte a mí pero tu mente está en otro lugar. Esto es todo una farsa. ¡Terminen con esto!"

Creo que el mensaje de Isaías es especialmente importante para la iglesia cristiana de hoy. En efecto, Jesús tomó el mensaje del profeta y lo aplicó a su época: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí" (Mateo 15:7-8). Cristo estaba diciendo: "Cuando Isaías profetizó, él hablaba de ustedes".

Podemos aplicar esas profecías a nuestros días también. Ahora mismo, hay iglesias promoviendo conferencias de alabanza y seminarios de adoración. Sin embargo ¿cuántos de los que asisten a esos encuentros han puesto oído a la profecía de Isaías? Según el Señor, solo los de manos limpias y corazón puro entrarán en su santo monte. Pero ¿cuántos cristianos entran a adorar con sus corazones llenos de lujuria y sus mentes puestas en las cosas del mundo?

Vivimos en la generación más ilustrada de todos los tiempos. Aún así, veo cristianos hoy en día que entienden muy poco sobre el significado de acercarse a Dios. Tenemos que resolver el problema de una vez por todas: Dios no acepta adoración o alabanza de hipócritas que se acercan a él como les da la gana.

Recuerdo un tiempo en mi vida cuando oraba por el siguiente versículo: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros" (Santiago 4:8). El clamor de mi corazón era: "Señor, atráeme, acércame más a ti. Quiero estar más cerca de ti que lo que nunca antes he estado. Señor, revélate a mí como nunca antes".

Dios me contestó pero no con la respuesta que yo esperaba. Él respondió con una pregunta: "¿Para qué quieres acercarte a mí, David? ¿qué es lo que te motiva a desear eso?" Lo primero que pensé fue: "Es obvio. Es lo que hacen los cristianos. Nuestro caminar de fe consiste en tratar de acercarse a ti y sobre estar junto a ti. Solo quiero estar más cerca de ti Señor" Otra vez la pregunta volvió a mí "¿Por qué David? Conozco tu corazón, tus motivaciones para querer más de mí en tu vida. Pero ¿lo sabes tú?

El hecho es que cada cristiano siente al Espíritu Santo llamándolo a una mayor intimidad con el Padre. Ese llamado continuará hasta el día en que vayamos a casa en los cielos. El Espíritu Santo moverá continuamente nuestros corazones a profundizar más, estar más cerca, buscar más intimidad con el Padre. Pero también existe algo como acercarse a Dios por los motivos incorrectos. En otras palabras, podemos desear estar cerca de él pero por varias razones equivocadas. Yo quiero considerar algunos de los motivos equivocados para acercarse al Señor.

Perdemos el propósito de acercarnos a Dios si lo hacemos solo hablando y no escuchando.

Todos queremos ser edificados al estar cerca de Dios. Queremos llevarle nuestras cargas y dejarlas allí, y queremos bañarlo en alabanzas. Pero, cuando entramos a su presencia, comenzamos a hablar. Muchos de nosotros solo hablamos y no escuchamos. Es una comunicación unidireccional. Pasamos horas orando y alabando en privado y luego nos sentimos bien. Pero nunca permitimos que Dios nos hable a nosotros. Si no le damos un tiempo similar para hablarnos, entonces estamos andando como turistas por sus atrios.

El Señor quiere poder gobernarnos, hablarnos, responder nuestras preguntas. Él anhela mostrarnos cómo vencer el pecado y ser libres de la esclavitud. Él quiere bendecir nuestro matrimonio, nuestra familia, nuestro ministerio.

En ambos testamentos, el patrón bíblico es claro: Dios habla solo a quienes se acercan a él para oír y adorar.

Elías declaró: "Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy..." (1 Reyes 17:1). La palabra hebrea para "estoy" significa "permanecer" que quiere decir quedarse o esperar. Debido a que Elías esperaba ante el Señor, él escuchaba a Dios y fue ungido para hablar su palabra. Y Dios siempre fue fiel en guiar al profeta.

Por ejemplo, Elías estaba orando pacientemente cuando recibió palabra de Dios para construir un altar en el monte Carmelo. En ese momento, el rey de Israel, Acab, fue a matar a Elías, pero el profeta ni siquiera pestañeó. Él se paró audazmente delante del carro de Acab y dijo: "Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy... Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal" (18:15 y 19).

¿Cómo respondió el malvado Acab? Él obedeció todo lo que Elías le mandó hacer. ¡Maravilloso! Incluso los demonios tiemblan ante las palabras de alguien que ha escuchado a Dios. Cuando un creyente viene de la presencia de Dios, habla con autoridad.

Vemos el mismo patrón en el Nuevo Testamento. Quienes buscaron la presencia de Dios recibieron su dirección. Hechos nos dice: "Pedro subió a la azotea para orar" (Hechos 10:9). Cuando Pedro estaba orando, entró en un trance y no pudo orar ni decir una palabra. Evidentemente, Dios quería que Pedro estuviera quieto, porque tenía algo importante que decirle. Entonces, el Espíritu Santo lo despertó y habló con él tres veces en la azotea, con instrucciones claras y específicas: "He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado" (10:19-20).

Pablo experimentó esto también. En Antioquía, conoció a algunos hombres piadosos que esperaban en el Señor. Una vez más vino la voz de Dios: "Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (Hechos 13:2). Una vez más, la dirección de Dios fue clara y específica.

Cuando Dios encuentra un pueblo tan expectante, lleno de fe y paciente en su presencia, él habla.

Cualquier adorador casual puede entrar a la presencia de Dios con alabanza y oración. Él presenta su ofrenda y hace su petición y luego se va para regresar rápidamente a sus preocupaciones mundanas. Dios espera hasta que esos turistas se hayan ido para manifestar su presencia. Él le confía su dirección solo a quienes esperan en él. Algunos necesitan un toque fresco de él. Otros necesitan ser librados de la esclavitud. Algunos desean simplemente alabar al Señor con salmos y cánticos de amor. Otros escuchan una palabra de esperanza en sus tiempos de angustia. Y otros solo quieren ser los oráculos para los perdidos y buscan su palabra para ellos. Cuando Dios encuentra un pueblo expectante, lleno de fe y paciente en su presencia, él habla. Su palabra llega a todos los que esperan y piden con fe.

Dios promete que si nos acercamos a él, él se acercará a nosotros. Y él vine a nosotros con un propósito: gobernar nuestras vidas. Él quiere darnos su dirección y hablar su paz a nosotros. "bienaventurados todos los que confían en él... el que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá... Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda" (Isaías 30:18-19 y 21).

Creo que este pasaje resume todo lo que significa acercarse a Dios. Y Jesús dio el ejemplo, escapando a las montañas y otros lugares secretos para esperar en el Padre. Él se entregó a sí mismo para recibir diariamente dirección. Y el Padre respondió acercándose a él cada mañana, despertando sus oídos con una palabra. Cristo nunca cayó en confusión. Él oía claramente al Padre porque esperaba fielmente en él a diario.

Yo creo que esto es posible para todos los hijos de Dios. Quizá has esperado en el Señor una larga noche y su palabra no ha llegado. Te ruego que seas paciente. Cree que su palabra vendrá a ti en la mañana. Tu Padre abrirá tus oídos, tal como lo hizo con Cristo, y te hablará claramente sobre tu necesidad.

"Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo" (Salmo 65:4). Nota aquí: Dios nos escoge. ¿Sientes que el Señor te está atrayendo? ¿Te sientes más y más atraído a la oración? ¿Clama tu alma por caminar más cerca de Dios? El Señor te ha escogido, llamándote hacia él - para que le adores todo el día, para que oigas su palabra todo el tiempo, y para que seas completamente lleno y satisfecho de su bondad, aún en medio de tus pruebas.