Una Fe Loca

¿Has sentido que Dios está a punto de provocar algo tremendo en tu vida? ¿Ha hablado a tu corazón: "He preparado algo especial para ti. Estás a punto de entrar en un caminar conmigo que nunca has conocido antes"? Tal vez tu vida ya ha sido grandemente bendecida por Dios. Pero ahora el Espíritu Santo está diciéndote que su antigua promesa está a punto de llegar a su pleno cumplimiento – y que te asombrará.

Si esto describe tu vida en este momento, puedo decirte con la autoridad de las Escrituras: Prepárate para examinar tu corazón.

Lo que sigue es lo que yo llamo experimentar “una fe loca”. Una fe loca es creer que no importa cuán buenas hayan sido las cosas hasta ahora, lo mejor aún está por venir. Es una fe que dice: "Por más que soñemos y hagamos grandes cosas para el reino de Dios, su visión siempre es aún mayor." Lo que el Señor ha hecho en la breve existencia de la iglesia que pastoreo ha superado mis expectativas más atrevidas. No ha habido ni una semana en que alguien no entregue su vida a Jesús – y casi todas las semanas son varias personas. Siempre que repartimos alimentos a los pobres, muchos de ellos nos preguntan: "¿Por qué haces esto?" Nosotros respondemos: "Es Jesús," y entonces ellos le dan sus vidas.

Todo eso sucede milagrosamente. En los tres años de nuestra iglesia, ésta ha crecido de tres parejas a cerca de 1.500 personas los domingos. Los nuevos creyentes están madurando rápidamente para convertirse en fieles discípulos, creciendo en el conocimiento de Dios. Ellos están bien encaminados hacia nuestro objetivo para ellos: que lleguen a ser misioneros radicalmente devotos para Jesús, dondequiera que él los guíe.

Dios no sólo está superando nuestras expectativas; él está mostrándonos cuáles son sus expectativas, y éstas son asombrosas de ver. Todavía hay un cuarto de millón de personas solo en nuestra área que no conocen a Cristo, y el año pasado el Señor nos movió a plantar dos nuevas iglesias aquí, una de ellas en una zona conflictiva de la ciudad. Yo estoy simplemente atónito por las grandes obras de Dios.

Esta es la parte más loca de todas: Creo que cosas mayores están por venir. Estoy convencido de que Dios se manifestará con más fuerza – no sólo en salvaciones sino en la divulgación, en la ayuda a los pobres, en el impacto sobre la ciudad, y todo esto de una forma “kabas”. Esta es la palabra hebrea para "la presencia espesa y pesada de Dios" suena increíble, ¿verdad? Por supuesto que sí. Pero ahora viene la parte difícil.

 

Es exactamente en este punto que Dios pide a su pueblo que examine sus corazones.

 

Dios está detrás de cada obra gloriosa, y él no compartirá su gloria. Él no permitirá que nada obstaculice el camino hacia el brillante resplandor de su Hijo. Por lo tanto necesita vasijas limpias para hacer su obra. Así, en el momento cumbre cuando sus bendiciones y poder estén fluyendo libremente a través de su pueblo, él les dirá: “Ahora hagan una pausa y pongan todo en espera. Yo quiero que examinen su corazón.”

Esa es la palabra que yo sentí que Dios quería que predicada cuando recientemente nuestra iglesia celebraba su tercer aniversario. Tú puedes imaginarte mi vacilación. Me imaginé a toda la congregación mirándome fijamente, perplejos y pensando: “Espera – tu nos estás diciendo que todo está muy bien, pero luego te das la vuelta y dices que necesitamos cambiar.” Sería como el marido que lleva a su esposa a cenar por su aniversario y le dice: “Cariño, he estado esperando para hablarte de los kilos extra que estás ganando”.

Eso no es exactamente lo que se siente cuando Dios nos pide que nos examinemos. Después de todo, nosotros sabemos que nuestra justicia es como trapo de inmundicia, que necesitamos su gracia. Pero el hecho es que justo cuando estamos balanceándonos en el borde de la más grande obra de Dios en nuestras vidas, él nos pide que reflexionemos sobre estas preguntas: “¿Hay algo en mi corazón que desagrade al Señor?, ¿He sido negligente en hacer algo que él me pedía? No quiero nada en mi vida que estorbe lo que Dios quiere hacer”

Dios siempre está trayendo a su pueblo a este punto. ¿Por qué? Antes de que Dios pueda traer lo mejor, él debe hacer algo profundo en nosotros. Él quiere darnos su victoria, pero él también quiere nuestra completa devoción a él.

Los primeros seis capítulos de Josué describen la gloriosa obra que Dios hizo en medio de su pueblo por algunos años. Israel acababa de ser liberado después de 400 años de esclavitud. Ellos habían salido de 40 años de vagar por el desierto. Y después de todo esto Dios los había bendecido. Ahora ellos estaban al borde de Canaán, la tierra que fluye leche y miel que él les había prometido años atrás. Entonces ellos entraron – ¿y qué pasó? – inmediatamente Josué se dirigió a la joven generación de hombres y los apartó para Dios. Las escrituras usan la palabra “circuncidó” para describir esa preparación, pero el sentido más profundo es: “Ellos fueron alistados.”

¿Por qué hizo esto Josué? Ahora que habían entrado a la tierra, ellos se enfrentarían a los gruesos e impenetrables muros de Jericó. Conquistar a este enemigo sería imposible para los desaliñados israelitas. Pero Dios les decía: “Yo les he bendecido los últimos años. Ustedes han experimentado mis increíbles riquezas, pero vuestro trabajo aún no ha terminado.”

¿Cómo preparar a los israelitas para esta batalla? No afilando sus espadas ni puliendo sus armaduras. En lugar de ello, la preparación tenía lugar en el interior de sus corazones. Dios les mandaba dar la vuelta en círculo a la ciudad cantando cánticos, alabando y esperando en él. Finalmente, él les hizo alzar sus trompetas y emitir un solo toque. En un instante, esas enormes murallas se derrumbaron.

Josué y sus hombres entonces realizaron grandes hazañas, derrotando a sus enemigos, heredando tierras y viendo victorias como nunca antes. De hecho, Josué hizo algo que ni Moisés había hecho: él derrotó a treinta y un reyes. Eso fue diez veces más que los reyes que había derrotado Moisés. Yo creo que esto es un panorama de cómo el Señor quiere hacer en todas nuestras vidas. Él quiere aumentar diez veces el derramamiento de su Espíritu en formas asombrosas y quiere que nosotros creamos que él quiere hacerlo todo. En resumen, él quiere que nosotros tengamos una fe loca.

 

Algo pasó en medio de esta gran victoria, que debía ser tratado.

 

En el capítulo 7, el Señor advirtió a Israel a no tomar ningún despojo de los enemigos derrotados. ¿Por qué esta prohibición? Dios quería fijar los ojos de su pueblo en las cosas de arriba, no en cosas “destinadas a la destrucción” (bienes materiales que se desvanecerían como la hierba).

Pero un hombre, Acán, decidió tomar algunas cosas para sí. “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno,  y doscientos siclos de plata,  y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos,  lo cual codicié y tomé” (Josué 7:21). No era mucho en realidad – sólo una bonita manta y un puñado de plata y oro. Pero siempre son las cosas pequeñas en la que Dios pone su dedo ¿Por qué? Él sabía que aun una pequeña cosa puede dificultar el cumplimiento de su completo plan para nosotros.

¿Tienes algo en lo que has sido negligente – una cosa que podría estar deteniendo lo mejor de Dios para ti? Para muchos de nosotros, estas serán cosas razonables. Podría ser un deseo de aferrarse al dinero para ahorrar lo que el Señor quiere regalarnos. Podría ser aferrarse a una carrera demandante que nos aleja de nuestras familias. Como Acán, podríamos aferrarnos a alguna cosa “insignificante” sin considerar lo que eso hace a nuestros corazones.

Nuestro Dios quiere hacer cosas grandes y poderosas a través de nosotros. Él quiere expresar su amor al mundo a través de nosotros. De modo que si nosotros nos aferramos a una cosa que se interpone en su cumplimiento– algo de terquedad, algo de rehusarse a confiar en él para todo – él ha nos lo señala.

Incluso Dios a veces quiere añadir algo a nuestras vidas antes de llevarnos a su mejor momento. Esto puede implicar algo que no hemos hecho, así que también debemos preguntarnos: “He sido lento en responder algo que Dios me ha pedido que haga?”

Encontramos un ejemplo en Hechos, cuando los discípulos recibieron un nuevo miembro para reemplazar a Judas. Mientras estaban en el aposento alto, ellos echaron suertes y eligieron a Matías. Esto parecía una cosa pequeña; estos mismos hombres habían visto a Jesús haciendo maravillas, abriendo los ojos a los ciegos, echando fuera demonios, incluso resucitando a un hombre de entre los muertos. Ellos vieron el reino de Dios avanzando en la tierra como nunca antes en la historia. Y cuando Cristo ascendió al cielo, les dio unas increíbles palabras: “Ustedes harán obras aún mayores, una vez que reciban mi Espíritu. Él les dará poder. Cosas mayores están por venir!”

De hecho, estos mismos discípulos irían más allá de Israel y el Medio Oriente, en Europa, India y África, predicando las buenas nuevas de Cristo a las naciones, todo dentro de su generación. ¿Qué hacía tan importante añadir ahora otro discípulo? Ellos lo hicieron por una simple razón: Pedro sentía que esto era algo que Dios quería que hicieran.

“En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos… y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas… que era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio… Porque está escrito en el libro de los Salmos: “Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: tome otro su oficio.” Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros… uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.” (Hechos 1:15-17 – 20-22).

Hay una gran lección aquí para la iglesia de Cristo hoy día. Esta es, nunca pasar por alto una persistente inquietud en el corazón, no importa cuán pequeña sea. Dios pone su dedo en esas cosas por una razón: para revelar la respuesta de nuestro corazón a él.

Como pastor, estoy inquieto cuando veo a la gente de nuestra iglesia no enfrentando los problemas en sus vidas. Cuando les pregunto a algunos de ellos, me responden: “Gloria a Dios, él me está bendiciendo”. Pero yo sé que su hijo adolescente ha sido arrestado, o hay una ruptura con su cónyuge, o están horriblemente enojados con alguien de la congregación.

Sí, Dios tiene grandes cosas reservadas para nosotros, pero no podemos entrar en ellas hasta que tratemos con los problemas de nuestros corazones primero. Tus problemas pueden ser una cosa pequeña, pero a los ojos de Dios, es la única cosa importante en este momento. Sin abordarlo, no habrá posibilidad de acceder a lo mejor de Dios para nosotros. Dios siempre quiere todo en orden antes de abrir la puerta a la siguiente asombrosa etapa de su obra. Y lo que los discípulos vieron ocurrir en esa misma hora fue verdaderamente asombroso: tres mil personas se convirtieron.

¿Qué es lo que el Señor está señalando con su dedo en tu vida? ¿Es quitar una cosa pequeña? ¿O es añadir algo que has abandonado? No te demores en responder la fiel voz del Espíritu Santo. Tratar con esa pequeña cosa puede determinar todo tu futuro. ¿Te vas a examinar? Si lo haces, podrás ver las mejores cosas que Dios tiene por delante – y tu habrás agradado a Aquél que quiere bendecirte.