¿Seguirás Su Dirección?

David Wilkerson (1931-2011)

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Salmos 32:8-9).

En estos dos breves versículos, Dios nos da una de las mejores lecciones en toda la Escritura sobre orientación. Primero, hay una promesa preciosa para nosotros, una base sobre la cual podemos edificar una gran fe. ¡Este fundamento es su disposición para conducirnos y guiarnos en todo! Al comienzo del capítulo, descubres que esta promesa se ofrece a un pueblo especial: aquellos cuyo pecado ha sido cubierto y en quienes no hay engaño; que tienen la mano del Señor posando sobre ellos; que son piadosos y oran en un momento en que pueden ser oídos; quienes están escondidos y preservados de problemas; y que cantan cánticos de liberación.

Sin embargo, la Palabra de Dios dice que una persona puede ser un creyente que disfrute de todos los beneficios espirituales de ser un hijo de Dios y aún así seguir siendo como una mula terca cuando se refiere a someterse a su dirección. Dios dijo de Israel: “Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: Pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis caminos” (Salmos 95:10).

Básicamente, Dios estaba diciendo: “¡Después de todos esos largos años de recibir mi tierna dirección y mis milagrosas liberaciones, todavía no tienen la menor idea de cómo obro! Y ellos ni siquiera intentan comprender mis principios de dirección”.

Dios quiere un pueblo que lo conozca lo suficientemente bien como para moverse ante su menor insistencia, pero la mayoría de los creyentes no pasan suficiente tiempo en su presencia para conocerlo de esta manera. Los israelitas eran hijos tercos como mulas, demasiado egocéntricos para confiarle a Dios su futuro. Querían una salida rápida y fácil de los lugares difíciles y no aprendieron nada de las direcciones sobrenaturales que los llevaron de la esclavitud hasta la entrada de la Tierra Prometida.

Amado, Dios preferiría guiarnos con su ojo que con cabestro y freno. Él quiere que tengamos un firme conocimiento de sus caminos y una seguridad constante de su mano de guía y dirección sobre nosotros.