SIENDO SANADO

Gary Wilkerson

Mi amigo evangelista Nicky Cruz llama a la iglesia un hospital del Espíritu Santo. No puedo estar más de acuerdo con esta descripción. La iglesia es y debe de ser un lugar de sanación. En mis décadas como pastor, he dado consejería a mucha gente que ha necesitado restauración después de vivir una vida con el corazón roto.  

Los mayormente dañados son aquellos que vienen de hogares destruidos. Algunos cristianos fueron dañados por sus padres divorciados. Algunos fueron abandonados por su madre o padre. Algunos fueron abusados por un miembro de la familia. Han cargado sus heridas hasta su adultez, y algunas veces el patrón ha sido repetido. Sus parejas se divorcian de ellos, y enfrentan el rechazo de nuevo; o alguien de gran valor para ellos abusa de ellos nuevamente, y piensan que ellos lo merecen.

¿Cómo es que alguien puede manejar con esas heridas tan profundas? La mayoría de la gente que le he dado consejería tratan de reprimir el dolor. Ellos no permiten que sus emociones salgan a la superficie porque son muy dolorosas de enfrentar. En vez de hacer esto, las reprimen, entierran su dolor en la adoración o en un estudio de la Biblia. Otros tienen problemas con adicciones, pero su dolor interno no los deja en paz.

Jesús no le prometió a nadie a vivir sin dolor, pero sí prometió que podríamos ser restaurados a una vida abundante. ¿Cómo se ve eso en un Cristiano herido que sufre?

El primer obstáculo para mucha gente herida es la pregunta difícil, “¿Cómo permitió Dios que esto sucediera?”

¿Alguna vez te has preguntado qué lindo seria vivir en una vida sin tener vergüenza o pena? Ya no ser contaminado por el pensamiento cíclico que te recuerda todos tus fracasos y heridas. No seria liberador no estar constantemente pensando, “¿Qué fue lo que hice, que Dios permitió ser abusado y herido de pequeño? ¿Qué hice para causar mi divorcio? ¿Por qué permitió que mi hijo/hija se convirtiera en prodigo? ¿Por qué tengo que pasar por este dolor?

El libro de Jueces ofrece una visión dentro del dolor de esta pregunta. Cuando Josué lideró a los Israelitas a la victoria en Canaan, Dios permitió que algunos enemigos se quedaran en la tierra. ¿Por qué haría eso?

Dios explica el por qué: “tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; para probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová, andando en él, como lo siguieron sus padres. Por esto dejó Jehová a aquellas naciones, sin arrojarlas de una vez, y no las entregó en mano de Josué.” (Jueces 2.21-23) El siguiente capitulo repite esto: “Y fueron para probar con ellos a Israel, para saber si obedecerían a los mandamientos de Jehová, que él había dado a sus padres por mano de Moisés.” (3.4)

Dios dejó a los enemigos de Israel alrededor para que los Israelitas pudieran ser probados. Algunos podrán leer esto y pensar, “Wow, Dios no puso mucha fe en Israel. Es casi como ponerlos en unas circunstancias para que fallaran.” Al leer este pasaje, no lo interpreto de esta manera. Dios claramente estaba hacienda algo diferente aquí.

Todos conocemos gente que desea un reto. Donde yo vivo en Colorado, mucha gente va a escalar las rocas o participan de triatlones o hacen la competencia “Iron Man” por una razón: Ellos quieren probar su propio brío. Quieren saber si ellos tienen algo dentro que los haga resplandecer en el reto.

Yo creo que nuestro Padre mantiene un mismo tipo de prueba para sus hijos. No es porque El desee que caigamos. Su propósito es lo opuesto. El quiere que nosotros veamos y tomemos el poder que tenemos en Cristo Jesús, una fuerza que no conoceríamos a menos que nuestros enemigos estén en nuestra tierra.

Muchos de nosotros no sabemos cuan Fuertes somos en Cristo y el poder que el pone en nosotros para su gloria. Juan nos dice, “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” (1Juan 4.4.) Hemos recibido increíble autoridad por el Espíritu que vive en nosotros. Debemos hacer uso de esa autoridad al enfrentar a nuestros enemigos.

Yo veo cuatro enemigos principales frustrando a Cristianos el día de hoy

El enemigo número uno es el ansioso miedo. Si tú has tenido una historia familiar difícil, la ansiedad es una realidad para ti a diario. Esta puede ser una ansiedad flotante, no asociada a alguna realidad presente. No sabes por qué estas ansioso, pero te encuentras preocupado sobre de cosas que piensas pueden suceder. De pronto, estas lanzando cosas fuera de proporción que aun no existen.

Por ejemplo, te das cuenta de que tu hijo esta fumando marihuana y empiezas a pensar, “¿Qué pasará si queda atrapado por un circulo de adictos? Lo llevarán a tomar drogas con mayor riesgo. ¿Qué pasará si hace algo que lo lleve a la cárcel?” Gente con un fondo familiar difícil son más vulnerables a pensamientos como estos. Sus heridas profundas pueden causarles que proyecten su pasado a su futuro. Es un mecanismo inconsciente de copia que dice, “Si yo pienso que va a suceder, entonces no estaré sorprendido de la manera que fui sorprendido cuando mis padres se divorciaron.”

Para cualquier hermano o hermana herido leyendo esto, la Biblia habla un principio más que de cualquier otro: “No temas.” ¿Por qué Dios diría esto muchas más veces que “No pequen” o “Amense unos a otros”? Debe de ser porque Dios sabe muy bien que tendríamos eventos llenos de miedo en nuestras vidas, y esas realidades pueden hacer que nosotros queramos retroceder.

Nosotros ya sabemos que hemos sido dotados de una autoridad sobrenatural para permanecer en la lucha. Jesús también nos asegura con esto: “Aquí en la tierra tendrán muchas dificultades y dolores. Pero recobren ánimo, porque YO he vencido al mundo.” (Juan 16.33, mi énfasis)

El enemigo número dos para muchos Cristianos es una sensación de rechazo. No hay peor golpe para el deseo humano que la experiencia del rechazo. Nos dice directamente que no tengas esperanza de nuevo. Podemos desear muchas cosas buenas - relaciones, amistades, un esposo, un llamado- pero mas bien cuando enfrentamos de nuevo el rechazo, apagamos nuestros deseos. En realidad, no puedes apagar una parte de tu corazón y no esperar que otras partes no sean afectadas. Si decides apagar el dolor, también apagas la posibilidad de recibir amor para sanar el dolor. Amigo, nuestra fe se basa no en las experiencias del pasado pero en el futuro que Jesús ha preparado para nosotros. “Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza.” (Salmos 62.5)

El tercer enemigo es aislarse en soledad. Nuestras profundas heridas tienden a separarnos de la comunidad, sin embargo, ahí es donde mayormente somos sanados.

Piensa en la poderosa pareja que fue diseñada por de Dios: Adán y Eva, Abraham y Sarah, Moisés y los ancianos, David y Jonathan. En muchas situaciones de gran necesidad, había comunidades – aun de solo dos personas – que estaban juntas para fortalecerse entre ellos en su fe. No puedo imaginar la vida sin mi alentadora esposa, Kelly, quien me dice en cada dificultad, “No huyas Gary. ¡Quédate en esta batalla! Estas siendo probado, pero ya te ha sido dada la victoria.”

Cuando enfrentas tu batalla, ¿lo harás solo? ¿O te abrirás al amor de Dios que ha provisto para ti en tu comunidad?

Nuestro final “enemigo en la tierra” es muy común para muchos Cristianos que he aconsejado.

El cuarto enemigo es autodesprecio u odio a uno mismo. Muchas veces que he dado consejería a gente, empezamos con la herida, el rechazo y la vergüenza. Casi siempre, el núcleo del problema es que la persona se culpa a sí mismo por la herida. Un hombre puede decirme, “Mi madre usualmente me abofeteaba. Seguramente yo debo haberla provocado para hacer eso.” Una mujer podrá decirme, “Mi esposo me dejó. Seguramente fui una mala esposa.”

Esto es diferente a una pena que dice, “Estoy equivocado.” Esta pena dice, “Yo estoy mal”. Esto le dice a la persona que su corazón esta podrido. Así que ellos tratan de reinventarse, construyendo una personalidad diferente que los demás encuentren aceptable.

Nos ha sido dada una fuente de autoridad sobre cualquier falsa pena. Es el amor incondicional de Dios. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13.4-7) Yo sugiero que cada persona herida aplique este amor incondicional hacia sí mismo. Después de todo, describe el amor de Dios hacia ti. Nadie que se ama a sí mismo de la manera que Dios le ama necesita aceptación externa porque ellos ya tienen la aceptación de aquel que vive dentro de ellos. Ellos no necesitan construir un falso ser porque su verdadero ser es celebrado por su mismo creador y salvador.

Deja de permitirte a ti mismo decir, “¡Yo soy un fracaso, soy un perdedor!” Un amor incondicional revela la verdad: “Tú estas creciendo. Estas siendo ensanchado. Este reto te está llevando a nuevas alturas por la misericordia por que el fundamento misericordioso, sanador y lleno de gracia que Jesús ha puesto debajo ti, es firme.”

Quedate en la lucha, quédate en la comunidad y encuentra su abundante vida llenándote día tras día. Podrán haber enemigos en la tierra para probarte, pero tu Padre ha puesto poder en ti para conquistarlos a todos. Él te ha llamado a echar mano de ese poder para tu sanidad y para su gloria. Amen.