Una vida de grandes consecuencias

Yo fui criado en Nueva York, pero cuando estaba en la preparatoria mi familia se mudó a la parte Este de Texas. Durante mi primer año allí, no era conocido como Gary, sino como «yanqui». Cuanto más que trataba de ocultar mi acento neoyorquino, miradas más perplejas recibía, junto con la pregunta, ¿«qué acabas de decir»?

Mientras trataba de dejar mi acento de Brooklyn, aprendí a trabajar en una granja – matando víboras, cabalgando a caballos y arreando el ganado. Mientras formaba amistades, me empezó a gustar la vida en Texas. Pero hubo una cosa que nunca pude soportar: los Vaqueros de Dallas, conocidos como «el equipo de América». Mi corazón todavía estaba con los agresivos Gigantes de Nueva York y los Jets de Joe Namath. Eventualmente, mi disgusto hacia los Vaqueros causó en mi vida una genuina crisis espiritual.

Era todavía un adolescente cuando conocí a Kelly, una bella muchacha de Kilgore, Texas, quien llegaría a ser mi esposa. Me gocé por esta rosa amarilla de Texas, especialmente cuando le oí cantar. La belleza de su voz no sólo era un asunto de opinión; Kelly era una cantante reconocida en el coro del estado de Texas. Este pajarillo cantor me cautivó una tarde cuando me abrazó y cantó «Over the rainbow» (Sobre el arcoíris). ¡Mira nomas, Dios! pensé, «Gracias, Dios por enviarme esta chica». Ese momento confirmó mi decisión de casarme con ella. Sin embargo, tan pronto como había tomado esa decisión, Kelly me informó, «He sido escogida para cantar en el Súper Tazón. Y los Vaqueros de Dallas estarán jugando!»

Kelly había sido invitada a ser parte del grupo de canto que acompañaría a John Denver cuando cantara su éxito, «Rocky Mountain High» allí en el partido. Pero esa noticia no me importó. En mi mente, mi novia estaría cantando para los Vaqueros de Dallas – a quien aborrecía más que a nada.

En un pánico, dije cosas que ni siquiera creí: «Kelly, ¿no sabes que ‘Rocky Mountain High’ trata con el tema de fumar mariguana? ¿Cómo puedes hacerlo siendo cristiana»? Confusión apareció en el rostro de Kelly – y yo me di cuenta de lo raro yo sonaba.

Yo estaba enamorado de esta bella muchacha con hermosa voz…y estuve a punto de dejar que un equipo de fútbol se interpusiera entre nosotros. Gracias a Dios que no dejé que este resentimiento insignificante se interpusiera entre la mujer que amaba y su sueño, ni que impidiera 36 años de matrimonio.

Pequeñas cosas en nuestras vidas a veces pueden descarrilar los grandes propósitos de Dios para nosotros.

Salomón escribió, «Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor» (Cantares 2:15 NVI). Él está advirtiendo que muchas veces son los asuntos pequeños e irritantes que nos impiden andar plenamente en el llamado de Dios a una vida abundante en Él.

¿Te acuerdas cuando entregaste tu vida a Jesús? Como otros cristianos nuevos, quizá tu corazón estaba enfocado fijamente en un solo propósito, como un láser. Experimentabas el amor sanador de Dios y anhelabas  compartirlo con otros evangelizando, reconciliando y sirviendo. Mientras avanzabas en esta nueva vida, empezabas a discernir mejor tu papel en el reino de Dios y tus dones para servirlo. Quizá incluso sentiste un llamado a algún ministerio.

Pero luego notaste que algo raro que pasaba. Casi a diario, tu enfoque singular en Jesús fue desplazado por otras exigencias. Cosas pequeñas empezaron a surgir, llamando tu atención y distrayéndote para que poco a poco perdieras tu enfoque en Cristo.

Mi padre, David Wilkerson, estaba muy familiarizado con este aspecto de la vida cristiana. Estaba determinado a tener una vida íntima con Dios a través de oración, y nada podía interrumpirla. Papá oraba entre dos a cuatro horas cada día de su vida, a veces, apartando un día entero para oración y diciéndonos que no lo interrumpiéramos. Sabíamos que no era el tiempo de pedirle ayuda con la tarea. Mi papá estuvo firme cuando le dijo a mi mamá, “No importa si el Presidente llama…a menos que sea una emergencia de vida y muerte, por favor no toquen la puerta de mi oficina” Ella entendió y protegió ese tiempo para él.

La necesidad de tener un enfoque tipo "láser" se demuestra en la famosa familia de los Wallenda. Son equilibristas por siete generaciones. Hace poco más que un año, Nik Wallenda añadió al legado de su familia el caminar por una cuerda floja sobre un desfiladero en el Gran Cañón. El viento fue extremo ese día y Nik no estaba seguro sobre el evento. Pero una vez que se decidió, tuvo enfoque al tipo láser. Emergió de su cuarto con una expresión que inspiró el asombro. Todo los medios se silenciaron y las cámaras se centraron en la cara de Nik. Cada aliento estuvo sincronizado con su tarea. Los vientos fuertes ese día no fueron iguales que su enfoque; vara en mano, caminó hacia la cuerda – y caminó por ella cruzando el cañón, sin distraerse ni por un instante.

El enfoque de Nik Wallenda es literalmente un asunto de vida o muerte. Mas nosotros en la Iglesia de Jesucristo tenemos un llamamiento aún más alto – pero ¿tenemos su enfoque al estilo láser? ¿Con qué frecuencia nuestras distracciones se pasan a días, meses, incluso años de vagar y de mediocridad?

Juan el Bautista no se permitió distraerse, llevando una vida de grandes consecuencias.

El evangelio de Juan nos dice, «Se entabló entonces una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos en torno a los ritos de purificación. Aquéllos fueron a ver a Juan y le dijeron: —Rabí, fíjate, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, ahora está bautizando, y todos acuden a él» (Juan 3:25-26 NVI). Los seguidores de Juan hablaban sobre Jesús. Evidentemente tenían preocupaciones teológicas acerca de él. A lo mejor habían oído de su milagro en Caná y creían que manejó mal el asunto de los cántaros de agua.

Juan no iba a dejarse distraer por el debate. Sabía que había algo más importante en juego que puntos de fricción doctrinales. Él contestó, «—Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda —les respondió Juan—» (Juan 3:27 NVI). En otras palabras, ¿«podría alguien hacer un milagro como éste si no hubiera sido enviado por Dios? Ese tipo de poder viene solamente del cielo».

Lo que dice después es poderoso: «Ustedes me son testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él’,…A él le toca crecer, y a mí menguar» (Juan 3:28,30 NVI). El enfoque de la vida de Juan era claro: Su santo llamado estaba centrado completamente en Jesús. Por esa razón Juan el bautista fue conocido como un gran hombre.

El problema para muchos de nosotros hoy en día, en nuestra cultura impulsada por el éxito, es que buscamos grandes cosas para nosotros mismos. Ministros, bien intencionados, buscan promover un seguimiento en Twitter. Los cristianos quieren ser oídos aunque sea por quince segundos de tontería en YouTube. Tal vez podemos tratar de convencernos de que estamos persiguiendo asuntos para Dios pero, ¿es Jesús nuestro enfoque en verdad? Sin un examen riguroso de nuestros corazones, no podremos discernir si le estamos agradando a nuestro Maestro o solo estamos siguiendo un anhelo interior de validarnos.

El profeta Jeremías respondió a esa pregunta directamente: ¿«y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo ser viviente, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en cualquier lugar adonde vayas» (Jeremías 45:5 RVR1995). Jeremías hace claro que Dios mide la grandeza muy diferentemente a como lo hace el mundo. Nota bien que él no está diciendo, ¡«no trates de ser grande! Recibirás más puntos espirituales por mostrar falsa humildad». No, más bien, tal como Jesús mismo lo dice, la grandeza se mide por cómo sirves a otros.

Juan el Bautista es un ejemplo bíblico de cómo resistir las distracciones mundanas y perseguir la auténtica grandeza. Él testificó, «el amigo del novio…se llena de alegría cuando oye la voz del novio». (Juan 3:29 NVI). Juan está describiendo el rol de un siervo. Contrasta eso con el dicho despectivo que a menudo se oye actualmente, «siempre la amiga de la novia, nunca la novia» (Nota del traductor: se refiere a un dicho popular en inglés sobre una persona que nunca es la más importante de una situación, sino que siempre tiene un papel secundario). En los tiempos de Jesús, el papel secundario en una boda era un lugar de honor y respeto lo increíblemente demandante que era. De hecho, requería una persona de estatus y gran responsabilidad.

En ese tiempo, el amigo del novio estaba encargado de todo el evento de la boda. Él convocaba  a todos los invitados. Planeaba y organizaba toda la ceremonia matrimonial. Era el anfitrión y supervisor de la recepción. Aún arreglaba la luna de miel, yendo antes de la pareja para asegurarse de que todo estuviera en su lugar para su amigo y la novia. Y aseguraba el nuevo hogar, preparándolo para la pareja. En resumen, el amigo del novio era el responsable de todo.

Su papel era una trabajo rigurosa de amor y entrega, de principio a fin. Al final, se ponía en la puerta del nuevo hogar de la pareja, esperando en la oscuridad mientras la exuberante procesión de boda atravesaba por las calles entre música, gozo y baile. ¡Qué momento glorioso cuando el novio clamaría en la noche, «¡estoy aquí!» y su amigo contestaría fielmente, «¡Y yo estoy aquí!», ayudando a guiar la procesión a la puerta.

Juan el Bautista no estaba diciendo, «La teología no es importante».

Juan decía, «¿cómo pueden estar obsesionados con pequeñeces como éstas si de verdad están enfocados en lo esencial? Jesús va a dar su vida en sacrificio, resucitar de la tumba, y volver a buscar una novia cuya fe es sin mancha y sin arruga. ¿No pueden percibir lo que Dios está haciendo en medio de ustedes?»

Juan tenía una buena razón por su enfoque al estilo láser: Él sabía que estaba a punto de morir. La casa del Rey Herodes le quería matar. Ahora es como si Juan estuviera diciendo a sus seguidores, «sólo me quedan algunos días, y yo tengo una sola cosa en mi mente. Quiero que todo lo que digo sea impulsado con este mensaje urgente: ‘¡Vayan con Jesús!’ Quiero que mi muerte sea por lo único verdadero en este mundo».

Cuando mi hijo Evan estuvo atrapado por su adicción a drogas y esencialmente sin hogar, yo no pasaba mis días debatiendo si debería cambiar mi carro viejo por otro nuevo. Tenía una sola cosa en mente: el bienestar de mi hijo. Incluso asuntos importantes de mi vida pasaron a segundo lugar.

Juan el Bautista tenía una pasión predominante que se expresa en este hermoso versículo: «el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Por eso, mi gozo está completo» (Juan 3:29 RVR1995). Sabiendo que su tiempo era corto, Juan podía regocijarse de una cosa: Jesús había venido para proclamar el reino de Dios.

Todos nosotros tenemos un papel en el reino de Dios – allanar el camino para que la gente pueda recibir a Jesús. Cuando ese es nuestro enfoque singular, al estilo láser, todo el resto de cosas se colocan en el lugar correcto. Dios promete darnos poder para nuestro servicio a Él. Como testificó Juan el Bautista, «El enviado de Dios comunica el mensaje divino, pues Dios mismo le da su Espíritu sin restricción» (Juan 3:34 NVI).

Tú puedes tener el mismo Espíritu de Dios y sin medida, para guiarte en los propósitos que Él ha planeado para ti. ¿Has sido distraído de tu único propósito? Haz que Jesús sea tu enfoque de nuevo. Estás llamado a ser un amigo del Esposo ¡y el sonido de su voz te trae regocijo!