Liberando el Poder Vencedor del Espíritu Santo

Déjenme contarles el caso de dos hombres que conocí. Ambos son ex drogadictos y alcohólicos convertidos, y por algún tiempo ellos llevaron vidas horribles. Los dos son casados y tienen hijos — y mientras ellos eran adictos, tenían problemas con la lascivia, la pornografía y el adulterio. Ellos eran unos timadores, que trataban de engañar y estafar a sus esposas y a sus familiares en todo lo que podían.

Pero ambos hombres vinieron a la Iglesia Times Square y le entregaron sus vidas a Jesús. Ellos lloraron mientras confesaban todos sus pecados y testificaban que habían nacido de nuevo. Además, cada uno de ellos estuvo dispuesto a dejar todo atrás y venir a nuestro ministerio de rehabilitación para drogadictos por nueve meses en el que todo se enfoca en Cristo.

Ninguno de estos hombres tenía algún conocimiento previo del Señor. Pero tan pronto como ellos llegaron a nuestro programa, uno de ellos parecía hacer un gran progreso inmediatamente. Él era muy cooperativo y obediente con todas las reglas del programa. Y este hombre siempre estaba sonriendo. Durante los servicios en la capilla, él entraba entusiasmado en la adoración. Mientras veía a este hombre durante este período, no podía dejar de pensar, “Él se ha convertido en un verdadero hombre de Dios. Ha sobrepasado a su compañero rápidamente.” De hecho, yo estaba preocupado por el otro muchacho. Él siempre parecía estar caído y depresivo. Y le costaba mucho trabajo obedecer las reglas del programa. Él luchaba continuamente con su nueva fe, nunca se le veía tener paz. Nunca sonreía, siempre parecía estar cargado por un gran peso en sus convicciones. Él lloraba durante todos los servicios en la capilla, sin ni siquiera poder levantar su cabeza.

Sin embargo el Señor vio algo en este pobre y angustiado adicto que yo no vi. Él vio dentro de él un corazón dispuesto a seguir a Dios. Luego de convertido, este hombre tenía grandes luchas en su interior grandemente porque estaba determinado a entregarse por completo al Señor, aunque él sabía que existía algo muy intenso en su corazón con lo que tenía que batallar. La razón por la que él se mantenía cabizbajo durante la adoración era porque el Espíritu Santo estaba revelándole el pecado en su vida, y él estaba profundamente convencido. Él no podía ser feliz debido a que lo que veía en sí mismo lo agobiaba.

Después de esa experiencia, yo oré, “Señor, los cambios que has hecho en este hombre agobiado son increíbles. Él tiene un poder tan grande en su vida. Ha obtenido la victoria sobre sus malos hábitos — no tiene ya problemas con la lascivia, ya no tiene esa terrible ansiedad por las drogas. ¡Tu Espíritu lo ha liberado poderosamente! ¿Qué fue lo que viste en él que lo calificó para ser liberado de esa forma y tener poder para vencer el pecado?”

He estado experimentando una profunda y ardiente hambre por conocer qué es lo que mueve al Espíritu Santo a liberar su gran poder en nuestras vidas. Si el poder que él ha prometido no ha sido liberado en nosotros, ¿qué es lo que lo está obstaculizando? ¿Qué es lo que Dios quiere ver en nosotros antes de que tal liberación se lleve a cabo?

He llegado a creer que tres condiciones son necesarias que se den antes que el poder del Espíritu Santo sea liberado en cualquier creyente. Nunca veremos el poder del Espíritu Santo liberado en nuestras vidas hasta que no nos encontremos con estas tres requisitos.

El primer pre-requisito es un corazón totalmente dispuesto ante el Señor.

En el libro de los Hechos capítulo 8 leemos de un hombre que cumplía con estos tres pre-requisitos. Él era un funcionario político de Etiopía que regresaba a su casa luego de una reunión religiosa en Jerusalén. Cuando por primera vez leemos acerca de él, está viajando en la parte trasera de su carruaje en el desierto de Gaza. “...Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías” (Hechos 8:27-28).

Aparentemente este hombre era un estudiante devoto de la Palabra de Dios. Y aunque estaba espiritualmente ciego, tenía un hambre profunda por la verdad. Y ahora, mientras leía el capítulo 53 del libro de Isaías, se encontraba desesperado por saber lo que el profeta estaba diciendo. Puedo decir enfáticamente que este Etíope tenía un corazón totalmente dispuesto ante Dios. ¿Cómo podemos estar seguros de esto? Lo sé porque él estaba estudiando la Palabra de Dios, escudriñando, investigando, ¡buscando al Cordero de vida!

Te pregunto – ¿qué es lo que pretendes encontrar en tu caminar con el Señor? ¿Estás buscando alguna clase de experiencia? ¿Estás buscando algo que un hombre o mujer te puedan dar imponiendo sus manos sobre tí – todo en lo que has sido negligente referente a la Palabra de Dios en tu vida? No puede haber ninguna liberación del poder del Espíritu Santo en ti hasta que no desarrolles un deseo sincero por la leche y la carne que se encuentran en la Biblia. Tienes que tener un hambre de la Palabra de Dios tal como la tenía el Etíope.

David escribió, “Ordena mis pasos con tu palabra,y ninguna iniquidad se enseñoree de mí” (Salmos 119:133). “…mi corazón está asombrado de tu palabra” (versículo 161). “…has engrandecido tu palabra y tu nombre sobre todas las cosas” (138:2). No puedes permanecer asombrado ante la palabra de dios, o que tus pasos sean ordenados por él, a menos que abras tu Biblia! Ésta es una de las razones por las que muchos Cristianos hoy en día todavía se encuentran atados por el pecado, incapaces de obtener libertad. Tienen muy poco conocimiento de la Palabra de Dios.

En muchas iglesias, las personas a duras penas soportan la predicación de la palabra. Ellos no quieren escuchar doctrina bíblica. Prefieren ver maravillas, milagros, emocionalismos, y hablar solamente del poder de Dios. A menudo los escuchas decir cosas como, “En la reunión del reverendo fulano de tal, hubo tal poder. Nosotros necesitamos de ese poder en nuestra iglesia.” Pero ellos no conocen nada acerca del verdadero poder de Dios porque no conocen las escrituras! Jesús le dijo a los Saduceos, “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29).

El autor de Hebreos describe el verdadero poder de Dios. Él dice que todo descansa en la Palabra de Dios: “ Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Aquí tenemos el verdadero poder; ¡que la palabra de Dios es capaz de discernir tu propio corazón!

El segundo pre-requisito es un deseo por obedecer a Dios en toda área.

El Etíope es un claro ejemplo de esto. Él aún era un ciego espiritual porque no tenía una revelación de Jesús. Pero sus acciones posteriores comprobaron que él tenía un corazón dispuesto a obedecer a Dios completamente.

Mientras Dios inspeccionaba la tierra buscando un corazón que estuviera abierto a él, sus ojos se fijaron sobre la figura de un hombre solitario en el desierto de gaza. y cuando él vio a este hombre estudiando diligentemente las escrituras, hambriento por conocer a Dios y preparado para obedecer su palabra, ¡cuán rápido el Señor respondió! De repente, se nos dice, que un ángel le apareció a Felipe en Jerusalén, instruyéndole para que comenzará el avivamiento en Samaria e ir al desierto. “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8:29).

Entonces Felipe salió de viaje hacia el desierto de Gaza. Y cuando el carruaje se acercó, el Espíritu Santo le dijo, “Sube al carruaje, Felipe. Preséntate ante el Etíope” Así que Felipe subió — e inmediatamente le preguntó al Etíope, “¿Entiendes lo que lees?”

El Etíope respondió, “¿Cómo voy a entender si nadie me explica el significado de lo que leo?” “Oh, yo puedo explicártelo,” respondió Felipe. Luego él comenzó a predicar a Cristo bajo la unción del Espíritu Santo. Él le dijo al Etíope que Jesús era el cordero — que Cristo fue crucificado, sepultado y resucitado — y que todos los que confesaran sus pecados, creyeran en él y fueran bautizados, serían salvos de sus pecados y obtendrían la vida eterna.

El Etíope respondió, “¿Me estás diciendo que Jesús fue el cordero? ¿Y que si yo creo en él, le obedezco y me bautizo, seré salvo? Entonces yo tengo que ser bautizado, Felipe. Mira – hay un estanque con agua allí. ¿Qué me impide obedecer su palabra ahora mismo?”

El Etíope estaba diciendo, en esencia, “Hermano Felipe, muéstrame lo que me impide que obedezca a Dios. Quiero que sea expuesta cualquier cosa que me impide obedecer a Dios, todo. Quiero libertad de mis pecados y ser libre de toda atadura. Quiero todo lo que el Señor tiene para mí. ¡No quiero nada que me estorbe para hacer lo que él me ordena!”

Amados, ¡este es exactamente el pre-requisito que Dios está buscando! Es lo que nos aprueba para obtener el poder de liberación del Espíritu Santo: una disposición a obedecer al Señor ahora mismo! Es no esperar para obedecer después, quizás a que vengan mejores tiempos, es no tener un corazón dividido. Esta clase de actitud se resume en las palabras del Etíope: “Señor, ¡quiero obedecerte ahora mismo! ¡Quiero la libertad ahora para disfrutar la victoria ahora mismo! No quiero pasar un día más siendo esclavo del pecado. Señor, quita de mí todo obstáculo. ¡Quiero caminar en el poder de tu resurrección!”

El tercer prerrequisito es un caminar en fe.

“Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:38). Felipe se mostró felizmente complacido a la petición del Etíope para ser bautizado. Aunque, tan pronto como ambos salieron del agua Felipe desapareció de repente. “Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hechos 8:39).

Mientras tu lees esto, podrías preguntarte, “Espera un minuto. Ellos están en el desierto. No hay nadie alrededor de estos dos hombres. Pero cuando ellos salieron del estanque de agua, de repente uno de los dos desaparece. ¿Y todo lo que la Escritura tiene que decir acerca de esto es que, 'El Etíope siguió su camino’?”

Dos puntos se han establecido en este pasaje. Primero, que Dios quiere que fijemos nuestra mirada en la figura principal — el Etíope. Después de todo, esta historia se basa en la obra del Espíritu Santo en aquel hombre que estaba hambriento por Dios, buscándole con todo su corazón. Y segundo, Dios desea mostrarnos cómo él, milagrosamente, libera el poder de su espíritu cuando él encuentra la clase de de corazón que halló en el Etíope.

El Espíritu Santo conoce tu corazón. Él sabe que tu deseas ser libre de tus pecados y obedecerle en todo. Si tú simplemente crees que él te dirigirá, y fielmente actúas siguiendo sus instrucciones un día a la vez, él continuará guiándote.

Te puedo asegurar con la autoridad de las Escrituras que: Si dispones tu corazón para escudriñar y estudiar la palabra de Dios, si preparas tu corazón para obedecer cada mandamiento en el momento en que requiera ser obedecido, su espíritu te dará instrucciones claras para tu vida. Y luego cuando el ejército del enemigo venga sobre ti como un diluvio — cuando parezca que vas a ser arrastrado por poderes demoníacos — puedes confiar que Dios te dirá exactamente lo que debas hacer. Él conoce cada paso que tú darás. ¡Y no te dejará caer!

El Espíritu Santo está listo para hablarte a través de la quietud de su voz. No tienes porque vivir más en depresión. No tienes que ir corriendo en busca de un avivamiento tras otro buscando liberación, derramando las mismas lágrimas año tras año. El Espíritu Santo tiene una palabra para ti. Y no necesitas a un pastor, a un consejero, maestro o psicólogo para que te la haga saber. ¡Sólo necesitas al Espíritu Santo!

Él no da instrucciones para mañana solamente hoy. Y si tú obedeces su palabra hoy, él te hablará mañana nuevamente. “entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:2). Mantente listo para escuchar la voz del Espíritu de Dios ¡Diciéndote tu palabra de liberación!