¿Eres Una Chispa o Una Antorcha?

¿Tu vida es una chispa o una antorcha? Cuando se trata de nuestro caminar con Cristo, la Biblia nos muestra que hay una crucial diferencia entre ambas, y esa diferencia determina si nuestro caminar es agradable a Él. Vemos esta diferencia en las vidas de Saúl y David.

Saúl fue el primer rey de Israel y en varias ocasiones durante su reinado, el Señor lo tocó con una poderosa unción. Dios incluso llevó a Saúl a profetizar, sorprendiendo a quienes lo rodeaban. "y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. Y aconteció que, cuando todos los que le conocían antes, vieron como profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué ha sucedido al hijo de Cis? ¿También Saúl entre los profetas?" (1ºSamuel 10:10.11).

Saúl tuvo maravillosas experiencias, momentos que detonaron el poder de Dios en su vida, encendiendo en él un gran fervor. "Y  al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios  vino sobre él, y se encendió en ira en gran manera. Y tomando un par de bueyes, los cortó en pedazos, y las envió por todos los términos de Israel por mano de mensajeros, diciendo: Esto se hará con los bueyes de cualquiera que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel" (1ºSamuel 11:6-7).

Hubo muchos momentos de unción inconfundible en la vida de Saúl. Sin embargo, después de cada uno de ellos, Saúl se alejaba de su pasión por el Señor. Un ejemplo bien conocido es cuando Dios mandó a Saúl a matar a Agag, el rey enemigo capturado, y destruir todo el botín que el pueblo de Israel había tomado de la batalla. Saúl omitió hacer esto, perdonando a Agag y parte del botín. Debido a que él desechó los mandatos del Señor en varias ocasiones, Saúl apagó la obra del Espíritu Santo en su vida. Debido a su falta de obediencia, el Señor finalmente le retiró el reino de Israel. La vida de Saúl fue una serie de chispas espirituales, momentos de victoria que nunca se convirtieron en una gran llama de obediencia.

Mientras tanto, Dios levantó a David para que fuera el siguiente rey de Israel. Mientras la reputación de estricta obediencia de David iba creciendo, también lo hacían los frutos de su obediencia y eso puso celoso a Saúl. En un momento Saúl intentó matar a David atrapándolo en una cueva en Ramá, sin embargo, el Señor tuvo misericordia y detuvo a Saúl antes que él pudiera ejecutar su plan. " Y fue allá a Naiot en Ramá; y también vino sobre él el espíritu de Dios, e iba profetizando, hasta que llegó a Naiot en Ramá. Y él también se despojó de sus vestiduras, y profetizó igualmente delante de Samuel, y se acostó desnudo todo aquel día y toda aquella noche" (1ºSamuel 19:23-24).

En pocas palabras, Saúl estaba inclinado a recaer, pero aún así la misericordia del Señor volvía una y otra vez a él. Saúl se iba alejando y con el tiempo fue plagado por un espíritu que lo atormentaba. Él cayó en una profunda depresión y una rabia enceguecedora. En aquellos tiempos, los siervos de Saúl llamaban a David para que tocara el arpa y calmara al rey.

En mi consejería como pastor, a veces veo patrones similares en la vida de las personas. Ellos describen vagos sentimientos de amargura, angustia o descontento. Cuando les pregunto cuál es la causa, ellos confusos dicen: "No lo sé. Sólo sé que algo está mal". A medida que indagamos más, se hace evidente que ellos están resistiéndose al fuego purificador de la obra de Dios en sus vidas.

Como Saúl, ellos experimentan chispazos del fluir del Espíritu Santo -  pequeños destellos del cielo mientras leen un libro, adoran en la iglesia o mientras tienen comunión con amigos - y ellos viven esa chispa por un tiempo. Pero pronto ellos "menosprecian" esa chispa y se vuelven a la autosuficiencia. Ellos nunca avivan la chispa para encender la llama de la obediencia que sostedrá su caminar en Cristo. Como Saúl, ellos pueden encontrar consuelo temporal en la hermosura de la adoración o alivio por la manifestación de la presencia del Espíritu de Dios, pero su alivio no dura y ellos vuelven a ser miserables.

Lo digo con humildad, pero cuando se trata de nuestro caminar con Jesús, muchos de nosotros somos "gente de chispazos"

Una chispa es temporal, dura solo unos breves segundos antes de apagarse. Ese es justamente el propósito de una chispa - para encender cosas y para iniciar algo. Por ejemplo, se necesita una chispa en una parrilla de gas para encender la llama y poder cocinar. Pero una chispa en sí misma no es un fuego, no cocerá la carne. Para vivir en la plenitud que Dios desea para nuestras vidas, necesitamos una llama que sea alimentada continuamente por el aceite de la indispensable gracia de Dios.

La vida de David nos muestra la diferencia. Él tuvo las mismas experiencias espirituales que Saúl tuvo, siendo tocado y ungido por la mano de Dios, pero la chispa que David recibió fue avivada hasta ser una llama. "Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu del Señor vino sobre David" (1ºSamuel 16:13). Esta última frase - desde aquel día en adelante - nos muestra la diferencia entre las vidas de David y Saúl. Cuando David recibió una chispa de Dios, él la guardó, la avivó y la alimentó. Él determinó "Yo quiero que esta chispa crezca y se transforme en un fuego ardiente para el Señor".

En el Salmo 51, David busca tres cosas que son cruciales en el caminar de cada creyente. Lo primero que David busca es una limpieza personal. Él escribe: "Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmo 51:9-10).

Cuando la chispa de Dios llega a nosotros, puede confortarnos, pero también viene para crear en nosotros un fuego purificador. La llama de su santidad nos limpia de aquellas cosas que no son de Él. Y mientras se quema la escoria del pecado, nos va haciendo odiar nuestras transgresiones. También despierta en nosotros una pasión por ser santo, para que digamos como David dijo: "Señor, quiero estar limpio delante de ti, con un espíritu recto".

Muchos cristianos se resisten a esto. La convicción puede conducir al cambio, y puede que no estemos dispuestos a cambiar algunos de nuestros hábitos o algunas de las cosas que codiciamos. David habla de la resistencia de su propio corazón, suplicando: "No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga" (Salmo 51:11-12, NVI 1999).

Nótese en este versículo el énfasis de David en la obediencia. El apóstol Pablo pudo haber desobedecido fácilmente la dirección de Dios e ir por su propio camino a las misiones. Pablo se come las uñas por llevar el evangelio a Asia, pero él dice que el Espíritu Santo se lo prohibió. Pablo sabía que si él actuaba por su cuenta, podría entristecer al Espíritu Santo. Él todavía sería salvo y amado por Dios, pero él habría enfriado el poder del Espíritu Santo que se movía en su vida.

Eso es exactamente lo que le ocurrió al rey Saúl. Al mantenerse en desobediencia, el poder del Espíritu Santo para usar a Saúl fue disminuyendo. Después de un tiempo, Saúl ya no escuchaba la voz de Dios ni pudo ser conmovido por su Espíritu. Él nunca había permitido que la chispa inicial se convirtiera en una llama purificadora.

La segunda cosa que David buscaba de Dios era un anhelo persistente.

David escribe: "No me alejes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu" (51:11). Sabemos que Dios es omnipresente, pero su presencia manifiesta es algo completamente distinto. Esa es la razón por la que muchos servicios de adoración inician con cantos implorando al Espíritu Santo que descienda y manifieste su presencia. David está diciendo aquí: "Señor, yo necesito tu presencia, no solo ahora sino también mañana. No quiero que disminuya porque no quiero volver a mis tibios caminos. Por favor, Dios, no me retires tu Santo Espíritu. Quédate conmigo aún despúes que acabe de adorarte!"

Todos sabemos cómo es esto. En la iglesia y en nuestra comunión con los demás podemos conocer la presencia manifiesta de Dios. Las chispas vuelan trayendo una sensación de frescura y nueva vida, y nosotros lloramos por que Dios nos conmueva de esa forma cada hora del día. Sin embargo, la chispa se desvanece según pasan los días y nosotros somos bombardeados por las demandas del trabajo, las obligaciones familiares, las finanzas y las deudas que nos consumen y agobian.

Caigo en este ciclo cada Septiembre durante las conferencias EXPECT de nuestro ministerio. Yo soy conmovido e inspirado por líderes piadosos que exponen aquí sus poderosos mensajes que me llevan a mis rodillas. Sin embargo el septiembre pasado hice a Dios una oración audaz: "Señor, si tú no vas a mantener la chispa, no me la des"

Yo estaba cansado de la montaña rusa, de ser encendido pero sin una llama que lo sustente, de estar en la cima de la montaña una semana solo para descender a la monotonía la semana siguiente. Así que pregunté: "Dios, cual sea la llama que enciendas en mí, hazla crecer más y más. Dame un espíritu fiel, como David dijo. Si me das una chispa, conviértela en una antorcha!" Dios ha sostenido la llama estos últimos meses. La iglesia que dirijo ahora tiene un pastor que arde en oración por su pueblo. Quizá no pueda acompañar a todos a un café o a jugar golf, pero tengo un espíritu obediente que intercede por ellos día y noche para ver sus vidas convertirse en todo lo que puedan ser para Jesús.

Esto lleva a la tercera cosa que David buscaba de Dios: un testimonio poderoso.

David escribe: "Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se volverán a ti... Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza" (Salmo 51:13, 15).

El fuego que se nos da no es sólo para nuestro beneficio. Es para que ardamos con celo por los perdidos en nuestra comunidad y alrededor del mundo. Si permitimos que esta llama arda en nosotros, ella nos obligará a llevar las buenas nuevas más allá de las paredes de nuestras iglesias. Nos daremos cuenta que "había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude"

 

Si hay un verdadero fuego ardiendo, nos moverá a crear un fuero en nuestra ciudad.

 

Simplemente no podemos contener nuestro celo cuando somos limpiados personalmente por Dios y somos llenos con un hambre persistente por tener su vida habitando en nosotros. Esto nos hace querer gritar sus alabanzas al mundo. Algunas de los mejores adoradores del domingo que conozco son aquellos que claman "Gracias Jesús que hoy mi compañero de trabajo está sentado a mi lado, conociendo tu maravilloso amor!"

Si no tenemos ese tipo de fuego, no importa lo poderoso que sean los servicio en la iglesia. Las llamas del cielo podrían descansar en nuestras cabezas y podríamos caer sobre nuestros rostros, pero esas cosas por si solas no muestran el poder de pentecostés. Si el avivamiento está contenido dentro de la iglesia, probablemente no es avivamiento. Si hay una verdadera llama ardiendo, nos moverá a crear un fuego en nuestra ciudad. Nuestra oración debe ser: "Dios, si vas a tocarme con una chispa, entonces que me haga hablar a los pecadores. Úngeme para enseñarles sobre tu amor. Envíame por los senderos con el apremiante amor de Jesús".

Si tú ves estas tres cosas operando en tu vida, puedes saber que tu vida ya no es una chispa sino una antorcha.