Jesús es el Refresco

Todos tenemos distracciones en la vida, pero seamos realistas, los hombres son los que peor se comportan cuando se trata de deportes. No me refiero a practicar algún deporte, lo cual le haría muy bien para muchos que se sientan en sus sofás con papas tostadas, sino a aquellos que desean enterarse de lo que pasa en el mundo deportivo. Los teléfonos inteligentes y la aplicación de ESPN han cambiado a los maridos que alguna vez fueron esposos atentos, en hombres que están siempre mirando a sus celulares. Todo lo que un hombre necesita es presionar silenciosamente el botón que dice “refrescar” y docenas de marcadores instantáneamente se actualizan. Cada noche es una tentación mirar constantemente hacia la pantalla.

Ahora permítanme cantar las alabanzas del “botón de refrescar en el Reino de Dios. Con solo un toque de Su maravillosa Gracia, todo lo viejo es eliminado- y la vida es renovada completamente. Hay ocasiones en nuestras vidas cuando necesitamos que esto suceda. Por supuesto, el único que puede hacer esto es Jesús “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Como en una aplicación en la pantalla del celular, nada en nuestras vidas cambia- todo permanece congelado, paralizado- hasta que el “botón de refrescar” es presionado. ¿Estás atascado en patrones de conducta y en antiguas formas de vivir, cosas que te alejan de probar la frescura de vida en Cristo? Con un toque de Jesús- como la mujer que fue sanada tocando Su manto- Él tiene el poder para cambiarlo todo.
Al principio de Su Ministerio, Jesús anunció esto acerca de Si mismo: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo” (Juan 7:37). Jesús no solamente hizo una declaración- Él gritó. Y Él esperó hasta el último gran día de la fiesta para ponerse de pie y hacer Su anuncio: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38).

Esto fue más que una declaración teológica. Fue un acto de compasión. La religión muerta había vencido al Pueblo de Dios. Se suponía que la religión los refrescaría, pero los dejó sin ninguna vida. Ahora Jesús anunciaba, “Yo Soy Su Copa de agua fresca, el refrescante manantial que no cesa fluir. Pueden beber de Mi para que sus vidas sean renovadas continuamente.” No se necesita ninguna cualidad especial para que bebas de esta maravillosa fuente. Cristo nos asegura que, “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba (Juan 7:37).
Mi amigo, la vida es como un “botón de refrescar” como ninguna otra cosa. Cuando es presionado este botón el alma más atrofiada, desesperada, y deprimida es renovada con el poder del Cielo. Cuando Jesús dice, “Ríos de agua viva correrán de su corazón,” Él nos está mostrando lo que pueden ser nuestras vidas con un simple toque Suyo. Su Espíritu nos llena de tal forma que se desborda en nosotros con abundante vida, gracia, misericordia y amor. Sus corrientes de vida transforman todo. Como lo he dicho muchas veces, Dios nunca nos da un mensaje sin respaldarnos con Su Poder. Si Él nos ha llamado a una vida de abundante refresco, entonces Él nos suplirá todo lo que necesitamos para que eso ocurra. ¿Y cuáles son las barreras para que esta vida refrescante se dé en nosotros?

La primera barrera para el refresco de Dios en nuestras vidas es un corazón incrédulo.

Los mismos hermanos de Jesús se mantuvieron escépticos cuando Él clamaba ser el Mesías. “Porque ni aun sus hermanos creían en él.” (Juan 7:5). Sarcásticamente, ellos le presionaban para que fuese a revelarse a Sí mismo: “y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo” (Juan 7:3-4).

Quizás los hermanos de Jesús eran cínicos al haber crecido con Él. O quizás ellos eran como los hermanos de José, celosos en una forma en que sólo los familiares pueden serlo. Lo que es importante en ambos casos se que ellos no creían. Ellos no estaban a la expectativa de que Dios pudiera cambiar las cosas, de que Él se moviera a través de Su hermano. Así que sus vidas se quedaron atrapadas en una vieja pantalla de incredulidad. Esta es la primera barrera para que nuestras vidas tengan el refresco de Dios: un corazón incrédulo.

“Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto. No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido. Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea” (Juan 7:6-9). Les estaba diciendo, esencialmente, “Si ustedes no me creen que Dios está trabajando en sus vidas, entonces vivan de acuerdo a sus propios planes. Vayan donde ustedes quieran y tomen sus propias decisiones. Pero Yo voy solo donde escucho a Mi Padre que quiere que Yo vaya. No puedo ir a algún lugar sólo para hacerme famoso y no puedo decir lo que Yo quiera. Mi vida no es mía, es de Mi Padre.”

Esto es una verdad para cada cristiano profesante: No nos pertenecemos a nosotros mismos, somos Suyos. Ello comenzó cuando Cristo presionó el botón de refrescar en nuestras vidas. Nacimos de nuevo, una nueva creación en Cristo, y vivir para Él significa no vivir más para nosotros mismos. Nuestro testimonio llega a ser, Estuve perdido pero ahora he sido hallado por Dios. En el pasado fui esclavo de la injusticia. Pero ahora estoy dispuesto y entusiasmado de ser esclavo del Único Justo. Someto mi vida a Él continuamente.”

Algo curioso ocurrió en esta escena desde la vida de Jesús. El siguiente versículo dice, “Pero después que sus hermanos habían subido, entonces Él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto” (Juan 7:10). ¿Por qué Jesús dijo que Él no iba a ir, y luego decidió ir? Obviamente, Él oyó del Padre. Un minuto les dice a Sus hermanos, “No es mi tiempo.” Luego, en cuestión de un día o una hora o quizás un instante, El Padre le dice, “Este es el tiempo correcto, la temporada señalada, el escenario perfecto. Ve.”

Frecuentemente yo quiero tomar mis propias decisiones en lugar de someterme a los caminos de Dios. Somos llamados a ser dependientes de Dios, a buscar Su dirección, a esperar por Su guía para las decisiones de mayor peso en nuestras vidas. Pero haciendo esto podemos sentir que nuestras vidas están estancadas. Algunas veces durante todos estos años le he dicho a mi esposa, “A veces pienso que sería más fácil no ser Cristiano. Desearía no haber tenido que ponerme a cuentas con Dios acerca de esto.” He estado envidiando a aquellos que buscan trabajo si ellos quieren, los que no tienen que diezmar de lo que reciben de ganancia por su trabajo, los que se mudan cuando ellos quieren a vivir en otro lugar.

No creo ser el único que tiene estos pensamientos. Someter nuestras vidas a la voluntad de Dios y a Su dirección es un sacrificio. Pero los beneficios son incontables. Nos mantiene lejos de una gran cantidad de problemas, de dolor y sufrimiento del corazón. Además de eso, a veces esperar en Dios significa moverse hacia algo nuevo y refrescante a lo cual nunca nos hubiéramos acercado por nuestra propia parte. Escuchar a Dios no es solamente sabiduría, es una vida entregada a Él. Tener nuestro corazón aliado con el corazón de Dios nos da poder para todo. No sólo eso, sino que podemos ver los propósitos de Su Reino cumplidos en nosotros. ¡Y nada trae más refresco a una vida que eso!

Una segunda barrera para tener refresco en tu vida es la amargura, tener un corazón malhumorado.

Algunos de los que iban hacia la fiesta en Jerusalén se apartaron de las promesas de Jesús debido a su amargura. “Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo” (Juan 7:12). ¿Cuál fue la respuesta de Cristo a esto?

Fue la misma respuesta que Dios le dio a Israel cuando se quejaron en el desierto. Esa generación también estaba sedienta, literalmente muerta de sed ansiando agua fresca para beber. Y ellos comenzaron a murmurar amargamente: “Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (Éxodo 17:3-6).

Los detalles de esta escena -y de la compasión de Dios por el pueblo- se repiten a través del sacrificio de Jesús. Cristo es la Roca que fue golpeada por nuestras transgresiones cuando nosotros estábamos perdidos y vagando por el mundo. Y Él es el Agua Viva que nos sostiene. Pablo nos dice, “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar… y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:1-4).

La escena en el desierto demuestra lo que Jesús hace con las personas que murmuran: Él lleva el castigo que ellos merecen. Él declara: “Yo seré condenado por ellos, seré azotado, tomaré sus pecados sobre mis espaldas, seré clavado en una cruz en su lugar-todo ello para que puedan ellos recibir vida abundante.”

Existen también algunos cristianos que pierden este maravilloso regalo abrazándose a la amargura. Pablo dice en el siguiente versículo, “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar” (1 Corintios 10:5-7). Nuestras vidas pueden debilitarse en amargura, o pueden ser revividas por la preciosa Gracia que Dios nos ofrece-es nuestra decisión. Pero Su promesa de vida permanece disponible para nosotros de igual forma. En el momento en que le permitimos a Dios presionar el botón de refrescar en nosotros, toda amargura y quejas desaparecen- y Él las reemplaza con vida nueva.

Lo que más me entristece es la tercera barrera que bloquea a las personas de presionar el botón de refrescar: el temor.

A pesar de que quienes subían a la fiesta creían en Jesús, tenían temor de decirlo, “Pero ninguno hablaba abiertamente de Él, por miedo a los judíos” (Juan 7:13). Cuando estás atado por el temor, te resistes a caminar en fe. Comienzas a pensar que no eres digno de entrar en el refresco de Dios. Pero Jesús tiene un remedio para tu temor. Cuando todos en la fiesta se escondieron por que creían en Jesús, Él se levantó y declaró, “Este Río de Agua Viva no podrá ser detenido. Fluirá donde Mi Padre lo determine. Y si alguien cree en Mí, esta agua le alimentará con vida. Fluirá de él como un río, demostrándole las bondades del Padre celestial”.

Cuando nuestro temeroso corazón entra en el refresco de Dios, una cosa que fluye dentro de nosotros es la confianza en Él: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Multitudes de Cristianos conocen este versículo como una preciosa promesa. Pero es más que eso-es una realidad. No tenemos que armamos de valor para testificar de Jesús; Él nos suple esa confianza en Él. De hecho, Él la hace sobreabundar en nosotros. Cuando hemos sido refrescados por Su Espíritu, no tenemos que dudar si tenemos el poder para hablar por Él. ¡Su Espíritu se desbordará en nosotros para que nosotros no tengamos que hacer nada más que hablar!

¿Cómo el refrescar de Dios afecta nuestras vidas en la práctica?

Esto se da de dos maneras: (1) el refrescar circunstancial y (2) el refrescar principal. Cuando Dios trae Su refresco a nuestras circunstancias, Él cambia viejos patrones que pueden involucrar a nuestro matrimonio, nuestras finanzas, nuestro trabajo. Supongamos que hemos caído en problemas financieros y ahora tenemos una deuda que no podemos controlar. Él traerá Su refresco exponiendo nuestros malos hábitos de cómo invertimos nuestro dinero y los cambiará. Nos guiará a buscar consejos de cómo manejar nuestras finanzas y nos ayudará a cambiar esos malos hábitos enseñándonos a ser sabios administradores.

O quizás Él quiera cambiar viejos patrones de conducta en nuestro matrimonio, patrones que pueden hacernos quedar estancados en dureza de mente y corazón, cosas que no reflejan el amor. Cuántas parejas le dicen a su cónyuge, “Siempre haces lo mismo,” o, “Hiciste lo mismo hace cinco años,” o, “Nunca vas a cambiar.” La pregunta más importante para cada pareja es, “¿Cómo puedo creer lo mejor de mi cónyuge y todavía lidiar con la realidad de nuestra situación?”. Eso comienza con el botón del refrescar de Dios. Muy pocos problemas de matrimonio se pueden resolver de la noche a la mañana; muchos requieren de diligente Gracia cada día. Jesús está listo para para darnos Su refresco con Gracia abundante cada vez que lo necesitemos.

Esta clase de refresco tiene que ver con nuestras circunstancias. ¿Entonces cuál es el refresco principal? Ese refresco va más allá de nuestras circunstancias para refrescar y renovar nuestras almas, nuestras vidas, nuestro ser interior. Esta clase de refresco fluye no solo dentro de nosotros, también lo hace fuera de nosotros.  Nos llena con gozo por nuestro matrimonio, por diezmar y dar libremente, por enfrentar relaciones difíciles con esperanza y fortaleza y energía.

En resumen, el refresco principal provoca que podamos anticipar cada momento de nuestras vidas con Jesús. Él remece en nosotros un corazón que dice, “Estoy completamente vivo, no temo lo que traiga el día. Estoy emocionado por seguir a Jesús. Él me hace estar confiado, sin temor alguno. ¡Señor, déjame usar este vasto y sobreabundante fluir de vida para Ti! Llévame a donde Tú quieras que yo vaya hoy.”

¿Qué está fluyendo de tu vida ahora mismo? ¿Incredulidad, murmuración y temor? ¿O fe, esperanza y amor? De la misma manera en que lo hizo en la fiesta en Jerusalén, Jesús te clama hoy para que traigas a Él tu incredulidad, amargura y temor. Él quiere cambiar esas cosas por contentamiento contagioso, para sacarte del vacío a la plenitud. Él ha prometido, “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). ¡Amén!