Cómo hacer lo que no puedes hacer

La mayoría de nosotros quisiéramos tener la habilidad de hacer ciertas cosas en la vida que no podemos hacer en realidad. Me estoy refiriendo a cosas que no solo son difíciles sino imposibles. Yo pienso en mi garaje que tiene un desorden imposible, pero yo tengo la habilidad para limpiarlo. No necesito fe en Dios para poder terminar esa tarea.

Últimamente he descubierto que las cosas más importantes en la vida para mí son las cosas que yo en realidad no puedo hacer. Por ejemplo, aun si yo pudiera reunir toda mi fuerza, poder y recursos, no podría hacer regresar a uno de mis hijos a los brazos de Jesús, que es un hijo prodigo. Yo puedo orar por él, puedo ayunar por él, puedo compartir la Biblia con él, y aún clamar su nombre ante Jesús cada noche pero no tengo el poder para arreglar su problema. No hay ni un poco de nada en mi ser que pudiera causar que mi hijo regrese al Señor.

Incluso a los discípulos más devotos de Señor les es imposible arreglar ciertos asuntos. Pero sí conocemos al que puede. Lo maravilloso de la vida en Cristo es que nos ha sido permitido participar de cosas tan maravillosas que no podemos hacer por nuestra propia fuerza. De hecho, Jesús nos llama a participar con Él para realizar lo que nosotros no podemos por si solos: el poder ver nuestros seres amados venir a la fe, el poder ver matrimonios quebrantados restaurados y sanados, el poder ver a las personas no creyentes en nuestra comunidad rescatadas de una eternidad sin esperanza. Por medio de nuestra fe en Jesús, nos es permitido ver —y aún ser partícipes de— tales cosas que son hechas por medio de su poder, majestad y autoridad. 

El escritor de Hebreos nos bombardea con el concepto de la fe.

Hebreos 11 es el capítulo conocido como el “Pabellón de la Fe”, con una lista de figuras bíblicas que complacieron a Dios por medio de grandes actos de fe. De Abraham y Sara hasta David, Gedeón y un gran grupo de otros, vemos creyentes siendo elogiados no por sus talentos o sus logros sino por su confianza que Dios haría cosas que estaban más allá de las habilidades de ellos. Juntos ellos forman “una gran nube de testigos de la vida de fe.” (Hebreos 12:1, mi énfasis).

Las letras finales en la frase nos dicen que hay un “vida de fe” que puede ser vivida. Para poder llegar a tener esta vida, somos exhortados a poner a un lado cualquier carga que nos limita de tener una fe llena de confianza en él. “Quitémonos todo peso” (12:1) ¿Cuáles son estos pesos que obstaculizan la fe? Yo conozco a muchos Creyentes que están bajo el peso de la incredulidad. Cuando consideran sus circunstancias ellos piensan; “Mi necesidad nunca será satisfecha. He orado sin parar. He pedido que otros oren por mí, incluyendo los ancianos de la iglesia, pero la respuesta nunca llega. Nada de lo que he intentado funciona.”

El problema para muchos es que ellos ven sus circunstancias como más grandes que el Dios que controla toda circunstancia. Su fe termina siendo atascada por un “peso que nos estorba” (12:1). Yo les puedo asegurar que lo que Dios ha prometido nunca puede ser frustrado. Cada palabra que él transmite se cumplirá finalmente. Satanás sabe esto, y lo único que él puede hacer es retardar los propósitos de Dios convenciéndonos que nos revolquemos en nuestras dificultades. Si tu situación parece estar sin esperanza, la vida de fe te exhorta a que creas, “Un día en el futuro Dios cumplirá lo que yo no soy capaz de imaginar ahora.”

También somos limitados por “el pecado que nos asedia” (12:1). Mientras nosotros corremos esta carrera de fe a pesar de las dificultades, el enemigo mete su pie para hacernos tropezar. Muchas veces esto ocurre después de nuestros propios momentos más grandes de victoria. Un momento pensamos, “!Dios se está moviendo! Ahora podre ver sus promesas cumplidas”, pero después nuestra situación se vuelca en la dirección opuesta, causando que tropecemos en nuestra fe. Nos quedamos pensando, “Señor, yo pensaba que esto era mi salto a la victoria. Ahora las cosas están peor que nunca.”

Entonces, ¿Dónde esta nuestra esperanza? La encontramos al final de este versículo: “Corramos con perseveranciala carrera que Dios nos ha puesto por delante.” (12:1 mi énfasis). Aunque nuestras circunstancias nos causen que dudemos y también tropezamos fácilmente por nuestro pecado, la carrera en la cual estamos tiene mucho que ver con la perseverancia. Somos instruidos. “Puestos los ojos en Jesús”( Hebreos 12:2). Nuestra carrera no se trata de poder levantar nada por nuestra propia fuerza. Tenemos que mirar a Jesús para abastecernos de fe porque él es el “autor y consumador de la fe. “ (12:2).

¡Qué maravilloso: Cristo inicia la fe en nuestro corazón! Mucho antes que él nos llamara a esta particular carrera, el pensamiento estaba en su mente, “Yo quiero ver eso realizado” Así que él inició la fe en nosotros para que su propósito se cumpliera.

¿Dime, qué ha pasado con la fe que Dios inicio en tu corazón? ¿Sientes que esa fe ha muerto? ¿Estás cansado de tropezar tantas veces? Amigo mío, no te desesperes: Dios ha prometido iniciar fe en ti, y eso incluye el volver a encender la fe que alguna vez conociste. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

Si su promesa para ti aún no se ha cumplido, puedes confiar que Dios está trabajando para “perfeccionar tu fe.”

“El campeón que inicia y perfecciona nuestra fe.”(Hebreos 12:2 mi énfasis). Hay muchas cosas que yo espero con piadosa sinceridad, pero estas no fueron iniciadas por Dios. Por ejemplo, yo espero con todo mi corazón que nuestra iglesia en Colorado Springs será influyente y veremos a diez miles de personas venir a Cristo en las siguientes décadas. Dios no me ha prometido esto, pero aun así yo espero y oro que el abra los cielos para traer a los perdidos a sus brazos amorosos.

Todos debemos ser cuidadosos de no tomar nuestras esperanzas y pensar que son promesas para nuestras vidas. Solo podemos tener seguridad de que algo es una promesa personal cuando es confirmada por las Escrituras, la oración y a veces por hermanos en la fe.

Tal vez dirás, “Yo tenía una palabra segura de Dios que él salvaría mi matrimonio, pero no ocurrió.” Yo tengo mucho cuidado en decir esto a alguien que haya sufrido este tipo de devastación: Tal vez lo que oíste no era la promesa de Dios para ti, sino el deseo sincero de tu propio corazón.

No me malentiendas: Nadie ha estado mal por querer que su matrimonio dure. Pero Dios nunca ha fallado en cumplir una promesa que él ha dicho. Él no es fiel al 99 por ciento: Él es fiel al 100 por ciento. Él nunca ha fallado, nunca ha mentido, nunca se ha equivocado al hablar. La verdad es que todos somos vulnerables a la tragedia en un mundo quebrantado por el pecado.

También es posible que oigamos la voz de nuestras propias ambiciones y deseos. Tal vez tengamos esperanzas en ciertas cosas, que incluyen cosas buenas, y aun así, tal como Santiago escribe, Dios no nos concede estas peticiones porque nacen de nuestros propios deseos y nuestra carne.

En vez de eso, Dios perfecciona nuestra fe poniendo estas cosas lejos. Hablando como un hombre adulto, me alegro que el Señorhaga esto. Hay muchas cosas que yo desee tener en mis años treinta que él nunca me concedió. En su misericordia Dios vio lo que yo necesitaba, y no me permitió tener las cosas que yo deseaba. Por medio de perfeccionar nuestra fe de esta manera, los deseos que él inicia—las cosas nacidas de él y no de nosotros—empiezan a levantarse en nuestros corazones.

“La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos.” (11:1) A la medida que Dios purifica nuestra fe, nuestra confianza se incrementa. Nosotros crecemos en discernimiento, diciendo, “Ay, si, ésta es palabra del Señor, y la otra palabra no lo es. Él está confirmando su promesa para mí—por medio de las Escrituras, la oración y el testimonio de mis hermanos y hermanas.” La fe empieza a solucionar el asunto dentro de nosotros así que tal como Hebreos 11:1 dice, “nos da la certeza de las cosas que no podemos ver.”

Este tipo de fe fue perfeccionado en la lista de los estaban en el Pabellón de la Fe de Hebreos 11. De acuerdo con este capítulo, Dios reconoció a Abel no porque su sacrificio fuera digno de reconocimiento sino simplemente por su fe. Noé no fue reconocido por ser un predicador de justicia sino por su fe. Moisés no fue reconocido por ser un valiente libertador sino por su fe.

Put very simply, what pleases God is faith. Why? It is because nothing can be accomplished for his kingdom except through faith. This is why some of the quietest, most introverted people are often the most powerfully effective evangelists. They win people to Jesus not by anything in their flesh but because they trust Christ to do what he has promised.

Cuando Dios nos da una promesa, él primeramente tiene que hacer morir nuestra carne.

Para tener el tipo de fe que complace a Dios, muchas veces tenemos que ser llevados por las experiencias más frustrantes, irritantes, y asfixiantes que hayamos experimentado. Tal vez has llegado al punto de clamar; “Señor, tú me diste una promesa, pero ahora has quitado todo que podría hacer que esa promesa fuera posible”

¿Por qué hace Dios esto? ¿Por qué remueve Dios toda forma natural por la cual su promesa pudiera cumplirse? Muy a menudo, es para que nuestra relación con él sea por voluntad y no por obligación. Si sus promesas pueden cumplirse a través de nuestras propias habilidades, estaríamos operando en el modo de desempeño personal las 24 horas del día. Eso no es su manera de operar. En lugar de esto, nos pide que tengamos con él una relación constante, una que requiere que confiemos en de todo corazón.

Eso es como la gran multitud de testigos antes que nosotros que llegaron a estar en el Pabellón de La Fe. Las Escrituras dicen que cuando Dios prometió a Abraham que sería el padre de las naciones, "no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara" (Romanos 4:19). La palabra “considerar” es un término matemático. Abraham se dio cuenta que nada en su vida “sumaba” para poder ver cumplida esta promesa. Nada en su poder podría hacer que esto funcionara. Y aun así leemos, “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”(4:20).

Aquí tenemos un retrato de Jesús iniciando y perfeccionando la fe de un hombre piadoso. Entre más Abraham reconocía, “Yo no puedo hacer esto”, su fe en el poder de Dios más crecía y se fortalecía. Y por medio de la muerte de su carne vino un poder que no era de él. Esto es el poder del Espíritu Santo.

Yo quiero ver mi hijo regresar al Señor. Para ver esto cumplido, yo pongo mi fe en el poder de Dios para atraerlo hacia él con su inmenso amor. (Estoy contento de comentar que desde que predique este mensaje, mi hijo prodigo se ha reconciliado gloriosamente con Dios y con su familia.) Yo aún quiero ver miles de personas perdidas de nuestra ciudad venir a Jesús. Pero sé que nunca ocurrirá esto por mis mejores estrategias, mis planes o el poner a trabajar mis mejores programas. Estas cosas son útiles en algún punto, pero solo porque Jesús puede usar cualquier cosa para su reino. Solo él puede perfeccionar en nosotros una fe y confianza requerida para ver esas multitudes de almas siendo atraídas a la vida eterna.

Sí, estamos llamados a hacer las cosas que podemos hacer para el reino de Cristo. Pero también estamos llamados a más. ¿Quieres ver los propósitos de Dios cumplidos en tu comunidad, y sus promesas desarrolladas en tu vida? Él solo te pide que confíes por medio de vivir una vida de fe. ¡Él hará mucho más de lo que tú podrías con tu habilidad, porque solo él puede hacerlo!