El Tipo De Amor Que Entrega La Vida En La Cruz

Si tuvieras que nombrar el momento cumbre de las enseñanzas de Jesús, ¿cuál dirías que es? Podemos sacar algunas pinceladas de la última noche que pasó con sus discípulos antes de ir a la cruz. A él sólo le quedaban unas horas con sus amigos más cercanos, así que concentró todo lo que les había enseñado. Cuando Cristo hizo un resumen, él lo redujo todo a una palabra: amor. “Este es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado” (Juan 15:12).

Cuando hablamos de amor en la Iglesia - de hecho, cuando leemos este verso- nuestras mentes piensan en gentileza. Pensamos acerca de la bondad, generosidad, hacer bien a otros. El Nuevo Testamento dice mucho acerca de esta clase de amor. Él usa la frase “unos a otros” cerca de 50 veces, con mandamientos de tratar a cada uno con paciencia, ánimo, generosidad, etc. El libro de Efesios usa la palabra “juntos” frecuentemente, enfatizando el gran mandamiento de Cristo de amarse en comunidad.

Los discípulos no debieron haber tenido ningún problema con este mandamiento. Ellos probablemente pensaron que eran muy buenos haciendo esto. Ellos habían invertido 3 años en un ministerio de tiempo completo con su maestro, aprendiendo cómo hacer lo que él les enseñó.

Pero en esta escena, Jesús habla de amor en un contexto muy diferente. Se hace evidente en su siguiente oración: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Ahora, este es un tipo de amor muy serio. Imagino a los discípulos mirándose uno al otro maravillados, “¿Moriré yo por esta persona al lado mío? A veces él realmente me irrita” Quizás ellos no se amaban unos a otros a como ellos pensaban que lo hacían.

Mi punto es que cuando Jesús nos manda a amar de la forma en que él ama, no es algo que se tenga que tomar livianamente. No es una idea romántica basada en sentimientos o ideales. Lo que él nos manda es el evangelio del amor - poderoso, incondicional, un amor sacrificado que tiene sus raíces en la cruz de Cristo. Jesús estaba a punto de demostrar a sus seguidores el mayor y más poderoso acto de amor que nadie jamás había realizado yendo a la cruz por nuestros pecados. Haciendo esto, él mostraría como este amor aplica aún a nuestros enemigos - porque él dio su vida por ellos, también.

Esta era una manera totalmente nueva de vivir. Jesús estaba sacando el viejo camino de la religiosidad y haciendo nacer un nuevo camino. El amor no iba a ser limitado a la esfera de lo sentimental. Ahora el amor estaba situado en el ámbito de lo imposible.

Puedo imaginarme a los discípulos pensando, “Jesús, no tenemos amor ágape como el tuyo. Nuestro amor no del tipo incondicional. No somos perfectos. Nuestro amor está destinado a fallar.” Pero Jesús no acepta un “No” por respuesta. Él sabía que los esfuerzos de ellos para amar de la forma en que él los amaba no serían suficientes. Así que él les mostró cómo se da esta clase de amor: solo a través del poder del Padre.

“Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no les llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero les he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer. No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes, y los he puesto para que vayan y lleven fruto, y su fruto permanezca; para que todo lo que pidieren al Padre en mi nombre, él se los dé. Esto les mando: Que se amen unos a otros.” (Juan 15:14-17).

 Si pedimos en el nombre del Padre por esta clase de amor, Jesús promete que él lo dará a nosotros. Aun así, el verdadero evangelio del amor viene por un solo camino: a través de una vida crucificada. Cristo nos está diciendo, “El amor al que los estoy llamando no es un amor que sucede a través de la carne. Tu idea de amor es limitada y condicional, y eso tiene que morir en ti. El amor que estoy hablando debe ser resucitado en una nueva vida por el Padre.” El mensaje es simple: si queremos obedecer los mandamientos de Jesús, debemos vivir una vida llena del Espíritu. .

¿A qué se parece llevar esa clase de amor que Jesús describe?

Pablo nos ayuda a mostrarnos que pasa cuando no vivimos esta clase de amor. En su carta a los Gálatas, Pablo presenta dos clases de pecado. En un lado él identifica los pecados de inmoralidad, los que asociamos a conductas externas, como pecados sexuales o abuso de drogas. Pero Pablo también presenta un segundo tipo de pecado - el pecado relacional - y nos muestra cómo es de mortal y destructivo. El pecado relacional afecta nuestra alma llevándola a profundidades que nunca habríamos imaginado. Ello tiene un horrible efecto no solo sobre nuestros testimonios al mundo, sino que también llega a las partes más profundas de nuestro ser y lo propaga a aquellos alrededor nuestro.

Pablo trae esto a la luz en la iglesia de Corinto para señalar un problema muy evidente: las divisiones entre ellos. “Pues me temo que cuando llegue, no los halle tales como quiero, y yo sea hallado de ustedes cual no quieren; que haya entre ustedes contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes;” (2ªCorintios 12:20). Note la palabra final en esta lista: desorden. Esta es una indicación de que el pecado relacional está trabajando.

Cada una de las cosas que Pablo menciona aquí es un pecado relacional. Ellos tienen que ver con fallar al amor de la forma que Cristo amó. En estos términos, es fácil ver como el amor no puede ser un gesto sentimental. Es una batalla que debe ser peleada, y las armas que trae son perdón, gracia, misericordia y justicia.

Uno de los conflictos de los Corintios tenía que ver con la enseñanza que ellos aceptaban. Algunos dijeron que seguirían las direcciones de Pedro mientras otros seguirían a Pablo. Pablo tuvo que decirles, “No les puedo tratarlos como a personas maduras mientras estén en esta condición. Es carnal. Están razonando por medio de su carne. No les puedo ofrecer verdades espirituales sólidas. Tengo que alimentarlos con leche, de la forma en que una madre alimenta a su bebé.”

La palabra griega que Pablo usa para “carne” en Corintios indica la piel o el tejido graso del cuerpo. Pero por supuesto Pablo está describiendo la condición de sus almas. Él les está diciendo a los Corintios que ellos están atrapados en una forma de vida esclavizada a las cosas terrenales en lugar de estar caminando en una vida llena del Espíritu.

En la forma en que Pablo les escribe, es fácil de asumir que la iglesia de Corinto estaba llena con pecados inmorales. La verdad es que ellos habían sido grandemente inundados con los dones del Espíritu Santo. De hecho, es gracias a los Corintios que nosotros sabemos acerca de los dones del Espíritu; la carta de Pablo a ellos demuestra cuán poderosamente estos dones estaban operando en ellos. Pero aunque los Corintios tenían un gran conocimiento de las cosas de Dios, ellos perdieron el amor que Jesús nos mandó a todos nosotros. Pablo los reprende en este punto:

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:1-3).

Nota la palabra que Pablo enfatiza aquí: “nada”. Así es como el amor en la iglesia de Corinto era considerado en dignidad. Él les estaba diciendo que eso nunca podría alcanzar los propósitos de Dios. El amor de Cristo - el dar tu vida en la cruz de amor - es un amor de alto grado, uno que es imposible lograr excepto a través del Espíritu.

Ahora, esto les puede sonar a ustedes como una interpretación sorprendente de 1ªCorintios 13. Muchos de nosotros conocemos este capítulo como el “capítulo de amor de la Biblia”. Inclusive los que no son cristianos se familiarizan con él porque es leído en muchas bodas. En aquel contexto, 1ªCorintios 13 no es más que una tarjeta sentimental de saludos. En verdad, este capítulo es un contrapunto para todos los pecados carnales que Pablo luego cita en 2ªCorintios 12. Esa lista incluye peleas, celos, enojo, hostilidad, calumnia, chisme, vanagloria y desorden. Nota el contraste:

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”   (1ªCorintios 13:4-7). Cuando comparamos esta lista con la anterior, empezamos a ver 1ªCorintios como una solución espiritual al problema del pecado - de hecho, la única solución. 

Pblo nunca tuvo la intención de que 1ªCorintios 13 fuera un ideal romántico, sino que lo presentó como un amor intenso y sacrificado, como la única solución real para el problema del pecado.

Quiero retarte. ¿Cuál de estas dos listas ves tú que se practica más en tu Iglesia? ¿En tu matrimonio? ¿En tu propia vida? Cuando alguien te insulta, ¿te tienes que devolver para responder al insulto? ¿Te encuentras pensando que responderás la próxima vez? Cuando alguien más es escogido para hacer algo que tú quieres hacer, ¿te enojas? ¿Esperas que esa persona que escogieron en tu lugar fracase?

Algunos cristianos piensan que hacer las paces significa evitar los conflictos. Pero hacer eso sólo los guía a fomentar las divisiones,  las contiendas y el desorden. ¿Cuándo fue la última vez que evitaste una confrontación necesaria con alguien? ¿Terminaste siendo pasivamente agresivo hacia esa persona y guardando bondad en tu corazón? ¿Tus correos o lo que posteaste en Facebok acerca de esas personas contienen un mensaje punzante?

No hay nada relacionado con ser guiado por el Espíritu que hable de evitar los conflictos de por sí. De hecho, Jesús nos mandó a hacer lo opuesto. Inclusive él nos da instrucciones específicas de cómo hacerlo. “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mateo 18:15). La instrucción de Jesús aquí es marcada con sabiduría. Confrontar a una persona en privado preserva su dignidad y también permite que la verdad alumbre sobre el pecado.

A pesar de ello, confrontar a alguien en esta forma no es una solución instantánea. ¿Por qué? Primero, puede que no funcione, como Jesús lo señala. “Pero si él no escucha…” (Mateo 18:16). También, este no es solamente un mandamiento ordinario, donde después de todo nosotros podemos irnos y decir, “Bien, hice lo que Jesús me dijo. Eso es todo. No tengo que tratar con esta persona nunca más.” De acuerdo a Jesús, tenemos que hacer todavía más - porque el amor corre la milla extra: “Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16).

Y aún no termina allí. El amor se mantiene corriendo la milla extra, sin detenerse. “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18:17). Esta última frase suena como un rechazo final. Pero eso no es así. Nuestras acciones están destinadas a mostrar a los pecadores su comportamiento para que ellos se puedan arrepentir y disfrutar la comunión nuevamente. 

Esta secuencia de acciones nos muestra algo más. Nos enseña la longitud con la cual Dios extiende su gracia - y el costo para nosotros como agentes de esa gracia. El corazón de Dios está siempre listo para traer a la oveja perdida de nuevo al redil. ¿Qué tanto se extiende esta gracia? Como Jesús le dijo a Pedro, tenemos que perdonar al hermano que peca en contra nuestra “setenta veces siete” -dando a entender que es cada vez que suceda. Una vez más, esto requiere de una vida entregada en la cruz de amor. Es un amor que dice, “Estoy aquí todavía para ti. No me he ido a ninguna parte.” Esta clase de amor requiere de un caminar lleno del Espíritu porque nuestra carne simplemente no es capaz de eso.

Todo esto puede sonar para ti como cosas simples, la clase frases que están en los chat de iglesia que los pastores utilizan para comunicarse. Pero según como Jesús y Pablo señalaron, rehusarse a amar, aún al nivel más elemental de amor, tiene grandes consecuencias. Ello lleva al dolor, a la enajenación y al pesar. Las contiendas en las relaciones usualmente terminan afectando un gran círculo de amigos y de familiares. Poco a poco, se puede extender a una comunidad entera, como Pablo lo señaló entre los Corintios. Amar como Jesús ama, incluso en lo que parezca sin importancia, no es una opción, sino una disciplina espiritual.

Si ves que tu amor es mayormente condicional, tengo buenas noticias para ti: No tienes que estar quedarte así. Tu matrimonio no tiene que responder a un constante círculo de amargura que parece interminable. La tensión entre tú y tu amigo no tiene que permanecer como un cubo de hielo congelado. Pablo nos trae esperanza de lo que podemos ser: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).

Esta gloriosa imagen es posible solo de una forma: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24-25). Dale a Jesús la obediencia que él merece, en cada una de tus relaciones. Luego, podrás respirar la gracia que solamente una vida en el Espíritu puede darte. ¡Amén!