Santo y Acepto

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando dispones tu corazón para caminar irreprensiblemente delante de Dios y agradarlo, serás temido y despreciado por aquellos que han perdido su favor y bendición. Los cristianos tibios o transigentes se sentirán absolutamente perturbados y repelidos por tu vida.

Vemos esto vívidamente ilustrado en 1 Samuel. “Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él, y se había apartado de Saúl… Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él. Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él” (1 Samuel 18:12-15).

El comportamiento irreprensible de David infundió temor en el corazón de Saúl. Siempre que Saúl estaba cerca de David, recordaba cuando había gozado del favor de Dios y de la alta estima de los hombres. Sin embargo, la desobediencia, la envidia, el orgullo y la obstinación le habían costado a Saúl todo el poder con Dios; y le había robado el respeto de su pueblo.

Saúl se había encontrado cara a cara con un hombre más joven y con menos experiencia que exudaba el poder y la integridad de la santidad. Era puro de corazón y lleno del Espíritu Santo, y Saúl le tenía miedo.

Ten en cuenta que este no era un pagano idólatra que temía a David. No, Saúl era un hombre que había conocido el poder del Espíritu Santo. Una vez había sido el ungido de Dios, un hombre poderoso con un destino poderoso. Entonces David aparece en escena. Aquí estaba un joven que simplemente vivía una vida limpia y Dios estaba derramando favor sobre él. “Mas todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos” (1 Samuel 18:16).

Esto fue humillante para Saúl y no podía soportar tener a David cerca de él. Las Escrituras dicen: “Por lo cual Saúl lo alejó de sí” (1 Samuel 18:13). Lamentablemente, Saulo representa la iglesia transigente de hoy, aquellos cristianos que se han rendido y perdido la unción de Dios. Es un tipo del creyente que una vez estuvo ardiendo por Dios pero que ha caído en la ruina espiritual a través de su desobediencia, orgullo y lujuria.

No hay nada más aterrador para un cristiano transigente que una vida santa y sin mancha. Cuanto más se alinee tu vida con la voluntad del Señor y su santidad, más repugnante te volverás para los creyentes descarriados.