Obteniendo un Buen Reporte

David Wilkerson (1931-2011)

La Escritura dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos” (Hebreos 11:1-2). La palabra griega: “alcanzaron", aquí significa "dar testimonio, llegar a ser un testimonio". Nuestros antepasados ​​en el Señor tenían una fe firme, inquebrantable y anclada. Ésta se convirtió en un testimonio de la fidelidad de Dios en tiempos difíciles.

Ellos tenían un testimonio en su interior de que Dios estaba complacido con ellos. Habían confiado en él a través de inundaciones, burlas, ataduras, encarcelamiento, tortura, guerra, fosos de leones o fuego. Después de todo, ellos conocieron el gozo del Señor sonriéndoles y diciendo: “¡Bien hecho! Creíste y confiaste en mí”.

¿Cómo logramos esto también? Las Escrituras nos dicen claramente: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Cada vez que mantenemos nuestra posición de fe en tiempos difíciles, tenemos la misma afirmación del Espíritu Santo que dice: “Bien hecho. Tú eres el testimonio de Dios”.

Cuando puedo descansar a través de las tormentas, cuando he echado toda carga sobre Cristo y mantengo mi posición de fe, entonces he obtenido un “buen reporte”. Me estoy convirtiendo en un faro de esperanza para quienes me rodean. Pueden mirarme en mi hora de crisis y decir: “Ahí está alguien que no ha perdido la fe en Dios. Hay un luchador que no se rinde. ¡Él confía en su Dios!” A medida que aumentan las calamidades y el mundo cae en gran angustia, la respuesta del creyente debe ser un testimonio de fe inquebrantable. Tenemos el Espíritu Santo morando en nosotros y tenemos la Palabra de Dios plenamente revelada. No podemos gloriarnos en nuestra propia carne, pero podemos apoyarnos en Su Palabra.

A lo largo de los años, he salido totalmente armado, con la determinación: “Fijaré mi corazón y no temeré. No escucharé las dudas y temores de mi carne. No vacilaré y no retrocederé. No haré pucheros, no me inquietaré ni me regodearé en la autocompasión”. Sin embargo, a menudo la incredulidad me ha robado la victoria.

Todavía tengo mucho que aprender sobre “afirmar mi fe”. Pero he probado la victoria que viene cuando confío en el Señor en todas las cosas, cuando deliberadamente dejo mis cargas en Cristo y sigo mi camino en paz.